Thatcher y "la cuesti¨®n alemana"
Unos documentos que acaban de ser publicados demuestran que la primera ministra brit¨¢nica se opuso a la unificaci¨®n alemana. Y no se trata, simplemente, de una cuesti¨®n hist¨®rica
La historia nos persigue. Hace poco m¨¢s de 20 a?os, la entonces primera ministra brit¨¢nica Margaret Thatcher, dijo al entonces l¨ªder sovi¨¦tico Mija¨ªl Gorbachov: "A Gran Breta?a y a Europa Occidental no les interesa la unificaci¨®n de Alemania. Lo que dice el comunicado de la OTAN puede parecer distinto, pero no lo tenga en cuenta. No queremos la unificaci¨®n de Alemania". A continuaci¨®n, dijo (sin raz¨®n): "Le puedo asegurar que ¨¦sa es tambi¨¦n la postura del presidente de Estados Unidos". Es lo que aparece en las actas rusas, redactadas por uno de los m¨¢s estrechos colaboradores de Gorbachov. Una nota brit¨¢nica sobre la conversaci¨®n, que acaba de publicarse en un volumen de documentos elaborado por historiadores del Foreign Office (Ministerio de Exteriores brit¨¢nico), a?ade algunos detalles nuevos y fascinantes.
Aquello fue un ejemplo de deslealtad y mostr¨® una total falta de respeto por las aspiraciones de los alemanes orientales
Veinte a?os despu¨¦s de "la cuesti¨®n alemana", Europa deber¨ªa empezar a preocuparse por la cuesti¨®n brit¨¢nica
Aqu¨¦l fue un ejemplo de deslealtad espectacular a un hist¨®rico, fiel e importante aliado en la OTAN. Mostr¨® una absoluta falta de respeto por las aspiraciones de los alemanes orientales que se manifestaban en las calles y votaban con los pies, que pronto iban a decir que la mejor forma de hacer realidad sus esperanzas de libertad -el valor pol¨ªtico con el que m¨¢s se identificaba Thatcher- era la unificaci¨®n con un Estado alem¨¢n que ya era libre. Y fue adem¨¢s un acto muy torpe.
No estaba expresando sus preocupaciones en privado a un aliado occidental; estaba exponi¨¦ndoselas claramente al hombre que ten¨ªa el poder de detener la unificaci¨®n alemana. El documento brit¨¢nico contin¨²a: "El se?or Gorbachov dijo que comprend¨ªa lo que quer¨ªa decir la primera ministra. La Uni¨®n Sovi¨¦tica entend¨ªa muy bien el problema y quiso tranquilizarla. Ellos eran tan poco partidarios de la reunificaci¨®n alemana como Gran Breta?a. Era ¨²til que hubiera planteado el asunto y que la primera ministra y ¨¦l supieran lo que pensaba cada uno de ellos sobre el tema".
La cosa no mejora si se piensa que Fran?ois Mitterrand y los franceses estaban transmitiendo el mismo mensaje a Mosc¨². El asesor cercano de Gorbachov, Anatoli Cherniaev, que redact¨® el acta de la conversaci¨®n con Thatcher, dice en su diario, el 9 de octubre de 1989, que el asesor de Mitterrand Jacques Attali "habl¨® con nosotros sobre la reanimaci¨®n de una s¨®lida alianza franco-sovi¨¦tica, 'que incluya la integraci¨®n militar, camuflada en el uso de los ej¨¦rcitos en la lucha contra los desastres naturales". Chernaiev vincula ese acercamiento franc¨¦s a los comentarios de Thatcher y llega a la conclusi¨®n de que "en resumen, ellos [es decir, los franceses y los brit¨¢nicos] quieren impedir esto [la unificaci¨®n alemana] a trav¨¦s de nosotros".
En un seminario, con testigos de la historia, organizado la semana pasada en Londres por los historiadores del Foreign Office, Hans-Dietrich Genscher, ministro de Exteriores de Alemania Occidental en aquella ¨¦poca, reaccion¨® con una condescendencia espl¨¦ndida. Por supuesto que conoc¨ªa la oposici¨®n de la se?ora Thatcher, dijo, pero no le preocupaba mucho, porque sab¨ªa que mientras los alemanes tuvieran a los estadounidenses de su parte, los brit¨¢nicos acabar¨ªan entrando en raz¨®n. Es lo que ocurri¨®, por supuesto, pero, mientras tanto, Reino Unido desaprovech¨® un enorme volumen de buena voluntad en Alemania.
En ese mismo seminario, William Waldegrave, que en aquellos d¨ªas era funcionario del Foreign Office, declar¨® sin reparos que aquel fue "uno de los episodios m¨¢s lamentables en la historia diplom¨¢tica brit¨¢nica". Y los documentos que acaban de salir a la luz muestran que el Ministerio, empezando por el entonces ministro Douglas Hurd, advirti¨® repetidamente (aunque no sin alg¨²n retoque de los jerarcas por el camino) que la ruidosa oposici¨®n de Thatcher era muy poco pol¨ªtica, era un error y demostraba poca visi¨®n de futuro. ?sa es, sin duda, una de las razones por las que el Foreign Office se ha apresurado a publicar los documentos ahora, al cabo de s¨®lo 20 a?os. Tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, Hurd, Waldegrave y otros altos funcionarios y diplom¨¢ticos advirtieron en varias ocasiones sobre la locura que era poner un "freno ineficaz" a la unificaci¨®n alemana.
