?Estrellas pop o marionetas de las marcas?
A principios de 2002, el franc¨¦s Christian Audigier se encontr¨® con Britney Spears por la calle y le regal¨® una gorra de camionero de su firma Von Dutch. Pocos d¨ªas despu¨¦s se top¨® con Justin Timberlake en un club y le dio otra. Semanas m¨¢s tarde, la revista People anunciaba en portada la separaci¨®n de la pareja Disney. En las fotos, ambos luc¨ªan las gorras que el dise?ador les hab¨ªa regalado. Ahora el por entonces ignoto franc¨¦s posee un imperio que factura 250 millones de d¨®lares al a?o y acaba de comprar la ¨²ltima residencia de Michael Jackson en Los ?ngeles por 30 millones. Mientras, Britney negocia la salida de la bancarrota creativa y emocional y Timberlake anuncia un reality show en la MTV. La cultura actual est¨¢ basada en el mundo de las celebridades, asegura Audigier. A m¨ª me han ayudado mucho. Me han dado mucha exposici¨®n medi¨¢tica. Es un gran cumplido que Britney o Madonna lleven mis creaciones, sobre todo, si tenemos en cuenta que siempre he querido ser un rockero y que, ahora, por fin, voy a grabar mi disco. Si alguien se puede permitir grabar un disco hoy d¨ªa es, sin duda, un tipo que posee tantas marcas de ropa que incluso ha creado una feria entera en el que todos los stands pertenecen a diferentes divisiones de su compa?¨ªa.
La estrellas se desesperan por aparecer en los medios y no ofender a clientes potenciales
Y es que las cosas han cambiado mucho. Como apunta Michael Schmidt, de la firma Chrome Hearts, que ha realizado durante d¨¦cadas dise?os exclusivos para Cher o Tina Turner, anta?o, la ¨²nica manera que ten¨ªa un m¨²sico de poseer una pieza de ropa de dise?o era rob¨¢ndola. Las estrellas del rock han pasado de habitar un universo distante y antag¨®nico al de la moda de lujo a convertirse en piezas clave en las estrategias de marketing de las grandes firmas, para terminar hoy, en plena crisis de la industria, en meros t¨ªteres, piezas intercambiables de un star system formado por celebridades desesperadas por aparecer en los medios, por no molestar a ning¨²n cliente potencial y por no distinguirse lo m¨¢s m¨ªnimo cuando expriman sus tres segundos de exposici¨®n medi¨¢tica sobre cualquier alfombra roja. Tanto el propio Schmidt como la periodista de Los Angeles Times Emily Vesilind lloran la desaparici¨®n de la estrella de rock que se vest¨ªa sola, que era individualista y creativa, que pensaba en formar un ideario est¨¦tico propio tanto como en crear un sonido ¨²nico. Hoy, ni lo uno, ni mucho menos lo otro. La periodista cita como ejemplo la pasada entrega de los Grammy, donde era imposible diferenciar a un concursante de reality tipo Gran Hermano de una popstar. Los medios, seg¨²n ella, tampoco ayudan. La revista In Touch se quejaba, por ejemplo, de que Amy Winehouse no vest¨ªa como una ganadora de Grammy. Claro que no, ?vest¨ªa como una estrella de rock!. Patti
Smith, Johnny Rotten, Kurt Cobain, Michael Jackson Todos tomaron decisiones est¨¦ticamente cuando menos dudosas, pero, al menos, las tomaron ellos, y muchas terminaron asent¨¢ndose en el ideario estil¨ªstico global. La historia del rock es Nevermind, pero tambi¨¦n el jersey a rayas del v¨ªdeo de Smells like teen spirit.
Estas nuevas estrellas no tienen ni idea, apunta Tom Baker, sastre londinense que lleva d¨¦cadas vistiendo a artistas como Robert Plant o The Prodigy. Echo de menos sentarme con un m¨²sico que sepa lo que quiere, que est¨¦ seguro de la imagen que implica su m¨²sica y que, sobre todo, busque vestirse con algo original que no va a ver puesto en nadie m¨¢s. Hoy d¨ªa, quienes vienen a la tienda ya no son los artistas, son los estilistas, esas maravillosas criaturas con presupuesto que se encargan de todo esto, porque las estrellas no tienen tiempo. Pensar que The Killers deban mandar un empleado a comprarles la ropa, mientras el cantante de Led Zeppelin s¨ª puede pasar dos tardes enteras trabajando en un dise?o contigo es para partirse de risa. Pero, en fin, Dios bendiga a los estilistas y su tarjeta de cr¨¦dito. Ariadna Juli¨¤, estilista de artistas como Josh Rouse, Estopa o de algunos videoclips de Operaci¨®n triunfo, pone en perspectiva la melanc¨®lica generalizaci¨®n de Baker. Durante un tiempo, las marcas se pegaban por vestir a las bandas. Esto ha cambiado un poco en los ¨²ltimos a?os, recuerda. Hoy es complicado conseguir ropa para seg¨²n qui¨¦n. Las firmas son m¨¢s cuidadosas. En ocasiones he tenido que ir incluso yo a comprar la ropa para el artista. Lo que ha pasado es que ya s¨®lo los m¨¢s grandes parecen contar para las casas de moda.
Tal vez una prueba definitiva de que, en este partido, al menos, la moda se ha comido al estilo y que la insuficiencia comercial de la m¨²sica con respecto a otras industrias est¨¢ cada vez m¨¢s acentuada sea la apertura de una tienda del dise?ador John Varvatos en lo que fuera el neoyorquino CBGB. Donde hab¨ªa un club grasiento, hoy se levanta una tienda que explota el legado del anterior local, pero vende camisetas a 80 d¨®lares. Eso s¨ª, es una casa tan enrollada que programa conciertos, vende vinilos y todos sus dependientes son m¨²sicos. Para pagar el alquiler, debo vender cosas, se excusa Varvatos. Precisamente por no poder pagar el alquiler cerraron el CBGB.
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