John Boyne: "Soy un escritor con gustos anticuados"
John Boyne posee una enfermiza obsesi¨®n por colarse en la historia con may¨²sculas. Lo hizo una vez y se convirti¨® en un autor mundialmente reconocido. Fue cuando, de la mano de Bruno, un chiquillo curioso, se empe?¨® en husmear las compuertas del Holocausto y pari¨® un libro ejemplar: El ni?o con el pijama de rayas (Salamandra). Aquella aventura que pod¨ªa comenzar como un cuento de fantas¨ªa y terminaba en un relato de terror estaba dirigida a un p¨²blico m¨¢s o menos preadolescente, entre infantil y juvenil, pero acab¨® cautivando a lectores de todas las edades en casi 40 idiomas y con cinco millones de copias vendidas.
Aunque no s¨®lo de historia viven los h¨¦roes inventados por este autor irland¨¦s (Dubl¨ªn, 1971), sensible e imaginativo, humilde y en cierto modo arriesgado, que busca romper barreras entre esa man¨ªa editorial de clasificar los buenos relatos por edades. Tambi¨¦n se empe?a en jugar con temas eternos, como la lucha del bien contra el mal y en otros asuntos pol¨¦micos como la redenci¨®n literaria.
"Los escritores de mi edad creen que una buena Historia es un taco"
"Muchos dicen que no fui demasiado cruel al narrar el holocausto"
"Muchos escritores nos frustramos con lo que leemos actualmente"
En El ni?o con el pijama de rayas bord¨® esa visi¨®n de la barbarie con la mirada del hijo de un nazi tan familiar y cercano para los suyos como sangriento y cruel en su trabajo exterminador. Despu¨¦s quiso santificar a un personaje crucificado por Hollywood: el capit¨¢n Blyth, ese villano interpretado por Charles Laughton y Trevor Howard que logr¨® acabar con los nervios de Clark Gable y Marlon Brando en Rebeli¨®n a bordo. Boyne lo rescat¨® del infierno para lavarle ante el imaginario popular en su anterior libro, Mot¨ªn en el Bounty.
Ahora le toca al ocaso de la Rusia de los zares. Es el escenario elegido por Boyne para La casa del prop¨®sito especial, su nueva novela, que tambi¨¦n editar¨¢ en Espa?a Salamandra. Y ah¨ª est¨¢ la pol¨¦mica, porque la visi¨®n de buen padre de familia que el autor propone para Nicol¨¢s II no casa con la historia oficial. Quiz¨¢ se le haya ido un poco la mano con eso. Aun as¨ª, el libro no cuenta la peripecia del hombre que reinaba antes de Lenin, sino la de Gueorgui Dan¨ªlovich, el joven campesino que fortuitamente acaba protegiendo a Alexis, el heredero hemof¨ªlico del trono. Tambi¨¦n la de Anastasia, la menor de las princesas. Aquella que, seg¨²n una leyenda no probada, consigui¨® huir de la ejecuci¨®n que acab¨® con toda su familia.
Boyne pasea por San Petersburgo haciendo fotos y resguard¨¢ndose de la traicionera corriente del B¨¢ltico. Ha escrito el libro al natural. Como aquellos pintores que sacaban el caballete al campo y trataban de captar la luz, el paisaje y el movimiento de la vida, el escritor se fue a la capital de los zares para narrar all¨ª donde ocurr¨ªan los cap¨ªtulos de su novela. En la biblioteca del zar, dentro del Ermitage, Boyne se emociona pensando en que las criaturas inventadas y reinventadas por ¨¦l seg¨²n fueran hist¨®ricas o no pululan todav¨ªa por el lugar, como fantasmas.
Por la plaza, en los puentes que atraviesan la desembocadura del Neva frente al palacio de invierno, Boyne revive los encuentros furtivos de Gueorgui y Anastasia, igual que recuerda la residencia de Felix Yusupov, el Molka, donde fue asesinado el truculento Rasput¨ªn. Ven¨ªa por aqu¨ª, me sentaba en una esquina y escrib¨ªa o reescrib¨ªa algunos cap¨ªtulos donde se desarrolla la historia. ?sta es la ciudad m¨¢s hermosa que he visto en mi vida, afirma Boyne mientras pasea por la suntuosa avenida de Nevsky.
