La calle es nuestra
Pistola en mano, las bandas latinas pelean por la supremac¨ªa en ciudades como Madrid, Barcelona y Valencia. Es a vida o muerte. Los pandilleros cuentan la lucha en primera persona
Dice: "Tengo pesadillas". Dice: "Cualquier d¨ªa me van a coser a tiros en la puerta de mi casa". Se llama Pablo, alias King Kong, tiene 18 a?os y durante tres perteneci¨® a Los Trinitarios, una de las bandas latinas que hoy dominan las calles de las grandes ciudades. Pablo est¨¢ amenazado de muerte desde que abandon¨® la pandilla hace ahora algo m¨¢s de un a?o. Vive recluido en la casa de sus abuelos, situada en la cara b de la ciudad, en uno de esos barrios de Madrid donde muchos bajan el rostro al ver pasar un coche patrulla.
Llueve esta tarde en la ciudad. Un tipo calado hasta los huesos y fumando un cigarrillo pregunta en una esquina si quieres marihuana o coca¨ªna. Al lado, los parados que a menudo pasan los d¨ªas en el parque se resguardan en los soportales del edificio. Aqu¨ª, Pablo, entre la gente de su barrio, se siente seguro, y de ah¨ª que aparezca con aire chulesco. Aunque no siempre fue ¨¦ste su porte; en el colegio se re¨ªan de ¨¦l. "Aprend¨ª pronto que necesitaba protecci¨®n para sentirme seguro", suelta. Cuesti¨®n de supervivencia. No conoce a su padre, salvo por un v¨ªdeo casero en el que aparece durante la jura de bandera de su t¨ªo. La vida no ha sido precisamente un regalo para el chico. Era t¨ªmido y le costaba bailar en las discotecas. Apoyado en la barra de un antro latino, a principios de 2007, conoci¨® a unos muchachos que le hablaron de lealtad y amistad. Del amor a una patria en el exilio. A ¨¦l, tan solitario siempre, le gust¨® la idea y empez¨® a salir con ellos. Poco a poco fue entrando en el clan de Los Trinitarios.
Antes mandaban Latin King y ?etas. Eso es historia. Las bandas de dominicanos se han hecho con el control
El latin king ?scar recibi¨® una pu?alada en el metro a manos de un ?eta. La guerra acababa de empezar
Las pandillas nacieron para ayudar a los presos, pero acabaron asesinando y traficando con droga y armas
"De los trinitarios no se sale... al menos vivo", fue la amenaza que recibi¨® un chico que abandon¨® la banda
"Esto es jauja. Van a venir m¨¢s bandas. Incluida la c¨¢rcel, es el para¨ªso comparado con mi tierra"
"Ser¨ªa un error aplicar deportaciones masivas, como en EE UU. Es mejor crear canchas de deporte", dice un experto
No tardaron en ponerle a prueba. Pablo recuerda que tuvo que ir junto a otros veinte por el barrio de la Elipa en busca de j¨®venes de otra pandilla. Encontraron a cinco en el interior de un coche y les persiguieron con piedras y cadenas mientras ellos intentaban huir a toda velocidad por una avenida. Fue su bautismo de fuego. En abril se incorpor¨® a la banda mediante un juramento en el que estaba presente Santiago Marrero, alias Juanchito, que era su jefe directo, y un tal Tonitoca, fundador del grupo en Espa?a. Ya se pod¨ªa considerar uno de ellos. Ahora era un soldado. "Patria o muerte", tuvo que decir.
En la calle antes mandaban los Latin Kings y los ?etas. Impon¨ªan su ley y ense?aban sus cicatrices. Los dos grupos protagonizaron una guerra de bandas entre 2005 y 2006. El cuerpo desangrado en el suelo del pandillero Ram¨®n Emilio Le¨®n Luz¨®n, apu?alado en Madrid el 5 de febrero de 2006, es el s¨ªmbolo m¨¢s cruel del enfrentamiento. El trabajo de la polic¨ªa con la deportaci¨®n y el encarcelamiento de los jefes les fue debilitando. Basta con darse una vuelta por Usera, Latina o Vallecas, barrios del sur de Madrid, para ver a los sucesores, menores de edad, antiguos soldados rasos, convertidos desde hace poco en l¨ªderes. Estos chicos con pocos pelos en la barba han tenido que luchar por mantener sus esquinas, casi solos, sin protecci¨®n, muchos con un cuchillo robado de la cocina de casa.
