Mar de fondo
Hace a?os tuve una experiencia terrible con el mar. Acababa de llegar a la playa en uno de esos d¨ªas calurosos del verano. El agua ten¨ªa un prometedor color azul y estaba en calma. Sin pensarlo, entr¨¦ en ese oc¨¦ano que hasta ese d¨ªa hab¨ªa considerado amigo, con el ansia de la primera vez de cada verano. Me sumerg¨ª con decisi¨®n y di unas cuantas brazadas en direcci¨®n al horizonte. Cuando volv¨ª la cabeza comprob¨¦ que me encontraba a muchos metros de la playa. Intent¨¦ regresar, pero una corriente oculta me arrastraba hacia dentro. Despu¨¦s de muchos esfuerzos consegu¨ª volver a la arena pero ya nunca he vuelto a mirar el mar con los mismos ojos. Me explicaron que ese d¨ªa hab¨ªa mar de fondo y que una lejana bandera solitaria lo advert¨ªa. Sin embargo, se evapor¨® la ingenua confianza que adquir¨ª en la ni?ez y desde entonces miro sus aguas con el recelo de una amante enga?ada.
Siento algo parecido a esta marea profunda cada ma?ana cuando oigo las noticias o escucho conversaciones de personas que gritan en las que no importan los razonamientos, los matices, o la verdad sino una suma de juicios sumar¨ªsimos sin apelaci¨®n.
Es muy dif¨ªcil, por ejemplo, convencer a alguien de que el sistema educativo no es un lugar de violencia, de fracaso y de decepci¨®n. No importa que sustentes esta opini¨®n con experiencias, con datos y con razones. Reconocer¨¢n las excepciones, pero ya han juzgado y sentenciado el sistema en su conjunto, a los j¨®venes en su totalidad y el veredicto es orden y autoridad, a secas.
Ni qu¨¦ decir tiene la dificultad de debatir sobre temas m¨¢s espinosos. Demostrar que los delincuentes no entran por una puerta y salen por otra, es misi¨®n imposible. Afirmar que hay m¨¢s presos y menor delincuencia que en la mayor parte de los pa¨ªses desarrollados parece una ficci¨®n, aunque sea la verdad m¨¢s f¨¢cil de comprobar. Y no digamos ya de los impuestos. Te mirar¨¢n con extra?eza si afirmas que en nuestro pa¨ªs se pagan menos impuestos que en la mayor parte de Europa, aunque el que te contradiga defraude el IVA y declare la mitad de sus ganancias a Hacienda.
Se ha puesto de peligrosa moda convertir a las v¨ªctimas en legisladores y a sus familiares en "gobiernos en la sombra" que lo mismo imponen cadenas perpetuas que aconsejan negociaciones vergonzosas con secuestradores. Se preguntan obviedades y lugares comunes a los ciudadanos y se sugieren las soluciones m¨¢s f¨¢ciles y arbitrarias. Son ya legi¨®n los ciudadanos que, como los taxistas, "arreglar¨ªan los problemas en cinco minutos, si los dejaran", con mucha autoridad y sin comunidades aut¨®nomas.
No nos enga?emos. No gritan las personas realmente afectadas por la crisis; las que se han quedado sin trabajo; las que apenas llegan a final de mes; las contratadas bajo cuerda; las que han perdido derechos; las que no pueden pagar su vivienda... Ojal¨¢ pusieran sus problemas reales sobre la mesa. Pero no. Gritan m¨¢s los que no han perdido nada en esta crisis, los que han ahorrado y han cambiado de coche gracias a la ca¨ªda de los precios y del dinero. No despotrican de los bancos, de los especuladores, de los que se aprovechan del sufrimiento ajeno, sino de lo p¨²blico y lo pol¨ªtico en su sentido m¨¢s amplio.
No es que intenten derrotar al Gobierno. Eso es lo de menos. Ojal¨¢ subiera una cr¨ªtica fundada y alternativa a su pol¨ªtica. Pero, la respuesta populista a las grandes crisis econ¨®micas ha sido, hist¨®ricamente, el autoritarismo. ?ste no llega con anuncios luminosos, no se presenta como tal a las elecciones. Es una marea soterrada que arrastra voluntades, adormece el raciocinio, desarma con su aparente calma al que se opone y te arrastra hacia el abismo del miedo y la desconfianza social.
No estar¨ªa mal levantar unas cuantas banderas de alerta en esta playa para que nos advirtieran del peligroso mar de fondo. Y algo de esperanza.
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