El gimnasio es una catedral
Decenas de arquitectos peregrinan a la obra de De la Sota, en el colegio Maravillas
?gueda lleva 20 a?os trabajando en la porter¨ªa del colegio Maravillas, pero a la hora del recreo cambia ni?os por arquitectos. La siguen en silencio mientras abre las puertas que llevan al gimnasio de esta escuela privada. Decenas de profesionales de todo el mundo peregrinan hasta este rinc¨®n madrile?o. No vienen a ver una torre espectacular ni una catedral cargada de historia, sino un espacio que cumple con el humilde prop¨®sito para el que fue creado hace casi 50 a?os: varias veces al d¨ªa se llena de chavales con pelotas.
El gimnasio del Maravillas, construido por un gallego menudo, que trabaj¨® muchos a?os como arquitecto funcionario y no lleg¨® a construir una veintena de edificios, es un hito arquitect¨®nico. "Alejandro de la Sota no sab¨ªa que estaba haciendo una obra maestra, simplemente ten¨ªa un encargo", explica Marcos Ayala, que particip¨® en la rehabilitaci¨®n del edificio junto a su hermano Mateo. Son hijos de Gerardo Ayala, arquitectos como ¨¦l, y vecinos de estudio de De la Sota durante a?os. Los Ayala son tambi¨¦n los en¨¦simos arquitectos que ?gueda lleva de ronda por el colegio.
Cuentan que el encargo de De la Sota ten¨ªa dos problemas: poco dinero y un mal solar, con un desnivel de 12 metros. "Pero ¨¦l consigui¨® dar liebre por gato". Le pidieron un gimnasio y entreg¨® una obra de arte y resoluci¨®n. Aprovech¨® el desnivel para crear una pista de hockey en el s¨®tano. Luego, en el techo, aprovech¨® los huecos que dejaban las cerchas para meter aulas. Las cerchas son vigas curvas y el arquitecto us¨® su barriga para hacer clases con forma de auditorio. Por si fuera poco, encima del tejado coloc¨® un patio que duplic¨® el espacio que ten¨ªan los ni?os para jugar al aire libre. Una pared de cristal inclinada ba?a la cancha de luz natural sin recalentarla, creando una atm¨®sfera m¨¢gica y ritual, en la que no hay resol. Y de remate, De la Sota ide¨® un sistema de ventilaci¨®n de abajo a arriba que limpiase el aire.
De una pared del gimnasio cuelga el legendario croquis de c¨®mo funciona el edificio (imagen de abajo). "De un solo gesto solucion¨® todos los problemas", dicen los Ayala frente al alzado, en el que De la Sota incluy¨® personitas, un sol y flechas del aire circulando. Cosas que no son estrictamente arquitectura. Ideas, no formas. Humor y humanidad. "Me gust¨® siempre hablar de la arquitectura como divertimento", dijo De la Sota, "si no se hace alegremente no es arquitectura. La emoci¨®n de la arquitectura hace sonre¨ªr, da risa. La vida, no".
Seg¨²n los Ayala, De la Sota era un hombre socarr¨®n y ocurrente. Haciendo suyo el refr¨¢n torero dec¨ªa: "Para ser arquitecto antes hay que ser barandillero" (siempre pon¨ªa mucha atenci¨®n en sus barandillas). Cuando se pasaba por el estudio de sus vecinos, espiaba sus planos por encima del hombro y soltaba consejos como "ac¨¢balo poco". Cuentan que un d¨ªa un colega de renombre coment¨® que a veces se aceptan proyectos alimenticios "porque hay que comer". "Pues se come menos", contest¨® De la Sota. Fue catedr¨¢tico en la Escuela y ense?¨® a los j¨®venes arquitectos a olvidar lo que sab¨ªan para proyectar con los recuerdos: el fresquito de la casa del pueblo, las vistas desde cierta terraza, las cosas que les gustaban... La obra y los materiales le importaban poco. Un d¨ªa le visit¨® un doctorando que escrib¨ªa una tesis sobre el hormig¨®n pretensado. De La Sota trat¨® de escabullirse de las preguntas t¨¦cnicas, prefer¨ªa hablar del aire, la luz, la vida. Pero el otro, erre que erre. "?Pero, maestro, por qu¨¦ hacer un edificio de hormig¨®n pretensado?". "?De hormig¨®n pretensado o de caca!", dicen que le contest¨®, harto, el maestro.
El material era lo de menos. Ni siquiera la forma era importante para quien siempre neg¨® haber hecho arquitectura en el Maravillas: "Creo que el no hacer arquitectura es un camino para hacerla, y todos cuantos no la hagamos habremos hecho m¨¢s por ella que los que, aprendida, la siguen haciendo. Entonces [el gimnasio del Maravillas] resolvi¨® un problema y sigue funcionando, y me parece que nadie echa en falta la arquitectura que no tiene". No es arquitectura porque no se parece a nada y no tiene servidumbres m¨¢s all¨¢ de su funci¨®n. Sus hallazgos no se pueden copiar porque s¨®lo sirven aqu¨ª y para esto. Pero se puede aprender de ellos.
"De La Sota no quer¨ªa sacar m¨²sculo, ni epatar. Odiaba los aspavientos, quer¨ªa ser an¨®nimo, austero, humilde", dice Gerardo Ayala. ??l lo era? Los Ayala se sonr¨ªen. "No ser pedante es una posici¨®n de autor¨ªa; ¨¦l era muy maestro". Cuentan que don Alejandro siempre hablaba muy bajito, para obligar a sus interlocutores a escuchar atentamente sus lecciones. Funcionaba mejor que gritarles. Eso es exactamente el gimnasio del Maravillas: un susurro magistral.
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