La lucha pol¨ªtica de Ir¨¢n no ha terminado
Dejemos una cosa clara: quienes van a conseguir que Ir¨¢n sea mejor son los propios iran¨ªes. Las palabras de un presidente estadounidense en la Asamblea General de la ONU en Nueva York no pueden lograrlo. Las negociaciones y sanciones europeas no pueden lograrlo. Las bombas israel¨ªes contra instalaciones nucleares iran¨ªes, desde luego, no pueden lograrlo. Pero el pueblo iran¨ª s¨ª puede.
Es lo que millones de iran¨ªes se propusieron hacer este verano en manifestaciones masivas y lo que algunos de ellos todav¨ªa tratan de conseguir, a pesar de las palizas, los asesinatos, las torturas, las violaciones, la continua detenci¨®n de miles de activistas y un grotesco juicio de los principales reformistas escenificado para la galer¨ªa. Lo que las democracias y los dem¨®cratas de fuera de Ir¨¢n pueden hacer para ayudar directamente al movimiento verde es muy limitado, pero la primera obligaci¨®n de nuestra pol¨ªtica debe ser no hacer nada que dificulte a¨²n m¨¢s su lucha para obtener un cambio pac¨ªfico. Seamos hipocr¨¢ticos: el primer mandamiento, no hacer da?o.
No debemos abandonar al movimiento verde a cambio de la negociaci¨®n nuclear
Lo que todav¨ªa es posible es una mezcla de reforma y revoluci¨®n
El presidente Barack Obama tiene raz¨®n al ordenar a sus representantes que negocien "sin condiciones previas" sobre la cuesti¨®n nuclear. Estados Unidos deber¨ªa haberlo hecho hace mucho tiempo. Pero las potencias europeas llevan a?os negociando con Teher¨¢n, y eso no nos ha permitido avanzar nada. Mientras nos llevaba la corriente, con las t¨¢cticas negociadoras de un bazar de Teher¨¢n, la Rep¨²blica Isl¨¢mica ha seguido construyendo centrifugadoras y se ha acercado al umbral en el que tendr¨¢ capacidad para decidir si se lanza a por el arma nuclear o no.
Las negociaciones deben continuar, pero Estados Unidos y Europa no deben, por unas cuantas y escurridizas promesas m¨¢s de contenci¨®n nuclear, hacer nada que otorgue ni pizca de legitimidad a un presidente, Mahmud Ahmadineyad, vencedor en unas elecciones fraudulentas y que la semana pasada celebr¨® el "d¨ªa de Jerusal¨¦n" diciendo que "el pretexto" para la creaci¨®n de Israel -es decir, el Holocausto- "es falso... Es una mentira basada en una afirmaci¨®n indemostrable y m¨ªtica".
Un ejemplo cl¨¢sico de lo que las democracias no deben hacer lo dio el a?o pasado una empresa conjunta formada por Siemens y Nokia, llamada Nokia Siemens Networks. Vendi¨® al r¨¦gimen iran¨ª un sofisticado sistema con el que pueden vigilar Internet, incluidos los correos electr¨®nicos, las llamadas de tel¨¦fonos por la Red y las redes sociales como Facebook y Twitter, muy utilizadas por los manifestantes iran¨ªes. En la pol¨ªtica actual de poder popular, equivale a vender a un dictador carros de combate o gas venenoso. As¨ª que seamos claros: una empresa alemana, Siemens, que utiliz¨® a esclavos para trabajardurante el Tercer Reich, vendi¨® a un presidente que niega el Holocausto los instrumentos con los que puede perseguir a los j¨®venes iran¨ªes que arriesgan sus vidas por la libertad. Piensen en ello cada vez que compren algo fabricado por dicha compa?¨ªa.
Los analistas especializados en Ir¨¢n utilizan a veces la imagen de una carrera entre dos relojes: el reloj nuclear y el reloj de la democracia. El r¨¦gimen iran¨ª ha hecho que el reloj nuclear vaya m¨¢s deprisa de lo que pensaban muchos en Occidente, pese a todas las negociaciones y sanciones; pero el pueblo iran¨ª ha puesto en marcha el reloj de la democracia como la mayor¨ªa de los diplom¨¢ticos occidentales no pensaba jam¨¢s que iba a hacer. El viernes de la semana pasada volvieron a salir a la calle muchos miles de opositores, junto con los tres l¨ªderes reformistas m¨¢s destacados que a¨²n est¨¢n en libertad. Es de esperar que haya m¨¢s manifestaciones cuando vuelvan a abrir las universidades dentro de unos d¨ªas.
No son s¨®lo unos cuantos j¨®venes airados con pa?uelos verdes. El r¨¦gimen isl¨¢mico est¨¢ dividido en sus m¨¢s altas instancias, y la autoridad del L¨ªder Supremo est¨¢ m¨¢s en tela de juicio que nunca. Pilares del sistema isl¨¢mico como el ayatol¨¢ Hashemi Rafsanjani est¨¢n enzarzados en un conflicto con Ahmadineyad y la Guardia Revolucionaria, que son quienes tienen hoy m¨¢s influencia con el L¨ªder Supremo.