El vac¨ªo de poder lo han aprovechado Los Trinitarios y los Dominican Dont Play (DDP, los dominicanos no juegan) para imponer su liderazgo. Las dos bandas proceden de la Rep¨²blica Dominicana y han cambiado la filosof¨ªa de la calle. Ya no hacen tanta gala de los tatuajes, ni van vestidos como raperos sacados de un videoclip de Daddy Yankee. Eso les hac¨ªa identificables. En los ¨²ltimos tres a?os se ha triplicado el n¨²mero de pandilleros violentos. DDP cuenta con m¨¢s de 500 miembros y seg¨²n la polic¨ªa maneja el menudeo de droga. El a?o pasado fueron detenidos 58, cinco de ellos por intento de homicidio. Una veintena acab¨® entre rejas. Odian a los Los Trinitarios, que cuentan con un centenar de soldados en varias ciudades, como Madrid, Barcelona, y Valencia, y se centran m¨¢s en cultivar su fama de violentos.
Tonitoca, antiguo miembro de DDP, fue el fundador de Los Trinitarios en Espa?a. Consta en los archivos policiales. Tonitoca viaj¨® hace a?os a la Rep¨²blica Dominicana y en una c¨¢rcel de all¨ª, donde el l¨ªder supremo cumple condena por varios asesinatos, recibi¨® la bendici¨®n para ampliar la influencia de la banda. La mano derecha de Tonitoca ha sido durante mucho tiempo Pascual, jefe de la pandilla en Getafe, un chaval que estudiaba energ¨ªas renovables por la ma?ana y por la tarde daba palizas y robaba acompa?ado de los soldados que iba reclutando. Tiene madera de l¨ªder, es carism¨¢tico y se preocupaba mucho por los problemas de su gente. Otro miembro importante de la banda es Juanchito, encargado de Pablo, el de las pesadillas, al que la polic¨ªa califica como "un soci¨®pata" muy violento. El resto de la banda lo integran j¨®venes con motes como Velo Velo, Cuba, J¨²nior, Eduard o Chicle.
Miembros de la banda aseguran que Tonitoca se hab¨ªa hartado de liderar la pandilla. Tem¨ªa ser devorado por el monstruo que ¨¦l mismo hab¨ªa creado. Los Trinitarios no le perdonaron que les dejase tirados y, como represalia, decidieron el pasado verano matar a Isaac Natanael, un ¨ªntimo suyo. Encima, Isaac, adem¨¢s de cantante de rock, era un supuesto jefe intermedio de DDP. Los Trinitarios esperaron a que Isaac Natanael saliera de una discoteca en Azca, un centro financiero de d¨ªa, al lado del estadio Santiago Bernab¨¦u, que por la noche est¨¢ lleno de locales muy problem¨¢ticos. Rodearon a Isaac, y ¨¦l, acompa?ado de una chica con la que hab¨ªa tenido un hijo hac¨ªa 15 d¨ªas, intent¨® huir. Lleg¨® a la calle, donde cruz¨® un paso de cebra. Hay una parada de taxis justo ah¨ª. Quiz¨¢ pretend¨ªa coger uno. El caso es que recibi¨® un disparo en la cabeza que acab¨® con su vida. Era 29 de agosto y estaban a punto de dar las cinco de la ma?ana. Hac¨ªa una noche negr¨ªsima. Isaac Natanael s¨®lo ten¨ªa 17 a?os.
Tras el crimen de Azca, Los Trinitarios han estado escondidos. La polic¨ªa ha detenido a cinco de ellos por su implicaci¨®n en el asesinato. El supuesto autor del dispar¨® que acab¨® con la vida de Isaac es un menor que ascendi¨® muy r¨¢pido en el escalaf¨®n por su agresividad. No le temblaba el pulso mientras empu?aba un arma. Los jefes sab¨ªan que a ¨¦l no le iba a caer una pena muy severa.
Pablo, el soldado arrepentido, fue amigo y hermano de todos ellos. Ya ha dejado de llover y en la puerta de su casa todo est¨¢ lleno de barro. Va con su madre al lado, diminuta en comparaci¨®n con ¨¦l, grande como un armario, y dice que en la calle rige la ley del 20 contra 1. "Si est¨¢s dentro de una banda, siempre tienes que ir en grupo. Si no, est¨¢s muerto", explica.
