"Pocas madres dan soja transg¨¦nica a sus hijos"
Hemos quedado a almorzar en un restaurante vegetariano muy peque?o en el mercado de productos naturales que se ha levantado en un viejo galp¨®n en La Chacarita. Parece lo apropiado porque el comensal es uno de los mayores representantes del movimiento ecologista en Argentina, Carlos Vicente, un farmac¨¦utico de 51 a?os que dirige GRAIN, una ONG dedicada a apoyar sistemas alimentarios basados en la biodiversidad. Vicente no es muy vegetariano que se diga, pero come sin rechistar las tartas de berenjenas y espinacas que nos ofrecen. Afortunadamente, existe tambi¨¦n el vino ecol¨®gico, que permite regar la comida con algo de alegr¨ªa. Carlos tiene claro de qu¨¦ quiere hablar: del cultivo de la soja transg¨¦nica, que en Argentina ocupar¨¢ este a?o, afirma, unos 20 millones de hect¨¢reas, sobre un total de 35 millones de superficie cultivable.
Es ecologista y lucha en Argentina por la soberan¨ªa alimentaria y la biodiversidad
La mayor¨ªa de los argentinos sabe lo que es la siembra directa y el glifosato (un herbicida que mata todo, menos la soja transg¨¦nica), han o¨ªdo hablar de la Rep¨²blica Unida de la Soja y est¨¢n seguros de que cuando suenen las campanadas de fin de a?o el primer anuncio no ser¨¢ de una marca de coches, como en el resto del mundo, sino de un fertilizante. "El campo ha tenido siempre mucha importancia, por su capacidad para generar movimiento econ¨®mico, pero lo que ocurre ahora es que la soja se ha convertido pr¨¢cticamente en un monocultivo", explica. "Todo est¨¢ relacionado con la llegada de la soja transg¨¦nica, desarrollada por una multinacional, Monsanto, que ha desplazado a la soja cl¨¢sica y ha roto la frontera agr¨ªcola, eliminando bosques y otros cultivos". Y se lamenta: "Han desaparecido los estupendos frutales de San Pedro y por primera vez se est¨¢ metiendo ganado en establos para poder dedicar los pastos a cultivo".La expresi¨®n Rep¨²blica Unida de la Soja para designar el enorme territorio transfronterizo (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) cultivado con el mismo tipo de semilla, no fue inventada por una ONG, sino por una empresa qu¨ªmica, orgullosa de "controlar" una extensi¨®n tan formidable. "Frente a esa dependencia, nosotros defendemos el concepto de soberan¨ªa alimentaria", mantiene Vicente.
La soja se vende muy bien en Asia, que la necesita para alimentar el ganado, y ayuda a meter millones de divisas en Argentina. ?Qu¨¦ tiene de malo? "Nada, si no fuera porque esa soja transg¨¦nica se est¨¢ convirtiendo en un monocultivo, porque no se rotan los cultivos y porque la tierra se est¨¢ empobreciendo demasiado".
Vicente vive en Marcos Paz, una localidad agr¨ªcola a 42 kil¨®metros de la capital federal y a 200 metros de un sojal. Y eso tiene inconvenientes, explica. Primero, porque los sojales se fumigan con glifosato, que arrasa la maleza y cualquier otro tipo de vegetaci¨®n. Imposible pensar en una huerta, por ejemplo. Y segundo, porque ataca a los anfibios, y como no hay ranas que se coman los mosquitos, ahora es mayor el riesgo de epidemia de dengue. Grain exige que se impida fumigar entre 500 metros y dos kil¨®metros en torno a zonas urbanas.
Le sugiero a Vicente pedir unas hamburguesas de soja, pero no le parecen atractivas. "Las hamburguesas de soja transg¨¦nica est¨¢n en todos los mercados, pero le aseguro que muy pocas madres se la dan a sus hijos", sentencia. Mejor nos dedicamos a la ensalada.
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