El ni?o que perdi¨® tres a?os
El marroqu¨ª que volvi¨® a Madrid por orden judicial intenta rehacer su vida
Han pasado tres a?os. Nada es igual. Bilal el Meghraoui, el chico expulsado, ha vuelto por orden de un juez. "Soy el primero", repite orgulloso. S¨ª, su caso es pionero. Por primera vez en Espa?a una sentencia obliga a devolver a Espa?a a un menor marroqu¨ª al que se repatri¨® sin garant¨ªas. Ha vuelto con visado, con todas las de la ley. Viene a recuperar su sue?o. Pero el escenario ha cambiado. Ya no es menor. Bilal -con rostro de ni?o y entradas de hombre- ha cumplido 21 a?os mientras esperaba, junto al puerto de T¨¢nger, el viaje de vuelta.
La repatriaci¨®n trunc¨® su aprendizaje en el taller de carpinter¨ªa met¨¢lica de Orcasitas en el que sacaba notas excelentes. "Sab¨ªa hacer una ventana entera yo solo. Me gustaba mucho", dice algo t¨ªmido. Habla poco, parece discreto. Le hab¨ªan reservado un puesto de trabajo. Pero tres a?os es mucho tiempo. Otro lo ha cubierto. Ahora puede volver a las clases, pero tendr¨¢ que esperar hasta que llegue otra oferta de empleo. "Yo lo que quiero es trabajar. S¨®lo eso". La crisis se lo ha puesto dif¨ªcil.
Le hab¨ªan reservado un trabajo. Pero tres a?os es mucho, otro lo ha cubierto
Sus amigos ya no est¨¢n. Las primeras semanas en Madrid, mientras se reincorpora al taller, consume los d¨ªas paseando por Colmenar Viejo, donde vive en un piso para inmigrantes mayores de edad de la ONG Mensajeros por la Paz. No hay mucho que hacer. "No me importa estar solito", asegura en un recorrido por el pueblo, vestido de negro de arriba abajo excepto las zapatillas, unas Ferrari de color rojo met¨¢lico. Suena poco convincente.
Tampoco dispone de mucho dinero para gastar. La ONG le da 70 euros semanales para sus gastos. "Cada semana ahorro 20 para el abono de transportes". En la foto del abono arrugado, aparece ¨¦l pero parece otro, mucho m¨¢s joven. El Bilal del primer viaje, el que ten¨ªa el sue?o ya encaminado. Guard¨® el t¨ªtulo de transporte cuando lo echaron. Fue una de las pocas cosas que pudo conservar.
El d¨ªa que la polic¨ªa lo arrest¨®, volvi¨® a T¨¢nger con lo puesto. Cuatro agentes se presentaron temprano en el taller. Los vio. Sab¨ªa que iban a por ¨¦l. Y ech¨® a correr. "Me pillaron y me trataron mal". Vol¨® esposado, con un polic¨ªa de paisano a cada lado. En T¨¢nger le esperaba gente del Colectivo Al Jaima. Le dejaron con su familia. Y le dijeron: "No te preocupes, Bilal, pelearemos para que vuelvas".
Toda su ropa qued¨® en aquella primera casa de Colmenar, la que habitaba cuando era menor. En su cuarto, apilado, dej¨® el mont¨®n de fotos con los rostros sonrientes de los suyos. Las busc¨® al volver. Tampoco estaban. Ahora lleva a su familia en im¨¢genes diminutas en el m¨®vil. Las pasa una a una mientras come en un bar de men¨² de su pueblo. "?sta es mi madre, ?sabes? Est¨¢ muy malita", confiesa.
La primera vez, vino por ella. Y por ella ha vuelto. Rhimou, la costurera, la misma que le mira sonriente desde la pantallita. Ya no puede trabajar. Le operaron de la cabeza. Y necesita medicaci¨®n diaria. "Ahora la paga mi hermano mayor, pero quiero ayudar yo". Tambi¨¦n hay una imagen de su hermano, de perfil, con la barba recortada. Y del padre, que sufre una hernia discal y ya no puede cargar peso en la f¨¢brica de quesos.
Pasa otra foto. Se le ilumina la cara. "Yo ven¨ªa en ese ferry", dice. Y lo se?ala al fondo de una panor¨¢mica del puerto de Tarifa. En el barquito, que es enorme pero aparece diminuto en la pantalla, Bilal hizo su segundo viaje a Espa?a. Ya no tuvo que esconderse. Ten¨ªa visado.
?Y c¨®mo fue? "Muy bueno, muy bueno". Se r¨ªe. Nada que ver con el primer intento. En la sentencia que le da la raz¨®n, se cuenta que entr¨® en los bajos de un cami¨®n. "No, no fue as¨ª, lo intent¨¦ muchas veces, pero siempre me pillaba alg¨²n polic¨ªa". Al final, consigui¨® colarse en otro ferry, escondido entre la gente. "Me pegu¨¦ a los viajeros. No me vieron", asegura.
Le da al bot¨®n. Aparece un chico sonriente. Achraf, el colega que vive en San Sebasti¨¢n. El que le meti¨® la idea en la cabeza. "Me dec¨ªa que en Espa?a se viv¨ªa bien, con trabajo f¨¢cil". Achraf lleva cinco a?os en Espa?a. En ese tiempo ha cumplido la idea que Bilal tiene del triunfo, su sue?o: el amigo tiene un empleo, vive con su chica, vuelve a T¨¢nger de vacaciones. "Necesito un trabajo, ?sabes?", recuerda. Y ense?a otra vez la foto del puerto.
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