Pablo tambi¨¦n fue un mandado dispuesto a matar. Ten¨ªa fe ciega en el clan. Los Trinitarios se sienten miembros de una especie de di¨¢spora obligada por la miseria de su pa¨ªs. Siempre se saludan con la contrase?a "Amor de patria", y su nombre lo adoptan del apelativo que se les dio a los fundadores de la Rep¨²blica Dominicana. La gente recuerda que el a?o pasado las autoridades les pidieron que no usurparan el nombre de los h¨¦roes de su pa¨ªs. A ellos les da igual, piensan que nadie metido en una oficina les puede mandar nada.
En su ¨¦poca de soldado, Pablo buscaba dinero hasta debajo de las piedras para pagar las cuotas. Robaba en establecimientos o atracaba a gente. En casa no sobraba el dinero. La madre estaba en paro y viv¨ªa toda la familia de la pensi¨®n del abuelo. En esa ¨¦poca acab¨® rob¨¢ndole al abuelo una c¨¢mara de fotos y un DVD nuevo. Los problemas en el hogar eran terribles. "No te escuchaba", dice la madre, "estaba como en una secta. Cambi¨® de repente, era otro chico. Violento, mal hablado. Le ten¨ªa miedo". Pablo so?aba con subir en el escalaf¨®n de los trinitarios, ser un aut¨¦ntico capo, pero para eso hab¨ªa que pelar mucho. Y ser fr¨ªo y no tener muchos escr¨²pulos.
Poco a poco, Pablo se fue desencantando. No puede concretar la fecha exacta, pero recuerda que de repente empez¨® a no gustarle nada la violencia extrema que utilizaban. En una ocasi¨®n, mientras varios soldados pegaban con bates de b¨¦isbol a dos miembros de los DDP, Pablo se qued¨® paralizado. "Descubr¨ª ah¨ª el horror. No aguantaba tanta sangre y palos". Ten¨ªa ganas, relata, de arrancarse los ojos y estrujarlos. No entrar en aquella pelea le cost¨® una paliza. Fue una humillaci¨®n. Entonces dej¨® de ir a las reuniones del grupo. Una noche encontr¨® este mensaje en su e-mail: "De Los Trinitarios cuando se entra no se sale. Al menos vivo". Los Trinitarios apelan a la ley del silencio y la fidelidad eterna al clan. Aquello le aterroriz¨®: "S¨¦ c¨®mo se las gastan".
Semanas despu¨¦s se cruz¨® con Juanchito en una discoteca y se lo dej¨® dicho por segunda vez: "No faltes m¨¢s... o donde te pille, te mato. No lo olvides". Pablo y su madre fueron a comisar¨ªa a denunciar las amenazas. Identific¨® a muchos antiguos amigos, fue un trance doloroso. Por si acaso, la polic¨ªa, que ha visto como desde 2005 han muerto siete personas por problemas en las pandillas, le ense?¨® dos pistolas. Una de verdad y otra de fogueo. Quer¨ªan saber si lo que contaba no era una f¨¢bula. No pesta?e¨® y diferenci¨® la verdadera. Se le dio protecci¨®n a ¨¦l y a su familia. Pablo entr¨® en un centro de menores de r¨¦gimen cerrado donde estuvo casi un a?o, pero ahora est¨¢ fuera y la amenaza sigue ah¨ª. Los Trinitarios no le van a perdonar nunca. Siempre estar¨¢ en la diana. El chico est¨¢ pensando presentarse en un futuro a las oposiciones de polic¨ªa, lo ve como una salida. Aunque aclara: "Si la guerra de bandas se desata, me tendr¨¦ que posicionar en una de ellas. Es la ¨²nica forma de mantenerme con vida".