La experiencia ha sido tan intensa que hoy es el d¨ªa que lamenta no haber acudido a Auschwitz para haber escrito su mayor best seller. "Entonces no me pod¨ªa permitir ciertos lujos, aunque puede que el libro hubiese perdido en inocencia", comenta el autor. Ahora s¨ª viaja. Y lo agradece profundamente porque ni se le ocurre renegar de su ¨¦xito. Lo disfruta y lo aprecia. Es el fruto de una decisi¨®n sin red. Quer¨ªa m¨¢s que nada en este mundo ser escritor. Dej¨® su empleo con futuro en una cadena de librer¨ªas de Dubl¨ªn y se march¨® junto al mar para encerrarse a crear a tiempo completo. Hoy es uno de los literatos m¨¢s reconocidos de su pa¨ªs, aunque escribe de todo menos de Irlanda. Porque no se considera un autor irland¨¦s, sino un escribidor profesional, en los t¨¦rminos de Vargas Llosa, que trata de llegar al m¨¢ximo n¨²mero de lectores sin fronteras. Alguien que no desprecia un interlocutor dispuesto a emocionarse con alguno de los ingredientes que va posando estrat¨¦gicamente en sus novelas: una aventura, una triste historia, una amistad de hierro, un viaje a lo desconocido.
Ahora trama un cuento de hadas del que no quiere desvelar ni el t¨ªtulo. Vuelvo al p¨²blico m¨¢s infantil, comenta Boyne. Pero en su caso habr¨¢ que ver. No puede uno fiarse. Probablemente, ese cuento de hadas acabe ley¨¦ndolo hasta el abuelo de la casa y encuentre en ¨¦l la misma intensidad que sus nietos.
?Qu¨¦ le ocurre a usted con la historia? ?Es de los que piensan que est¨¢ llena de clich¨¦s apetecibles a la hora de desmontar?
Creo que s¨ª, que nos apresuramos demasiado a juzgar seg¨²n qu¨¦ personajes. Lo que sab¨ªamos de un marino hist¨®rico como el capit¨¢n Blyth nos llegaba a trav¨¦s de tres pel¨ªculas, nadie conoc¨ªa su verdadera versi¨®n de los hechos. Si miramos al zar Nicol¨¢s, observamos a un villano y no es algo tan simple de definir. No creo que en esta vida seamos s¨®lo una cosa. Si sacamos a estos personajes de los contextos hist¨®ricos en que se juzgan y los metemos en territorios m¨¢s ¨ªntimos, nos dan otros rasgos de su personalidad. Es decir, si los alejamos de la parafernalia de la autoridad y los llevamos a sus habitaciones, a sus lugares peque?os, encontramos rasgos muy diferentes y no menos reales.
Sobre Nicol¨¢s II hay que decir que no lo ha tenido f¨¢cil. A trav¨¦s de ¨¦l se juzg¨® quiz¨¢ lo que representaba el zarismo en carne. ?Cree que ¨¦l ha pagado esa cuenta as¨ª con la posteridad?
Creo que s¨ª. ?l se encontraba en la cresta de un sistema totalmente corrupto. Puede que incluso desde arriba intentara arreglar las cosas, pero los personajes a los que se enfrentaba, toda la aristocracia, todos los nobles y el Gobierno que le rodeaba se encontraban absolutamente podridos.
Los casos del amigo Rasput¨ªn, la propia zarina. Una mujer dura.
Muy dura.
La cosa es poner el sistema en su sitio. Pero ?es dif¨ªcil?
No se trata de hacer un juicio sumar¨ªsimo al sistema y las circunstancias que rodean las novelas. Quien lo plantea as¨ª ha criticado El ni?o con el pijama de rayas. Dicen que no fui demasiado cruel al describirlo. En este caso, lo ir¨®nico es que quien pudo dar al traste con ello, la cabeza visible, el zar, fue demasiado d¨¦bil, muy blando como para enderezar las cosas.
