¡®E-mail¡¯ y la pobreza de vocabulario
Lo que sucede ante nuestros ojos con la antiqu¨ªsima palabra ¡°correo¡± ejemplifica la reducci¨®n l¨¦xica de hoy
Las noticias sobre las comunicaciones entre los involucrados en el caso de Alberto Gonz¨¢lez Amador han recuperado en boca de periodistas y testigos un extranjerismo que hasta hace poco se evitaba en la prensa: e-mail o mail, traducible como ¡°e-correo¡± (que casi nadie usa), ¡°correo electr¨®nico¡± o simplemente ¡°correo¡± (pues el contexto hace innecesario el adjetivo). ?Hay alguna necesidad de este anglicismo? Ninguna. Ni siquiera el deseo de no repetir ¡°correo¡±, porque en muchas ocasiones este t¨¦rmino no se halla cerca y en otras aparece email como primera menci¨®n; y adem¨¢s siguen existiendo sin¨®nimos o hiper¨®nimos como ¡°mensaje¡±, ¡°texto¡±, ¡°comunicaci¨®n¡±¡ y todos los pronombres.
Bueno, s¨ª; existe el motivo de siempre: sentirse m¨¢s moderno y creer que se est¨¢ nombrando algo nuevo.
El vocablo ¡°correo¡± hab¨ªa resistido hasta ahora el paso de los siglos. Sin cambiar el significante, fue adoptando su significado a todos los sistemas de env¨ªo.
Su origen remoto se halla en el indoeuropeo kers, ¡°correr¡±. Aquella ra¨ªz ancestral derivar¨ªa milenios m¨¢s tarde en el verbo latino currere. A partir de ese infinitivo y de su presente curro tenemos hoy ¡°correr¡±, y ¡°corredor¡±, y ¡°correr¨ªa¡±¡ y ¡°correo¡±; y tambi¨¦n ¡°curr¨ªculo¡±: una carrerita. Y por el otro lado, a partir de su participio cursum nacieron nuestros ¡°cursor¡±, ¡°cursar¡±, ¡°concursar¡±, ¡°curso¡±¡.
Un correo fue aquel heroico soldado griego, Fil¨ªpides, que cubri¨® a toda pastilla ¨Co sea, corriendo¨C la distancia entre Marat¨®n y Atenas, unos 40 kil¨®metros, para anunciar la victoria sobre los persas y morir tras entregar su mensaje.
M¨¢s tarde los correos se desplazar¨ªan a caballo, como Miguel Strogoff, el correo del zar, que atraves¨® Siberia de la mano de Julio Verne. Pero no por eso dejaron de denominarse ¡°correos¡±. Y despu¨¦s en diligencia, sin que se alterara el nombre. Y luego, en tren, y en furgones, y en avi¨®n. Sin dejar nunca de llamarse correos. Hace bien poco se invent¨® la comunicaci¨®n electr¨®nica¡ Y hemos seguido hablando de ¡°correo¡± pese a los presumidos que repet¨ªan a cada rato email.
La ubicaci¨®n de las oficinas postales dio lugar en su d¨ªa a que centenares de v¨ªas urbanas se llamaran ¡°calle del Correo¡± en todo el mundo hisp¨¢nico. De momento, nadie ha propuesto actualizarlas con el nombre ¡°calle del E-mail¡±. Quiz¨¢s m¨¢s adelante.
Esta pervivencia hist¨®rica del significante ¡°correo¡± nos permite comprender hoy ¨Cy se lo permitir¨¢ a las generaciones futuras¨C un texto del XVII, pongamos por caso, donde se cuente que alguien recibi¨® un mensaje por correo. (La unidad y la coherencia del idioma nos ayudan a comunicarnos con el pasado).
Ahora bien, lo que est¨¢ sucediendo con esta vieja palabra sirve para ilustrar la reducci¨®n l¨¦xica que padecemos en nuestros tiempos. Con el correo postal, dec¨ªamos ¡°dame tu direcci¨®n¡±, pero ahora pedimos ¡°dame tu email¡±. Y cont¨¢bamos ¡°lo le¨ª ayer en su carta¡±, pero ahora anunciamos ¡°lo le¨ª ayer en su email¡±. Y comunic¨¢bamos ¡°me lleg¨® el otro d¨ªa al buz¨®n¡±, pero hoy afirmaremos ¡°me lleg¨® el otro d¨ªa al email¡±. Y ¡°lo envi¨¦ por correo¡±, pero actualmente contamos ¡°lo envi¨¦ por email¡±. O sea, que la frase de anta?o ¡°la carta la enviaron por correo a mi direcci¨®n y la recib¨ª en mi buz¨®n¡± se dir¨ªa ahora ¡°el email lo enviaron por email a mi email y lo recib¨ª en mi email¡±. O, lo que ser¨ªa igual de pobre, ¡°el correo lo enviaron por correo a mi correo y lo recib¨ª en mi correo¡±.
Pues nada, enhorabuena.
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