Nadie quiere una guerra ah¨ª fuera. A Carles Feixa, gafas y barba de tres d¨ªas, los pandilleros siempre le han confundido con un polic¨ªa, o lo que es mucho peor, con un periodista. Este profesor de Antropolog¨ªa de la Universidad de Lleida lleva a?os trabajando con j¨®venes involucrados en las bandas. "Los grupos juveniles viven primero un proceso de expansi¨®n, despu¨¦s, uno de conflicto y normalizaci¨®n", se?ala. Feixa explica que la particularidad de los DDP y Los Trinitarios es su origen, donde se mezcla la identidad latina y la afroamericana, a lo que se a?ade un fuerte sentimiento nacional. "La falta de alternativas puede convertirlos en carne de ca?¨®n y en grupos violentos. Pero all¨ª donde se les ha dado voz se ha demostrado que puede haber evoluciones semejantes a ?etas y Latin Kings", agrega. Estos ¨²ltimos han creado asociaciones en Barcelona y cooperan con organizaciones de inmigrantes en Madrid. Feixa cree ciegamente que ¨¦se es el camino, pues es mejor habilitar canchas de deporte que abrir m¨¢s c¨¢rceles para ellos. Para ¨¦l, ser¨ªa un error aplicar las deportaciones masivas, como ocurri¨® con el caso de las maras centroamericanas en los 90. Tambi¨¦n ser¨ªa muy problem¨¢tico, sin duda, copiar a Estados Unidos: "El sistema penal para los j¨®venes de las minor¨ªas de all¨ª es una f¨¢brica de delincuentes".
Daniel Guerra, misionero durante 20 a?os en la Rep¨²blica Dominicana, lucha para que no sea as¨ª. El p¨¢rroco es una autoridad moral entre los dominicanos inmigrantes. Los pandilleros, muy creyentes, le conocen y le muestran respeto. El padre Daniel sufre de ci¨¢tica, por eso ha tenido que ir dejando el trabajo de calle. Lamenta lo que pasa con estos j¨®venes: "Sufren el desarraigo, los padres se marchan a las siete a trabajar, se quedan solos, en la calle... No van al cole y acaban en manos de los pandilleros".
Las bandas dominicanas entraron en la ciudad hace a?os como un elefante en una cacharrer¨ªa: haciendo mucho ruido. Lo pagaron los j¨®venes pandilleros de Latin King y ?etas que de repente se hab¨ªan quedado sin el mando de sus jefes, ahora encarcelados. Recibieron palizas y amenazas. Las discotecas donde antes bailaban cumbia pasaron a manos de los dominicanos, y se impuso la bachata y el reguet¨®n.
?scar Isa¨ªas aguant¨® como pudo la invasi¨®n de los dominicanos. Miembro de Latin Kings, desde peque?o supo ganarse la vida por s¨ª solo. Cada tarde se acercaba a la estaci¨®n de autobuses de Getafe a esperar a que el conductor de un autob¨²s terminase su ruta y fuese a tomar un caf¨¦. El ni?o accionaba entonces las puertas del coche y se llevaba la recaudaci¨®n. Despu¨¦s se especializ¨® en el robo de coches. Era capaz de hacer un puente en menos de un minuto. No hab¨ªa cumplido a¨²n los 13.
La madre se part¨ªa mientras el lomo en un almac¨¦n de muebles y el padrastro se pasaba el d¨ªa trabajando de mozo de almac¨¦n. ?l se cri¨® en un parque. Se junt¨® con otros chicos de su edad que, c¨®mo ¨¦l, hab¨ªan nacido lejos, en Ecuador o Per¨². Durante a?os ha sido miembro de un coro, como se llama a las facciones de Latin Kings. En cada coro hay un jefe encargado de recaudar 10 euros mensuales por miembro. Dice que utilizan el dinero para comprar collares y ropa, aunque tambi¨¦n para abogados, por si alguno se mete en un l¨ªo. Y ¨¦l sabe de sobra lo que es tener problemas. La etapa en la que entr¨® en la banda la recuerda llena de violencia: "Me daba seguridad ir armado. En cualquier momento te pod¨ªas cruzar con otros chicos y darte de golpes".
?scar Isa¨ªas se sent¨ªa hace dos a?os muy poderoso. Nadie se atrev¨ªa a aguantarle la mirada. Bajo la camiseta de rapero llevaba siempre un machete o una pistola de fogueo. ?Qui¨¦n le iba a toser? Hasta que se cruz¨® en el metro con Los Trinitarios. "Me amenazaron y me qued¨¦ helado. Los dominicanos son ahora los jefes de todo esto". Tiempo despu¨¦s, en la estaci¨®n de Carabanchel se cruz¨® con otro pandillero, pero ¨¦ste con los ojos rojos, sudoroso y un cuchillo en el bolsillo. Era un ?eta de 21 a?os. Discutieron. El ?eta le clav¨® el cuchillo en el muslo. "S¨®lo recuerdo que me llevaron al hospital".