Lo que parece que no encaja con el presente es la psicolog¨ªa de ciertos personajes. Los protagonistas son demasiado zaristas. Esa falta de distancia ?puede despistar al lector?
Bueno, esas personas, un soldado como Gueorgui realmente pensaba, cre¨ªa de verdad, que el zar era una especie de encarnaci¨®n divina, un expreso deseo de la voluntad de Dios, y no se planteaban otra cosa. Muchos bolcheviques no trataban de cargarse el sistema, simplemente pretend¨ªan cambiar a quien estuviera en el trono.
La figura del zar tiene que ver con una manera de concebir el poder, una encarnaci¨®n que dura hasta hoy. Los rusos contin¨²an con esa concepci¨®n casi absoluta, desp¨®tica, desde entonces hasta ahora, con Putin. ?Por qu¨¦ ser¨¢?
Las cosas no cambiaron con la revoluci¨®n. Continu¨® siendo una autocracia hasta la llegada de la gl¨¢snost con Gorbachov, en los ochenta. Incluso ahora. Nunca se ha cuestionado debidamente la autoridad del poder.
?Qu¨¦ le hizo fijarse en Anastasia?
El misterio. La leyenda. Seguro que fue asesinada y muri¨® junto a su familia. No como cuentan algunos por ah¨ª, pero era un personaje muy interesante para recrear muchas cosas, para la especulaci¨®n. Muchas se han hecho pasar por ella, pero ?y si de verdad anduviera por ah¨ª sin querer que nadie se enterara? Es sugerente, muy sugerente.
El episodio de la ejecuci¨®n de la familia real tambi¨¦n tiene importancia en el libro. ?Qu¨¦ le atrae de eso? ?Algo morboso?
No s¨¦ si eso es lo que me atrae m¨¢s. Le¨ª un libro a los 15 a?os en el que el episodio supon¨ªa un cl¨ªmax total. Me impact¨® y me fascin¨®. Supongo que hay algo dram¨¢tico y violento que me conmovi¨®, vale la pena como historia en s¨ª misma. Me dediqu¨¦ a ello porque quise profundizar, saber m¨¢s cosas.
De las teor¨ªas sobre Anastasia, ?cu¨¢les, entre las que ha manejado, son las m¨¢s disparatadas?
Ninguna, porque no son relevantes. S¨¦ m¨¢s o menos qui¨¦nes son y qu¨¦ han hecho en la vida. Pero Anastasia, como personaje, muere aquel d¨ªa en la historia. Le¨ª la vida de Anna Anderson, una de las personas que anunciaron ser Anastasia, pero no hab¨ªa nada que me sirviera de ayuda para lo que yo quer¨ªa.
Y Gueorgui, ?de d¨®nde sale?
Necesitaba una voz madura, alguien mayor para una de las mitades de la novela. Deb¨ªa hablar desde una postura calmada, serena. M¨¢s despu¨¦s del narrador que utilic¨¦ en Mot¨ªn en el Bounty, joven, en¨¦rgico, contagioso, poco instruido y un tanto salvaje. Para esta historia deb¨ªa definir otra distinta y me cost¨® mucho hallar el tono en los primeros cap¨ªtulos. Cuando lo encontr¨¦ y supe qui¨¦n era, su dignidad, su modestia, su amor y su honradez, segu¨ª hacia delante. Tambi¨¦n deb¨ªa mezclarla con la otra mitad y que no chirriaran. Lo que no quer¨ªa era repetir las f¨®rmulas anteriores.
Pero aqu¨ª tambi¨¦n hay una voz joven.
S¨ª, pero equilibrada con la otra. Era un reto. Para m¨ª ya resultaba muy f¨¢cil narrar una historia a trav¨¦s de un muchacho. Quer¨ªa encontrar otro camino. Por eso tambi¨¦n lo estructur¨¦ del final al principio hasta que ambas voces se encuentran en el tiempo. Era una cuesti¨®n creativa muy importante como prueba para m¨ª, lo que m¨¢s me ha costado en esta novela. Me he hecho mayor y m¨¢s ambicioso.
