De Madrid al cine
Sin un poco de inocencia es imposible disfrutar de nada en la vida. Es lo bueno que tiene el enamoramiento, que te devuelve unos gramos de inocencia y la sensaci¨®n de que eres el protagonista del mundo. Tiene mucho de pel¨ªcula como ya sabemos. En el fondo el cine siempre est¨¢ intentando crearnos la ilusi¨®n de que somos el centro de la historia y que sin nuestras sonrisas y nudos en la garganta nada de lo que ocurre en la pantalla tendr¨ªa sentido.
Por eso, para ver cine, es necesario entregar desde la butaca la poca inocencia que nos quede, rebuscar en los bolsillos toda la calderilla emocional posible. Ser¨ªa casi malsano estar todo el rato pensando en el esfuerzo y sinsabores que habr¨¢ costado encajar las piezas de esa realidad paralela que alguien se ha empe?ado en crear, y en lugar de dejarse llevar, estar pensando c¨®mo habr¨¢ conseguido el productor ese helic¨®ptero, de d¨®nde le habr¨¢ venido el dinero... El espectador s¨®lo tiene que comerse el pastel y no mancharse las manos de harina, porque si se enamora de lo que ve, si traspasa el espejo es que no falta ni sobra nada, aunque falte y sobre con la naturalidad con que hay monta?as exageradamente altas y desiertos sin un simple matojo. Pero las monta?as desproporcionadas y los desiertos imposibles son cosa de los cr¨ªticos y de los jurados de los festivales.
Sacamos poco partido a ese mapa que va de 'La torre de los siete jorobados' a 'El d¨ªa de la bestia'
Precisamente escribo estas l¨ªneas mientras formo parte del jurado del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva en medio de un fest¨ªn de pel¨ªculas y de inocencias recuperadas, de risas, sonrisas y alg¨²n que otro nudo en la garganta gracias a algunas obras que en mi opini¨®n han logrado que este festival merezca la pena. Sin conocer la trastienda de los festivales, al menos en esta ocasi¨®n ha sido una manera de ver mucho en poco tiempo y de disfrutar de cintas que de otra manera habr¨ªan pasado desapercibidas. Hoy por hoy los festivales de cine tienen mucho m¨¢s que ofrecer que, por ejemplo, los festivales de literatura, organizados una y otra vez con las mesas redondas y conferencias de toda la vida, esperando que los escritores saquen al actor que llevan dentro mientras las novelas se empinan sobre la mesa como pueden.
Qu¨¦ f¨¢cil es ver cine. Incluso la pel¨ªcula m¨¢s cansina la ves repantigado en la butaca, incluso la m¨¢s larga se tarda en verla menos que en leer un libro, y hasta en la menos lograda, con algo de buena fe, puede uno encontrarse un rayo de esperanza. Cuesta mucho menos opinar sobre una pel¨ªcula que hacerla, por muy bueno que sea el comentario y muy mala la pel¨ªcula. Por supuesto digo todo esto desde la inocencia que me queda, sin pensar en el desagradable asunto del dinero, las ayudas, subvenciones y las crispaciones que rodean al cine espa?ol, porque los espectadores cuando pensamos en el cine pensamos en emociones y en nuestros queridos actores, como los homenajeados en Huelva, Joaquim de Almeida y Jos¨¦ Luis G¨®mez, sin olvidar a uno de los m¨¢s grandes: Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, desaparecido hace poco, un c¨®mico que logr¨® devolvernos el dolor y frustraciones del pobre hombre medio espa?ol de la posguerra y la Transici¨®n envueltos en la m¨¢s tierna iron¨ªa.
Con sus pros y sus contras, es indudable que las ciudades con festival de cine est¨¢n sacudidas por un cierto encanto. Cannes, Venecia, San Sebasti¨¢n, Valladolid, M¨¢laga, Huelva... En Madrid tenemos los Goya, pero adem¨¢s el cine ha cubierto esta ciudad de se?ales y gui?os, rastros invisibles que nos vamos encontrando aqu¨ª y all¨¢. Le sacamos poco partido a ese mapa que se ha ido dibujando desde La torre de los siete jorobados, de Edgar Neville, pasando por El pisito, de Marco Ferreri, las a?oradas comedias de Fernando Colomo, Abre los ojos, de Alejandro Amen¨¢bar o El d¨ªa de la bestia, de ?lex de la Iglesia. La c¨¢mara tiene el poder de fijar y convertir hasta lo m¨¢s vulgar en simb¨®lico y ciertas calles y edificios que nos rodean han entrado en el reino de la magia.
Por tanto, le propongo al Ayuntamiento o a quien corresponda la idea de se?alar esos sitios en que se hayan rodado escenas emblem¨¢ticas de nuestro cine con placas o mosaicos donde se reproduzcan dichas escenas, monumentos invisibles de nuestra cultura urbana y huellas de nuestra forma de vida, del paso del tiempo, de la inspiraci¨®n del d¨ªa a d¨ªa. El proyecto se podr¨ªa llamar Aqu¨ª se rod¨®, acompa?ado de una gu¨ªa tur¨ªstica: De Madrid al cine. Por supuesto no regalo la idea.
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