Lo siguiente fue estar en comisar¨ªa con su madre, y a fe que lo pas¨® mal. La madre estaba harta de que ?scar Isa¨ªas llegase tarde a casa, fumase porros, se encerrase durante horas en el cuarto y no fuese nunca a la escuela. En toda madre hay un detective, y ella lo hab¨ªa visto merodear por ah¨ª con "ropas raras", y at¨® cabos. "Mi hijo est¨¢ en una banda. Ay¨²denme", le dijo a la polic¨ªa.
?scar Isa¨ªas ya es mayor de edad y estudia por las tardes soldadura. Viene a la cita con iPod y pendiente de que no le vea nadie. Aclara antes que nada que Latin Kings no es una banda, es una "naci¨®n". El chico est¨¢ en libertad vigilada. Tiene antecedentes policiales por robo, atraco, agresi¨®n y tenencia il¨ªcita de armas. "Esto es jauja. Van a venir muchos m¨¢s pandilleros. Esto, incluida la c¨¢rcel, es el para¨ªso comparado con mi tierra", dice. Sabe que ahora Latin Kings no tiene el mando. Eric Javier Velastegui, llamado El Padrino y fundador del movimiento en Espa?a, est¨¢ preso por secuestro y violaci¨®n. "No dominamos ya tanto aqu¨ª fuera", afirma, y se?ala el trozo de calle que se ve desde la cristalera de un bar.
La historia de las pandillas comenz¨® en las c¨¢rceles de Estados Unidos y Latinoam¨¦rica. All¨ª se crearon grupos para ayudar a los presos que malviv¨ªan en celdas llenas de ratas y donde recib¨ªan un trato denigrante, pero acabaron convirtiendose en una especie de mafia que traficaba con droga, asesinaba y manejaba el tr¨¢fico de armas.
Coronel L. entr¨® en los ?etas porque quer¨ªa ayudar a los pobres diablos que se pudr¨ªan en las c¨¢rceles de Ecuador. Coronel se recuerda en 1995 luchando con machetes y pistolas por las calles de la colonia Mapasingue, un barrio de Guayaquil. No era precisamente aquello una zona residencial, all¨ª, dice Coronel que se escuchaban disparos a cada rato. No se lo pens¨® dos veces a la hora de participar en una lucha que consideraba "justa". Era fuerte y valiente y lo eligieron como mat¨®n. Estuvo muchos a?os en la banda y asegura que durante ese tiempo crey¨® en los ideales que propagaban. "Filosof¨ªa de vida, la humildad, en contra del abuso, el amor al pr¨®jimo, las leyes en general...", enumera. Eso inclu¨ªa hacerse respetar por las bandas rivales porque ellos pose¨ªan "el mensaje verdadero". Piensa ahora que todo eso era palabrer¨ªa. Y m¨¢s despu¨¦s de verle tan de cerca la cara a la muerte. Se enfrent¨® en ese tiempo a un rival armado con una escopeta recortada. En el forcejeo cay¨® al suelo, pero le dio tiempo a ponerse de lado y esquivar el disparo. Le qued¨® una cicatriz en el abdomen que considera una marca de fuego. A sus 30 a?os lleva seis en Espa?a, donde trabaja en la construcci¨®n. Lo ¨²nico que le queda de aquella ¨¦poca son costurones, s¨®lo eso.
Todas estas historias sonaban hace poco a f¨¢bula en los centros de menores, antes llenos de adolescentes con problemas en casa y chicos marroqu¨ªes que hab¨ªan llegado en patera. Los pandilleros dec¨ªan a sus educadores que pertenec¨ªan a una "naci¨®n" y que estaban dispuestos a morir. No estaban mintiendo. Era cierto y tuvieron que aprender a tratarlos. Pablo, el soldado desertor de Los Trinitarios, estuvo un a?o en un centro de r¨¦gimen cerrado porque se tem¨ªa por su vida. Cuenta una de sus pesadillas: "Bajo de casa un d¨ªa que parece domingo, pero no lo es. Lo parece porque la calle est¨¢ vac¨ªa y las tiendas cerradas. De repente escucho voces y vienen muchos pandilleros a matarme. Me veo a m¨ª mismo muerto en el suelo. Me han pegado seis tiros". Sigue con miedo. La amenaza se mantiene en pie. Est¨¢ atento a cada coche que pasa por su lado, a cada paso que escucha a sus espaldas. ?Ha merecido la pena abandonar la banda? "S¨ª, claro. Mi vida se parece a una c¨¢rcel, pero nunca he sido tan libre en mi pu?etera vida".
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