Una inteligencia brillante

He compartido algunos momentos con ¨¦l, sobre todo cuando nos nombraron hijos predilectos de la provincia de Granada. Ah¨ª estuvimos mucho rato conversando. Cenamos, y luego hablamos. Ya ¨¦l estaba pr¨®ximo a los cien a?os. Y a esas alturas de la vida sorprend¨ªa sobremanera la lucidez, la palabra ¨¢gil, el pensamiento muy claro, la inteligencia siempre dispuesta. Uno parte del principio de que con la vejez hay muchas cosas que se acaban, y es cierto que se acaban muchas pero algunas se conservan, y en el caso de Ayala sobre todo se manten¨ªa algo tan importante como la capacidad de comunicaci¨®n y el funcionamiento de una inteligencia tan brillante como era la suya. Eso no es incompatible con la vejez, y en su caso no lo era en absoluto: se manten¨ªa vivo, despierto, formidable. Francisco Ayala ha sido la prueba viva de que se puede vivir mucho y seguir, en el plano del intelecto, igual a lo que se era antes, cuando se era mucho m¨¢s joven. Conozco su obra, aunque no profundamente; he le¨ªdo algunas de sus novelas, y me gust¨® particularmente La cabeza del cordero. Es una p¨¦rdida para Espa?a, y es una verdadera l¨¢stima que no hubiera habido traducciones suficientes al ingl¨¦s o al franc¨¦s como para haber llamado la atenci¨®n de la Academia Nobel, cuyo premio se merec¨ªa sin duda alguna. Era la suya una obra profunda, muy rica en su reflexi¨®n y en su pensamiento, en la diversidad de sus intereses humanos y en su propia expresi¨®n literaria.