He ah¨ª el riesgo. ?Ha querido dar dos lecturas a la historia a trav¨¦s de dos edades?
Bueno, ese riesgo existe tambi¨¦n para los lectores. Los j¨®venes que se acerquen a ¨¦l se sentir¨¢n atra¨ªdos por lo que le ocurre a Gueorgui en su vejez y puede que disfruten de su lenguaje y su forma de ver la vida. Por otra parte, los m¨¢s mayores quiz¨¢ quieran divertirse con las aventuras del Gueorgui joven.
Ha escrito esta novela al natural. ?Por qu¨¦?
San Petersburgo es un lugar apartado hasta de su pasado incluso. No te cuesta mucho llegar, pero es un sitio alejado en el tiempo real, en su propia din¨¢mica. Es el lugar m¨¢s bello que conozco. He escrito siete novelas, pero ¨¦sta ha sido la experiencia mejor. Sentarme en los lugares, tratar de reflejarlos en el momento, en el sitio exacto. Miraba alrededor y trataba de atrapar los fantasmas en el escenario real, en el palacio Yusupov, donde tiraron a Rasput¨ªn al r¨ªo, en los puentes, las fuentes, los canales. Sent¨ªa que pod¨ªa oler la presencia de la gente que describ¨ªa. Estos lugares emanan una tragedia, no son como Buckingham Palace. Llevan una sombra muy dram¨¢tica dentro. Me gust¨® tanto, que creo que en el futuro podr¨ªa escribir otro libro sobre Rusia. No me ha pasado con ning¨²n otro.
?Qu¨¦ cree que opinar¨¢n los rusos de su libro?
No lo s¨¦. Me lo pregunt¨¦ tambi¨¦n con El ni?o con el pijama Lo que los alemanes y los jud¨ªos pensar¨ªan: ?qu¨¦ tiene que hacer un irland¨¦s hablando del Holocausto?, seguramente se preguntaron muchos. ?C¨®mo coger una historia de otros y convertirla en narrativa? Mientras tengas una idea y la lleves con tacto y cuidado, creo que todo es leg¨ªtimo y se puede aceptar.
?Escribe para todos los p¨²blicos a conciencia?
No es algo premeditado, pero siento que mis libros deben ser le¨ªdos por todo el mundo, sin pensar en edades. Pienso en los autores que siempre me han fascinado, de Dickens a Stevenson, y l¨®gicamente pretendo emularlos. La gente de mi generaci¨®n no escribe historias. Creen que esa palabra, historia, es un taco, una ofensa, algo sucio. No lo tienen en cuenta, y para m¨ª, adem¨¢s de un lenguaje bonito y acertado, la historia es lo que debe primar.
?En todos los niveles?
Absolutamente en todos. Hay muchas familias que han discutido El ni?o con el pijama de rayas con la visi¨®n que dan tres generaciones en una casa. Para m¨ª, Bruno es equiparable al Jim Hawkins de La isla del tesoro. Pod¨ªa hablar con mis padres sobre ¨¦l. Hay libros que adem¨¢s puedes volver a ellos en cualquier edad y encontrar grandes cosas. Ahora he hecho un club con mis sobrinos. Cada uno de nosotros elige un libro y los dem¨¢s deben leerlo. Despu¨¦s lo discutimos. Yo elijo los que creo que deben estar en las estanter¨ªas de cl¨¢sicos, como Oliver Twist, o hemos le¨ªdo lo m¨¢s reciente de Mark Haddon, Un peque?o incidente. Cosas as¨ª. Incluso me han obligado a meterme en Crep¨²sculo; pues muy bien, lo le¨ª, nos divertimos.
Es crucial pensar en el lector.
Yo jam¨¢s incluir¨¦ en mis novelas elementos que puedan excluir a un posible lector. Est¨¢ bien que existan libros s¨®rdidos o historias de drogas, alcoholismo y perdici¨®n. Est¨¢ muy bien. Yo leo esos libros, pero como escritor no me interesan.
?Qu¨¦ le interesa?
