Zen mediterr¨¢neo
El Capricho de la Portuguesa, un delicioso hotel rural entre los cerezos del alicantino Vall Gallinera
As¨ª se llama porque su propietario, Juan Jos¨¦ Gimeno, qued¨® prendado de la portuguesa Silvia da Silva entre los cerezos de la Vall de Gallinera, y de aquel amor surgi¨® el arrebato matrimonial de la hospitalidad. Hay que caer por la calleja del Trinquet, en Beniali, para recordar ese olor a n¨ªspero y a picota dulce. Detenerse ante el vetusto caser¨®n encalado de blanco y ocre que anuncia con sutilezas de olivo y azahar el hospedaje. Traspasar sin pudor el port¨®n, inquietante al fondo de la calle. Escurrirse casi de inc¨®gnito hasta el patio interior, a?adir a la pituitaria el aroma a jazm¨ªn y a los o¨ªdos, el gorgoteo m¨ªnimo del agua. Husmear con curiosidad intelectual en los salones de la vieja almazara -tres siglos la contemplan- antes de emprender, escaleras abajo, el itinerario termol¨²dico a que invita el fin de semana en la casa.
El Capricho de la Portuguesa
Puntuaci¨®n: 7
Categor¨ªa oficial: sin clasificaci¨®n oficial. Direcci¨®n: Trinquet, 7. Beniali (Alicante). Tel¨¦fonos: 966 40 66 74 y 639 69 06 38. Fax: 966 40 66 74. Internet: www.elcaprichodelaportuguesa.com. Instalaciones: patio interior, spa, sal¨®n de lectura, sala de desayunos. Habitaciones: 7 dobles. Servicios: hotel no adaptado para discapacitados; no admite animales; no se ofrecen comidas, pero se recomienda el restaurante Sabors, en el centro del pueblo. Precios: desde 95 euros + 7% IVA; desayuno, 6 euros + 7% IVA; uso zona de aguas, 15 euros + 7% IVA por persona.
Siete habitaciones
Porque antes de todo esto, el ama de llaves, cuando no el propietario o su c¨®nyuge portuguesa, habr¨¢n asistido al viajero y luego aposentado en alguna de sus siete habitaciones, a cual m¨¢s amorosa. Flor de Pasi¨®n, en la primera planta, de color magenta intenso que arrebata. La Blanca, abuhardillada y, por ende, rom¨¢ntica. Iba a ser toda blanca, pero cambiaron de opini¨®n a ¨²ltima hora. Acogedora y envolvente. Al Azraq El Blavet, evocaci¨®n de la presencia ¨¢rabe en el valle. Beniali, ambientada en el azul mediterr¨¢neo de la localidad que la acoge. La Fosca, oscura pues antiguamente la ocupaba un granero, y as¨ª se ha quedado. Imperio Kitsch, luminosa y un tanto peque?a, la verdad. Por ¨²ltimo, La Provence, porque el paisaje a su alrededor lo recuerda y porque all¨ª vivi¨® un tiempo el matrimonio Gimeno.
Abiertas las ventanas de par en par casi todo el a?o, el desayuno es un fest¨ªn de elaboraciones mediterr¨¢neas con arom¨¢tica presencia frutal. Constituye un equilibrado preludio del momento spa que nadie deber¨ªa soslayar durante al menos una hora larga. Ahora s¨ª que vale la pena ahondar en el descubrimiento de la casa, escaleras abajo. Una b¨®veda abriga el sal¨®n de masajes, y luego otra sala hierve a toda burbuja con su alberca de terapia auditiva y crom¨¢tica. Sin duda, el colof¨®n de los sentidos es la piscina excavada en el antiguo aljibe de la almazara, debajo de cuya c¨²pula el hu¨¦sped se entretiene modulando coloraturas vocales que reverberan atronadoramente en las paredes. ?C¨®mo no relajarse en semejante abdomen balneario!
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