Vanguardia en la iglesia del barrio
Santa Ana, en Moratalaz, fue proyectada por Fisac en honor a su hija muerta
"Yo soy hijo de la Iglesia. Una cosa distinta es si se me pregunta si creo que es una buena madre; yo creo que no, pero es mi madre". Miguel Fisac se explicaba muy claro.
La cita es de su ¨²ltima entrevista, grabada poco antes de su muerte a los 92 a?os y emitida de forma p¨®stuma en el programa Ep¨ªlogo de Canal +. Gracias a YouTube se puede seguir disfrutando de sus opiniones sobre el arte ("la gente se compra un Chagall por lo que vale, lo qu¨¦ es importa un r¨¢bano"); el amor ("lo tuve en invernadero mucho rato, no me merezco a mi mujer"), o el Opus Dei, al que perteneci¨® desde su fundaci¨®n hasta 1955. "Estuve 19 a?os queriendo marcharme", dice sin pesta?ear.
Fisac se explicaba muy claro de palabra, pero tambi¨¦n de obra. En su legado hay medi¨¢ticas joyas desaparecidas, como la Pagoda -derribada en 1999-, y tesoros desconocidos, como Santa Ana y la Esperanza, una peque?a parroquia popular en el barrio de Moratalaz.
La proyect¨® en 1965, en homenaje a su hija Anaick, que muri¨® con seis a?os por una partida de vacunas de polio en mal estado. Junto al sagrario, la escultura de una ni?a sujeta una vela en su honor, pero en toda la iglesia se nota una atm¨®sfera de cari?o y una sobriedad como de cueva paleocristiana. "Fisac ten¨ªa una religiosidad rotunda y sencilla", explica Fernando S¨¢nchez Mora, que colabor¨® con el maestro en sus ¨²ltimos a?os. "Y a algunos, lo austero les parece pobre...", dice, se?alando los actuales toques decorativos que rompen las po¨¦ticas l¨ªneas de la obra original: p¨®sters de "Dios te ama" o "Pescador de hombres" pegados sobre el hormig¨®n visto, una m¨¢quina de velitas el¨¦ctricas o un infantil dibujo del ni?o Jes¨²s sobre el sobrio altar. A las ventanas les han salido unas feas rejas, un cartel de colores rompe la visi¨®n de la fachada, y lo peor: las vidrieras de Fisac, formadas por abstractas escamas azules, han sido sustituidas por otras m¨¢s convencionales en las que un obispo saluda o una paloma baja del cielo. Seg¨²n su hija Taciana, Fisac dej¨® de ir a esta iglesia, donde hicieron la comuni¨®n sus ni?os, porque le horrorizaban este tipo de pegotes.
Aun as¨ª, para una iglesia de barrio, Santa Ana sigue siendo un cat¨¢logo de vanguardia y personalidad arquitect¨®nica. Un poema de aire y hormig¨®n que no se parece a nada. La cubierta, patente del arquitecto, est¨¢ hecha con huecas vigas-hueso; la planta tiene forma de pez manta o de murci¨¦lago. "No pienso una soluci¨®n est¨¦tica y luego me sale as¨ª", dec¨ªa Fisac en una visita grabada a la iglesia que se conserva la Escuela de Arquitectura, "sino que veo lo que tengo que hacer, d¨®nde y c¨®mo hacerlo, y luego me sale as¨ª". "?l siempre dec¨ªa que sus proyectos eran como una pel¨ªcula de Hitchcock", apunta S¨¢nchez Mora, "porque se sorprend¨ªa al final".
Santa Ana fue la primera iglesia que Fisac hizo de acuerdo con los principios del Concilio Vaticano II. Hasta entonces el cura daba misa en lat¨ªn y de espaldas a los feligreses. Las iglesias preconciliares de Fisac estaban proyectadas como una procesi¨®n de fieles que segu¨ªa al sacerdote hacia la luz. Tras el Concilio, "el planteamiento espacial era completamente distinto, casi opuesto", seg¨²n el arquitecto. Tuvo que imaginar que el cura se deten¨ªa y se daba la vuelta para hablar directamente y de forma clara a la comunidad. ?Qu¨¦ har¨ªan entonces los feligreses? Formar un corro. Y ese corro, la manera natural en la que la gente se congrega para escuchar, da el dibujo de la planta. Funci¨®n y luego forma. Y luego, si eso, arte. "El resultado puede ser o no ser bello, pero es lo que ha salido; luego le pones sensibilidad como puedes, y si no, pues nada", dec¨ªa el maestro, siempre campechano. "?Olvidad que sois artistas, porque igual no lo sois!", recomendaba a los j¨®venes arquitectos. "?Por ah¨ª puede salir arte, pero nunca entrar!", exclamaba se?alando la puerta del aula. Para ¨¦l, la sensibilidad era algo ¨ªntimo e inconsciente, que se pod¨ªa educar -estudiando los arreglos florales japoneses o admirando los jardines de la Alhambra-, pero en ning¨²n caso se pod¨ªa forzar como un ejercicio de estilo.
"En su momento me gust¨® mucho, porque estaba fuera de todo lo que hab¨ªa", dice la esposa del arquitecto, Ana Mar¨ªa Badell, sobre Santa Ana. "Pero ahora, la verdad es que ya no me gusta ninguna iglesia. Para rezar basta una encina en el campo. Seguro que ¨¦l piensa lo mismo", admite.
La ¨²ltima pregunta de aquella entrevista p¨®stuma es "?Qu¨¦ hay despu¨¦s de la muerte, maestro?". Fisac arquea las cejas, y, con el tono de quien dice una perogrullada, una verdad humilde y profunda, responde: "Hay t¨², que sigues".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.