Una oposici¨®n sin estrategia
La reacci¨®n inicial de Mariano Rajoy a muchas de las noticias que produce estas ¨²ltimas semanas el PP se ha situado entre la indiferencia y el silencio. Para ¨¦l, en la medida que las encuestas le van bien, los problemas que le acosan son irrelevantes de cara a la consecuci¨®n de su principal objetivo pol¨ªtico. Pero este an¨¢lisis, adem¨¢s de contener algunas premisas falsas, revela las debilidades internas del PP para desarrollar una coherente y eficaz estrategia de oposici¨®n.
Desde que el PP perdi¨® el poder en 2004, sus dirigentes han dise?ado distintas estrategias para recuperarlo. En la anterior legislatura optaron por la confrontaci¨®n. Pero las elecciones de 2008 revelaron que con la crispaci¨®n no pueden ganar ni gobernar. Por ello, el nuevo equipo de Rajoy revis¨® la estrategia y gran parte del partido se posicion¨® en favor de la moderaci¨®n. Este cambio no fue aceptado por todos, generando tensiones internas.
Rajoy se est¨¢ debilitando por su incapacidad para imponer su criterio dentro del PP
El primer semestre de 2009 parec¨ªa propicio para asentar la nueva estrategia. Por un lado, las sucesivas elecciones colmaron las aspiraciones del PP. Por otro, el conocimiento de la trama de los esp¨ªas en la Comunidad de Madrid sirvi¨® para neutralizar a los disidentes en el Congreso de Valencia. Pero ¨²ltimamente los problemas internos se han agravado. La magnitud de la trama G¨¹rtel y la lucha por el poder en Caja Madrid han devuelto al PP al verano de 2008, mostrando todas las debilidades del liderazgo de Rajoy y su incapacidad para desarrollar una estrategia de oposici¨®n.
Las estrategias pol¨ªticas se planean atendiendo a sus resultados electorales. Entender por qu¨¦ se ganan o pierden elecciones es de gran ayuda a la hora de dise?arlas y la sociolog¨ªa puede arrojar luz. Y para empezar, la ideolog¨ªa tiene en Espa?a un gran peso a la hora de decidir el voto. Esto no significa que los ciudadanos sean unos fan¨¢ticos irracionales que s¨®lo atienden a consignas partidistas. De hecho, racionalidad e ideolog¨ªa no son dos visiones contrapuestas. ?Ser¨ªa racional votar a un partido que es inconsistente ideol¨®gicamente en sus pol¨ªticas?
Y puesto que la ideolog¨ªa es el factor m¨¢s relevante, los partidos progresistas tienen cierta ventaja en nuestro pa¨ªs ya que los espa?oles se definen mayoritariamente de izquierdas. En las encuestas del CIS entre 1983 y 2009, observaremos que, de media, hay tres votantes abiertamente progresistas por cada votante abiertamente conservador. El promedio de ciudadanos que se define como claramente de izquierdas es del 34,9%, una cifra que se reduce al 11,8% para el espacio ideol¨®gico de la derecha. Hay m¨¢s datos que avalan esta conclusi¨®n. Esta escala ideol¨®gica contiene valores entre 1 -extrema izquierda- y 10 -extrema derecha-, siendo el 5 la barrera que divide a votantes progresistas y conservadores. La media ideol¨®gica s¨®lo se ha situado por encima del 5 en un 3,54% de todas las encuestas.
Este relato sociol¨®gico no ser¨ªa completo sin atender a los votantes m¨¢s moderados (centro-derecha y centro-izquierda) y aquellos que no se definen ideol¨®gicamente, que suman casi el 50% del electorado. Su importancia no es s¨®lo cuantitativa. Tener posiciones ideol¨®gicas menos definidas genera dos consecuencias. Por un lado, el cambio de voto ser¨¢ menos doloroso. Por otro, los votantes moderados son mucho m¨¢s sensibles que el resto a algunos acontecimientos como, por ejemplo, la corrupci¨®n o las divisiones internas de los partidos. Entre ellos, son especialmente relevantes los que se posicionan en el 5 de la escala ideol¨®gica. Si analizamos las encuestas postelectorales del CIS, observamos que el partido vencedor en las elecciones siempre gana en este grupo de votantes. Dicho de otra forma, ninguna formaci¨®n ha logrado ganar unas elecciones sin el apoyo mayoritario de los m¨¢s moderados.
Las estrategias de confrontaci¨®n pol¨ªtica, crispaci¨®n, moderaci¨®n o la teor¨ªa de la persecuci¨®n est¨¢n dise?adas para ganar el centro ideol¨®gico en una sociedad que se define mayoritariamente de izquierdas. Lo que diferencia a cada una de ¨¦stas es el m¨¦todo para lograr la victoria. Mientras que la crispaci¨®n y la confrontaci¨®n apuestan por la desmovilizaci¨®n del adversario, las estrategias de moderaci¨®n tratan de ara?ar votos al partido rival -especialmente el de aquellos que se sit¨²an en la parte m¨¢s centrada de la escala ideol¨®gica-.
Qu¨¦ estrategia elegir depende de numerosos factores: la unidad interna del partido y la existencia de un liderazgo consolidado, entre otros. La moderaci¨®n es la t¨¢ctica m¨¢s laboriosa, pues requiere convencer a una parte relevante del electorado de que uno es la mejor opci¨®n. Para ser percibido como alternativa es necesario contar con un proyecto, equipos capaces y un l¨ªder asentado. En cambio, la confrontaci¨®n es menos exigente: consiste en mensajes negativos sobre el rival. No se trata de mostrar las virtudes propias, sino de resaltar o exagerar los defectos ajenos, llegando incluso al insulto.
Hoy, el PP se encuentra en una gran indefinici¨®n. El liderazgo de Rajoy, cuestionado desde la derrota de 2008, se est¨¢ debilitando por su incapacidad para imponer su criterio dentro del partido. Por ello, el PP no puede impulsar la estrategia de la moderaci¨®n y presentarse como una alternativa cre¨ªble. Mientras no solucione sus dificultades internas, seguir¨¢ navegando entre la moderaci¨®n y la confrontaci¨®n. Y la falta de definici¨®n es el camino m¨¢s corto para una derrota electoral.
Ignacio Urquizu es profesor de Sociolog¨ªa en la Universidad Complutense de Madrid.
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