Europa ya tiene tel¨¦fono (?)
Est¨¢ coincidiendo el final de los trabajos del grupo de reflexi¨®n catal¨¢n sobre el futuro de la Uni¨®n Europea (UE) creado por el presidente Montilla con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa y los nombramientos de la nueva c¨²pula de la UE. A ambas cosas quisiera referirme.
Empiezo con una s¨ªntesis del esp¨ªritu de nuestras conclusiones, cosa que hago extrayendo algunas de las frases del borrador final, sujeto a peque?as variaciones: "La UE est¨¢ sufriendo una p¨¦rdida de relevancia en el mundo, en contraste con la de otras nuevas potencias cuyo peso demogr¨¢fico y cuyo PIB es claramente inferior al del conjunto de los pa¨ªses de la UE", "o se acepta la creciente irrelevancia o se apuesta decididamente por construir una uni¨®n econ¨®mica y una pol¨ªtica exterior y de defensa europeas", "no se puede tener una pol¨ªtica exterior europea cre¨ªble si la pol¨ªtica econ¨®mica -no solamente la monetaria- no est¨¢ unificada y la actual uni¨®n monetaria no se completa con la uni¨®n econ¨®mica". La ambici¨®n estrat¨¦gica de nuestro grupo creo que queda claramente reflejada en estas frases.
Lo que pueda dar de s¨ª el Tratado de Lisboa va a depender de la voluntad y capacidad de quienes lideren las instituciones europeas
Al referirse a la identificaci¨®n de los ciudadanos con el proyecto europeo, se dice: "Hay que aprovechar algunos elementos clave del nuevo Tratado de Lisboa, como son las figuras del presidente del consejo o el alto representante para la pol¨ªtica exterior, para incrementar la visibilidad de la UE entre los ciudadanos y la opini¨®n p¨²blica". ?sta no es una recomendaci¨®n estrat¨¦gica, sino instrumental, pero la pol¨ªtica tambi¨¦n necesita im¨¢genes y de s¨ªmbolos. Ni que decir tiene que fue escrita antes de conocer los nombramientos.
Tiempo habr¨¢ para comentar las conclusiones del grupo cuando se hagan definitivamente p¨²blicas y para analizar con perspectiva la entrada en vigor del nuevo tratado. Quiero hacer dos comentarios de urgencia.
Primero, es una buena noticia la aprobaci¨®n del Tratado de Lisboa. Permite salir de la par¨¢lisis en que nos dej¨® el rechazo de la propuesta de Constituci¨®n. Pero es una alegr¨ªa no exenta de melancol¨ªa ya que supone certificar que se han abandonado bastantes de los objetivos y las ambiciones de aquella propuesta, que se han dejado caer en el camino para poder avanzar. El Tratado de Lisboa es un paso adelante, pero creo que no tiene la trascendencia pol¨ªtica que tuvo en su momento el de Maastricht, que supuso un enorme empuj¨®n, ilusionado y real, en la construcci¨®n europea. Habr¨¢ que aprovechar en todo lo posible las nuevas posibilidades que abre, pero los objetivos finales que se propone quedan lejos de lo que necesitamos. Lo que va a dar de s¨ª el tratado va a depender mucho de la voluntad y la capacidad de las persones que est¨¦n al frente de las instituciones europeas para convencer a los Estados e ilusionar a los ciudadanos sobre la necesidad de avanzar m¨¢s y m¨¢s deprisa.
A esto se refiere mi segundo comentario. Tengo dudas de que sean acertados los nombramientos que se han decidido la pasada semana para los puestos de presidente y de alto representante. Desde el desconocimiento personal, tengo un gran respeto por quien ha sido primer ministro de un pa¨ªs y quien ha sido comisaria europea, aunque tanto uno como otra s¨®lo hayan ejercido sus cargos durante un a?o. Pero pienso que les falta seguramente la experiencia, y sin duda la notoriedad, que requiere el triple reto que tienen ante s¨ª. El reto de reforzar la Uni¨®n frente a las resistencias y los obst¨¢culos de los 27 Estados, el reto de ilusionar a los ciudadanos europeos, sin cuyo apoyo no se vencer¨¢n estas dificultades, y el reto de hacer valer los valores y las opiniones europeas frente a los dem¨¢s l¨ªderes mundiales.
Uno es por naturaleza optimista y por ello est¨¢ dispuesto a dar un voto de confianza a dos personas que parecen competentes y, supongo, ilusionadas. Pero uno no puede dejar de temer que hayan sido escogidas precisamente con un perfil que evite que se lancen a superar estos retos. La esperanza es que hagan aquello que al escogerlos se ha querido evitar que hagan...
Para poner de evidencia la falta de una ¨²nica pol¨ªtica europea, Henry Kissinger preguntaba socarronamente hace unos a?os: "?Cu¨¢l es el tel¨¦fono para llamar a Europa?". A partir de ahora, Europa ya tiene tel¨¦fono. Las preguntas ahora ser¨ªan: ?llamar¨¢n Obama, Putin o Hu Jintao a este tel¨¦fono? Y si llaman, ?alguien descolgar¨¢ y responder¨¢ con autoridad o se limitar¨¢ a tomar el encargo? Y si fuera as¨ª, ?volver¨¢n a llamar?
Joan Maj¨® es ingeniero y ex ministro.
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