Honor a los h¨¦roes
Habil¨ªtese un pedestal. S¨²banse a ¨¦l los tres toreros del cartel y r¨ªndansele los honores reservados a los h¨¦roes. Ah¨ª va a sus pies un simb¨®lico sombrero en se?al de respeto y admiraci¨®n. Una machada ya es estar anunciado en esta feria sin m¨¢s recomendaciones que su entrega, su valor y sus deseos de triunfo sobradamente demostrados ante corridas duras en tardes trascendentales para su futuro. Los tres, en mayor o menor medida, han renacido de sus propias cenizas, han superado largas noches de insomnio y han vuelto a alcanzar la meta de vestirse de toreros con toda dignidad.
Y se fajaron, una vez m¨¢s, con una corrida dificultosa, ¨¢spera y bronca. Y salieron airosos sin cortar orejas; triunfadores sin trofeos, pero con el respeto debido a quienes en tiempos de tanta fragilidad torera se juegan la vida sin cuento, superan el peligro con una desmedida entrega y aguantan impert¨¦rritos los tornillazos y las asperezas de sus oponentes sin que se les cambie el semblante.
MART?N / MORENO, URDIALES, AGUILAR
Cinco toros de Victorino Mart¨ªn -el tercero, devuelto-, desiguales de presentaci¨®n, mansos, blandos, ¨¢speros y broncos; el sobrero, de Julio de la Puerta, gordo y manso. El sexto, de Carriquiri, serio, con cuajo y descastado. Jos¨¦ Luis Moreno: estocada -aviso- (ovaci¨®n); -aviso- estocada (ovaci¨®n). Diego Urdiales: pinchazo y estocada (vuelta); estocada (ovaci¨®n).
Sergio Aguilar: dos pinchazos y estocada -aviso- (silencio); estocada ca¨ªda (ovaci¨®n).
Plaza de Las Ventas, 4 de octubre. ?ltima de la Feria de Oto?o. Lleno.
La corrida de Victorino no fue buena ni brava ni encastada
La corrida de Victorino Mart¨ªn no fue buena; ni brava ni encastada. Por el contrario, derroch¨® mansedumbre, soser¨ªa y falta de clase, y la presentaci¨®n, en general, estuvo cogida con alfileres. Ninguno se emple¨® en ning¨²n tercio y todos plantearon complicaciones, muchas insalvables, a los toreros. Para colmo de males -esto es m¨¢s grave a¨²n-, el ganadero no fue capaz de completar la corrida, y el tercero fue devuelto por inv¨¢lido. Quede constancia, no obstante, de que el toro de Victorino, incluso el malo, tiene la virtud de ser un toro, lo que ya es un milagro en el pozo de podredumbre en que se ha convertido la caba?a brava.
As¨ª las cosas, ante toros que no ofrecieron facilidades, sin fijeza ni recorrido, sin nobleza ni calidad, incluidos el sobrero y el sexto de Carriquiri, se la jugaron con motivaci¨®n, con entrega, con verg¨¹enza y con torer¨ªa los se?ores Moreno, Urdiales y Aguilar, a quienes los que ocupan los oscuros despachos del toreo no les tendr¨¢n en cuenta, con toda seguridad, su arrojo y su pundonor.
Hab¨ªa que ver a Diego Urdiales en una pelea sin cuartel con el lote m¨¢s peligroso, sin perderle nunca la cara a su primero, que se revolv¨ªa en el espacio de una moneda buscando el cuello del torero; guapo fue el quinto, de preciosa estampa, pero no admiti¨® un pase, y all¨¢ que se perfil¨® el torero de Arnedo y cobr¨® una estocada hasta la bola, parecida al estoconazo con el que tumb¨® a su primero. Hab¨ªa que ver a Moreno con el lote m¨¢s desabrido, con oficio y seguridad, robando muletazos estimables a dos toros inservibles. Y a Sergio Aguilar, que no tore¨® ning¨²n Victorino, pero arranc¨® naturales largos al buey primero, y derechazos muy meritorios al ¨²ltimo. Que no se bajen del pedestal los tres toreros, y que reciban los honores que merecen su valor y su categor¨ªa torera.
Babelia
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