La expresi¨®n "reloj de la democracia" quiz¨¢ puede llevar a confusi¨®n. Ir¨¢n no va a ser a corto plazo una democracia liberal de estilo occidental (tampoco lo son Afganist¨¢n e Irak). Ahora bien, lo que todav¨ªa es posible es una mezcla de reforma y revoluci¨®n, lo que yo he llamado refoluci¨®n, que refuerce los elementos republicanos constitucionales en el extra?o sistema pol¨ªtico h¨ªbrido de la Rep¨²blica Isl¨¢mica y debilite los factores revolucionarios islamistas. Por ahora sucede lo contrario. Al apoyar con su autoridad teocr¨¢tica a Ahmadineyad y la Guardia Revolucionaria, el ayatol¨¢ Jamenei ha inclinado la balanza del lado revolucionario islamista. El mejor resultado probable de una "revoluci¨®n negociada" ser¨ªa que la balanza se inclinara decisivamente en el otro sentido: m¨¢s republicano y menos islamista.
Ser¨ªa un Ir¨¢n mejor para los iran¨ªes, pero ?ser¨ªa un Ir¨¢n mejor para el resto del mundo? Los esc¨¦pticos dicen que hay pocas pruebas de que los reformistas iran¨ªes sean menos nacionalistas en la cuesti¨®n nuclear. Un portavoz del movimiento verde, Mohsen Makhmalbaf, hizo p¨²blica una declaraci¨®n el 22 de septiembre en la que dec¨ªa que "el movimiento verde iran¨ª no quiere una bomba nuclear". Ser¨ªa ¨²til que los l¨ªderes de la oposici¨®n fueran m¨¢s espec¨ªficos: por ejemplo, que acepten la idea de la supervisi¨®n internacional neutral del ciclo de combustible en un programa nuclear de usos civiles, con el sobreentendido de que ese r¨¦gimen internacional se aplicar¨ªa a todas las potencias nucleares civiles, incluido EE UU, y no s¨®lo a Ir¨¢n.
Vuelvo a decir que hay serios l¨ªmites a lo que las democracias -y especialmente EE UU y Reino Unido- pueden hacer directamente para promover el cambio pol¨ªtico dentro de Ir¨¢n. Por eso es tan importante hacer mejor las cosas indirectas. Una de ellas la ha hecho ya el Gobierno brit¨¢nico al financiar el magn¨ªfico servicio de televisi¨®n e Internet de la BBC en persa, que, en menos de un a?o, se ha convertido en una fuente de noticias fiable e indispensable para los iran¨ªes.
Pero demasiado apoyo a la oposici¨®n por parte de Washington o Londres no har¨¢ m¨¢s que dar credibilidad a las afirmaciones que el bando de Ahmadineyad y la Guardia Revolucionaria hacen de todas formas de que los reformistas y el movimiento verde son herramientas de una conspiraci¨®n tramada por el Gran Sat¨¢n (Estados Unidos) y el Peque?o Sat¨¢n (Reino Unido); unas afirmaciones que encuentran cierta recepci¨®n en la opini¨®n p¨²blica, en parte porque es verdad que una vez hubo una conspiraci¨®n brit¨¢nico-norteamericana para derrocar al primer ministro iran¨ª Mohammad Mossadeq, hace medio siglo. Obama quiz¨¢ mostr¨® demasiado desapego en su reacci¨®n ante las protestas del verano, pero se trataba de calibrar la respuesta unos cuantos grados. En la ONU, el 23 de septiembre, habl¨® de "los derechos de las personas en todas partes a determinar su propio destino". Exactamente.
No debemos, pues, dar ninguna legitimidad a un presidente ileg¨ªtimo y que niega el Holocausto a cambio de unas negociaciones nucleares que todav¨ªa no han llegado a ninguna parte. No debemos apostarlo todo a la carta de la democracia, pero tampoco debemos hacerlo a la carta de la negociaci¨®n nuclear. Cada paso diplom¨¢tico que demos debe ser examinado para ver su posible efecto sobre el fisible proceso pol¨ªtico en el interior de Ir¨¢n. Si podemos aplicar unas sanciones nucleares m¨¢s estrictas dirigidas espec¨ªficamente a aumentar la presi¨®n sobre Ahmadineyad y la Guardia Revolucionaria, eso tendr¨¢ una doble ventaja; si la acci¨®n militar refuerza a los partidarios de la l¨ªnea dura, ¨¦se es otro argumento m¨¢s para no emprenderla.
Tal vez dentro de un a?o tengamos que reconocer que la represi¨®n ha acabado con la refoluci¨®n en Ir¨¢n, al menos por ahora. En ese caso, tendr¨ªamos que tratar con el presidente Ahmadineyad y un r¨¦gimen revolucionario islamista de la mejor forma posible: con negociaciones, presiones y contenci¨®n. Pero todav¨ªa no ha llegado ese momento. La lucha dentro de Ir¨¢n no ha terminado, ni mucho menos. Su resultado no depende de nosotros, pero, al menos, no debemos hacer nada que ayude al lado que no lo merece a ganar.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos y ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en el St. Antony's College, en Oxford.
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