Cosas anticuadas. Reconozco que lo soy en mis gustos y en mi escritura. Pero es que estas cosas son las que han durado siglos. No es malo ni me averg¨¹enzo.
Bueno, sobran los malditos, alguien tiene que hacer el trabajo bonito, ?no cree?
Ya, pero es que para mucha gente de mi generaci¨®n eso no se acepta.
No tanto. Por ejemplo, sus amigos, ?le leen?
Bueno, mis amigos, s¨ª. No tengo que excusarme por ello. Hay cada vez m¨¢s escritores como yo. Espa?oles de mi generaci¨®n, como Carlos Ruiz Zaf¨®n, s¨®lo escriben pensando en la historia. Somos muchos aquellos que amamos las novelas decimon¨®nicas. Ya hay demasiados adoradores de lo que se ha hecho en el XX y en el XXI, tambi¨¦n necesitamos escritores que cuenten historias como se hac¨ªa en otros tiempos. De hecho, en el XIX se construy¨® un canon que sigue vigente. Un canon en el que lo que importa es lo que les ocurre a los personajes.
Muchos est¨¢n volviendo a beber en ese canon, conscientemente, y tratando de adaptar las reglas a nuestro tiempo. ?Hemos perdido caminos y volvemos a las fuentes originales? ?Estamos en crisis creativa?
Creo que hay muchos escritores que se frustran con lo que leen actualmente. Me acerco a muchas primeras novelas, pero observo que los escritores j¨®venes no entienden lo que es formalmente un relato, sus estructuras y sus complejidades. Se pierden en cosas triviales. Eso no es la novela. Eso es insultante para una novela. Me gusta, al empezar, buscar la forma, resolver el puzzle. Cuando est¨¢s metido en el fondo, cuando est¨¢s perdido, lejos del final para dejarlo y lejos del principio para volver a empezar y comprender c¨®mo vas a resolverlo todo. Cuando est¨¢s metido de lleno en el trabajo, 24 horas, sin descansar ni pensar en otra cosa. Cuando tratas de comprender c¨®mo reaccionan los personajes. Yo no quiero saber qu¨¦ les va a ocurrir, me gusta descubrirlo mientras avanzo, ver c¨®mo crece ese mundo delante de tus narices, cuando la novela te va diciendo de qu¨¦ va, hacia d¨®nde va.
?Eso es lo m¨¢s puro en la literatura? ?Dejarse llevar? ?Dejar que te gu¨ªe la acci¨®n, las motivaciones de quienes andan dentro?
S¨ª, claro, y luego descubrirlos, reconducirlos un poco. Arreglarlo. Inventar es agotador. Limar, editar, es lo que te hace consciente de que puedes arreglar algo en dos o tres versiones.
Aun as¨ª, ?no salva a nadie entre sus contempor¨¢neos anglosajones? ?No ser¨¢ tambi¨¦n que esa trivialidad viene dada por las demandas editoriales?
Las editoriales buscan el impacto r¨¢pido, el ¨¦xito inmediato, y no las carreras lentas, a largo plazo. De eso son responsables. Hoy ser¨ªa muy dif¨ªcil dejar desarrollarse a un Ian McEwan, alguien a quien hay que dar su tiempo para que logre la grandeza total. Lo digo porque conozco a muchos escritores de mi generaci¨®n que se han rendido por eso, que sus novelas no han resultado ¨¦xitos y no encuentran editor. La ambici¨®n literaria no se premia. Es una pena. Los escritores que me interesan son aquellos en los que se nota la ambici¨®n por perdurar. No quiero parecer pretencioso, pero debemos escribir con esa intenci¨®n. De todas formas, s¨ª hay escritores de mi generaci¨®n o m¨¢s mayores que admiro en mi lengua, desde el mismo McEwan o Ishiguro, por supuesto a Jonathan Coe, Colum McCann o David Mitchell, otro de esos escritores completamente centrados en las historias que cuentan.
En su caso, ?qu¨¦ fue crucial, la suerte o la cabezoner¨ªa?