A m¨ª me resulta especialmente interesante leer la historia interna previa a lo que luego se conoci¨® como "el seminario de Chequers", celebrado en marzo de 1990 y al que asistimos seis especialistas en historia alemana, yo entre ellos. Como de aquel famoso acto no existe m¨¢s que un v¨ªvido, pero enga?oso resumen realizado por el entonces secretario privado de Thatcher, Charles Powell, que provoc¨® un esc¨¢ndalo cuando se filtr¨® al p¨²blico en Alemania, merece la pena volver a decir lo que otros participantes ya han declarado: el mensaje un¨¢nime de los historiadores presentes fue que hab¨ªa que apoyar la Rep¨²blica Federal y confiar en que, como hab¨ªa demostrado a lo largo de 40 a?os, iba a ser capaz de llevar a cabo la unificaci¨®n de Alemania en libertad.
Recuerdo un momento emocionante cuando el veterano historiador conservador Hugh Trevor-Roper, que hab¨ªa estado en Alemania inmediatamente despu¨¦s del final de la II Guerra Mundial, interrogando a responsables nazis para su cl¨¢sico libro Los ¨²ltimos d¨ªas de Hitler, le dijo de pronto a la primera ministra algo as¨ª como que si alguien nos hubiera dicho en 1945 que hab¨ªa una posibilidad de tener una Alemania unida en libertad y que fuera un s¨®lido miembro de Occidente, no nos lo habr¨ªamos cre¨ªdo. As¨ª que no deb¨ªamos oponerle resistencia, sino darle la bienvenida.
Veinte a?os despu¨¦s, podemos ver todav¨ªa con m¨¢s claridad que Trevor-Roper ten¨ªa raz¨®n y Thatcher se equivoc¨®. Ninguna de sus pesadillas se ha hecho realidad. La Alemania unida no domina Europa, ni econ¨®micamente ni en ning¨²n otro aspecto. Ni siquiera una grave recesi¨®n econ¨®mica ha hecho que los electores alemanes voten a la extrema derecha. Cuando Angela Merkel anuncie su nuevo Gobierno ser¨¢ una coalici¨®n moderada, liberal-conservadora, de democristianos y dem¨®cratas liberales: el genuino modelo de una democracia centrista moderna. En vez de ser una fuerza imparable que empuja Europa hacia un super-Estado federal, como tem¨ªa Thatcher, esta Alemania unida est¨¢ mucho m¨¢s c¨®moda siendo un Estado soberano que defiende sus intereses nacionales, como Francia, en las instituciones europeas y a trav¨¦s de ellas, pero no subsumida en ellas. Y la unificaci¨®n alemana abri¨® la puerta a la unificaci¨®n europea mediante la ampliaci¨®n de la UE hacia el Este, que ha contribuido tambi¨¦n a que sea imposible el super-Estado federal de la pesadilla euroesc¨¦ptica de los tories.
Es cierto que, incluso en esta historia positiva de la Alemania unida, existen motivos de inquietud. Un sistema pol¨ªtico dise?ado inicialmente para impedir un regreso a las dictaduras ha desarrollado un sistema que tiene casi demasiados controles y equilibrios, lo cual dificulta llevar a cabo las reformas necesarias. La relaci¨®n especial de Alemania con la Rusia autoritaria es un problema europeo. Sin embargo, todos los grandes Estados europeos plantean motivos de preocupaci¨®n, entre otros, Gran Breta?a. Europa pas¨® muchas noches de insomnio por una cosa llamada "la cuesti¨®n alemana". Veinte a?os despu¨¦s deber¨ªa preocuparse m¨¢s por la cuesti¨®n brit¨¢nica.
Es en el Reino Unido donde el l¨ªder de un partido de extrema derecha, nacionalista y xen¨®fobo, el Partido Nacional Brit¨¢nico, hace una pol¨¦mica aparici¨®n en un programa importante de la BBC. Es Gran Breta?a la que tiene un Parlamento desacreditado, un caos constitucional, la erosi¨®n de las libertades civiles y un problema cr¨®nico de identidad. Es Gran Breta?a la que todav¨ªa no tiene claro ad¨®nde pertenece en el mundo ni qu¨¦ tipo de pa¨ªs quiere ser.
Lo ¨²nico indudable, entonces como ahora, es que Londres -como sab¨ªa el astuto Genscher- acabar¨¢ haciendo lo que haga Washington. De modo que conf¨ªo en que la secretaria de Estado norteamericana Hillary Clinton hiciera una clara advertencia al responsable de Exteriores del Gobierno en la sombra de los conservadores, William Hague, cuando se entrevistaron en Washington esta semana, una advertencia parecida al mensaje que transmiti¨® discretamente otra Administraci¨®n de Estados Unidos hace 20 a?os: "No se¨¢is est¨²pidos. No os margin¨¦is de Europa". Pero qu¨¦ rid¨ªculo y degradante es que tengamos que recurrir a los estadounidenses para convencer a los conservadores brit¨¢nicos de que se comporten como europeos m¨¢s o menos racionales.
www.timothygartonash.com Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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