Reliquias con malos humos
Unas 800 comunidades de vecinos todav¨ªa usan calderas de carb¨®n
Los s¨®tanos de la ciudad esconden tesoros insondables. Reliquias que, a veces, ensucian el cielo de la ciudad. Unos 800 inmuebles, de los 250.000 que hay en Madrid, a¨²n conservan calderas de carb¨®n en sus entra?as. En la manzana formada por las calles de Jos¨¦ Abascal y de Fern¨¢ndez de la Hoz (Chamber¨ª) quedan una docena de edificios que calientan sus paredes con carb¨®n. Otros tantos de la zona acaban de cambiar la instalaci¨®n por gas natural.
Las calderas alimentadas con carb¨®n natural estar¨¢n prohibidas a partir de 2012 debido a la alta contaminaci¨®n. La combusti¨®n de estas instalaciones produce un humo negruzco que contiene part¨ªculas en suspensi¨®n, di¨®xido de carbono y de azufre. Adem¨¢s de ser poco saludable contribuyen a ensuciar el aire. La contaminaci¨®n procedente de estas estufas representa cerca del 5% del total. Quedan pocas comparadas con las m¨¢s de 8.000 que hab¨ªa en 1990 cuando el Ayuntamiento inici¨® la campa?a para sustituirlas.
"A¨²n tenemos dos a?os para cambiar el sistema", dice una propietaria
Marisol C¨¢ceres lleva 23 a?os gobernando un amplio portal, que hace chafl¨¢n, en la calle de Bret¨®n de los Herreros. Cada ma?ana desciende una estrecha escalera al s¨®tano del edificio. All¨ª, en el interior de un peque?o habit¨¢culo escasamente iluminado, se encuentra una vieja caldera de hierro fundido que caldea los 21 pisos del edificio. Tiene unos 80 a?os. En un recoveco se apila el carb¨®n natural. Son pedazos de entre 5 y 10 cent¨ªmetros de color negruzco. A su lado, la le?a.
Marisol conoce los secretos de esta gran estufa. Se encarga de ella desde 1986. La densa mara?a de normas municipales establece que las bajas temperaturas comienzan el 1 de noviembre y concluyen el 30 de marzo. En ese periodo ella tiene una obligaci¨®n extra: mimar la vieja caldera. "A veces escupe, tiene aires... Hay que tratarla con delicadeza", musita.
A primera hora de la ma?ana la limpia. Apaga los rescoldos y saca la escoria, el residuo esponjoso que queda tras la combusti¨®n del carb¨®n. Cuando est¨¢ lista, prepara en el est¨®mago del artilugio un lecho de papeles, le?a y escoria que cubre con carb¨®n. "Hay que dejar un hueco libre para que respire", apunta con una voz delicada. La estufa est¨¢ recubierta de un material refractario que conserva el calor. Tiene varias compuertas para dejar entrar el aire para avivarla o bajar la presi¨®n cuando sube mucho la temperatura. Un termostato indica que ha alcanzado los 70 grados. "A las doce tiene que estar lista para que los vecinos no se quejen", se?ala.
A dos calles, late otra caldera. La encargada del edificio cuenta con cierto desahogo porque la comunidad ha contratado a una empresa que se encarga de su mantenimiento. "Vienen todos los d¨ªas un par de veces, la encienden y la apagan", comenta la portera. Las empresas de carboner¨ªa se encargan de suministrar el carb¨®n, la le?a y del mantenimiento de las calefacciones de este tipo. Mantener una caldera de estas caracter¨ªsticas cuesta unos 1.500 euros al mes, seg¨²n varios porteros de la zona. La propietaria de un edificio del barrio cuenta resignada que pronto deben cambiar el sistema. "A¨²n tenemos dos a?os. Pero no nos dejan colocar la nueva instalaci¨®n en el s¨®tano. Tenemos que hacerlo en la terraza", explica mientras comenta con humor: "Si explota va para arriba y no sale ning¨²n vecino perjudicado".
Esta singular propietaria, que prefiere ocultar su nombre, desliza: "Creo que cuando la cambiemos nos dar¨¢n ayudas". La Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento subvencionan hasta el 30% del coste para reemplazarlas.
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