No tuve suerte. Me cost¨® mucho llegar hasta aqu¨ª. Antes de El ni?o con el pijama de rayas hab¨ªa escrito cuatro novelas que no vendieron suficiente y no habr¨ªan podido sostener una carrera. La vida que llevo hoy no tiene nada que ver con mis primeros a?os, muy dif¨ªciles, muy estresantes, siempre arruinado, convencido de que mi escritura no interesaba a nadie.
?Lleg¨® a agobiarse por el fracaso?
Lo sent¨ªa profundamente, cre¨ªa que estaba fracasando realmente. No ten¨ªa ninguna fortuna, trabajaba todos los d¨ªas, a lo bestia, en la librer¨ªa y en mis obras. Pero decid¨ª dejar mi puesto de vendedor porque no me permit¨ªa afrontar a tope la literatura. Un d¨ªa dije que me iba. Me baj¨¦ al pub con mis compa?eros y les o¨ªa quejarse de su trabajo, de lo infelices que les hac¨ªa. Me vi ah¨ª en medio, yo era su jefe, atrapado, y decid¨ª dejar las llaves de la tienda sobre la mesa. Me largu¨¦ a dedicarme por entero a esto. En cuatro d¨ªas desaparec¨ª de Dubl¨ªn con la idea de que si mi carrera literaria iba a salir bien, necesitaba dedicarme exclusivamente a ello. A los 18 meses apareci¨® ese libro y todo cambi¨®. Mi ¨¦xito se lo debo a haberme negado a aceptar lo que las editoriales me ten¨ªan reservado. Un no que se iba a producir en cualquier momento. La clave fue demostrarles a las claras que no estaba acabado. Es lo mejor que he hecho en mi vida.
Debi¨® de temblar entonces. ?Sinti¨® caer en el vac¨ªo?
No hac¨ªa m¨¢s que llorar y pensar: ?qu¨¦ he hecho! Pero al segundo d¨ªa me fui a Wexford, el lugar donde pasaba los veranos de mi infancia, y me puse a trabajar. La ense?anza fue definitiva. Si tienes una historia en la cabeza, d¨¦jalo todo y escr¨ªbela. Primero hice Next of kin, y mientras edit¨¢bamos eso escrib¨ª El ni?o Antes de que saliera ya sab¨ªamos el inter¨¦s que hab¨ªa suscitado, y mi agente y yo nos olimos que pod¨ªa funcionar, que cambiar¨ªa mi suerte.
El que resiste, gana.
Efectivamente.
?Hoy es el d¨ªa en que usted no se arrepiente de su libro, como esos escritores pretenciosos que intentan hacernos creer que les molesta el ¨¦xito? Usted es normal, ?no?
No podr¨ªa arrepentirme. Estoy muy orgulloso de mi libro. Me pregunto qu¨¦ clase de persona despreciar¨ªa la experiencia que yo he tenido con los lectores de mi obra. Lo que espero es que el p¨²blico sea comprensivo conmigo y me deje probar otros caminos.
DEL HOLOCAUSTO A LA REVOLUCI?N RUSA
John Boyne
era un librero atento en el Dubl¨ªn de los a?os noventa. Su pasi¨®n por la literatura se hab¨ªa forjado en el Trinity College de la capital irlandesa. Empez¨® a escribir muy joven, pero el ¨¦xito no le llegaba y decidi¨® dejarlo todo por un libro. As¨ª es como invent¨® El ni?o con el pijama de rayas, un cuento que se convirti¨® en un ¨¦xito universal. (En la imagen, hace un a?o con Asa Butterfeild, el ni?o que protagoniz¨® la pel¨ªcula basada en este libro). Antes hab¨ªa publicado cuatro obras que no han sido traducidas al espa?ol: The thief of time, The congress of rough riders, Crippen, Next of kin.
Su quinta obra le proporcion¨® el Irish Book Award y el British Book Award, adem¨¢s de durar en las listas de los m¨¢s vendidos todo un a?o. Despu¨¦s abord¨® una leyenda como la del Bounty desde otra perspectiva y ahora publica La casa del prop¨®sito especial, con la Rusia de los zares de fondo.
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