La lluvia en Brighton
Nos han instruido mucho acerca del mundo, pero en realidad no han sabido explicarnos nada. Porque no hay una explicaci¨®n. Es una buena raz¨®n para dedicarse al arte, mostrar el absoluto misterio de las cosas.
Ahora bien, quienes debemos mostrar ese misterio constituimos tambi¨¦n un misterio para nosotros mismos. Recuerdo una tarde en Lima, en un caf¨¦ de las afueras. Alguien dijo a mi lado: "Conocerse ser¨¢ siempre el problema de todos los hombres". Pens¨¦ que la frase, que era muy justa, no agotaba los problemas ni los enigmas. Veo un misterio en todo. Por ejemplo, en mi insistente tendencia a escribir los viajes antes de hacerlos y luego llevarlos a cabo lo m¨¢s parecido a c¨®mo los he escrito. En una primera etapa, esta tendencia me parec¨ªa una excentricidad. Ahora, un enigma.
Recuerdo, hace meses, haber ido a Brighton habiendo escrito previamente parte de lo que all¨ª vivir¨ªa. Hab¨ªa le¨ªdo que el tiempo ser¨ªa lluvioso y hab¨ªa visto en Internet los tonos azulados de las cortinas de los cuartos del hotel donde me hospedar¨ªa. Gracias a esta sabidur¨ªa previa, constru¨ª y escrib¨ª una sencilla secuencia que ocurr¨ªa nada m¨¢s llegar a mi habitaci¨®n. Escrib¨ª que entraba en mi cuarto y me invad¨ªa una angustia que iba en aumento a medida que me acercaba a la ventana para ver c¨®mo ca¨ªa la lluvia sobre la larga playa de Brighton. La lluvia parec¨ªa calar en lo m¨¢s hondo de mi destino. Mov¨ªa entonces, con gran desesperaci¨®n, la cortina de tonos azulados, y despu¨¦s me entregaba a unos pensamientos (tambi¨¦n los llevaba escritos) agrios y profundos.
En la melanc¨®lica ciudad inglesa sucedi¨® todo tal como hab¨ªa previsto (escrito, quiero decir), salvo el momento de angustia metaf¨ªsica al mover con desesperaci¨®n la cortina. Ah¨ª debo decir que la desesperaci¨®n, en contra de lo que ten¨ªa escrito, tuve que fingirla, lo que me hizo confirmar que no siempre que la ocasi¨®n lo requiere es f¨¢cil estar desesperado.
Me acuerdo de cuando all¨ª en Brighton, algo m¨¢s tarde, sent¨ª la fatiga de estar pensando tan rutinariamente todo lo que ya llevaba escrito. Y tambi¨¦n de cuando me escap¨¦ del gui¨®n y pas¨¦ a modificar los aspectos m¨¢s ¨¢speros de lo que pensaba, y surgieron entonces otros pensamientos. Muy diferentes. Portentosos. Repar¨¦ en que no habr¨ªa llegado hasta ellos de no haber seguido tan fielmente, hasta aquel momento, el gui¨®n que yo mismo me hab¨ªa escrito. O sea que me hab¨ªa ido bien permanecer fiel por un rato a la monoton¨ªa de aquello a lo que, por iniciativa propia, me hab¨ªa predestinado, porque gracias a esto hab¨ªa accedido, en una segunda etapa, a la sorpresa de ciertos pensamientos diferentes y portentosos, inesperados.
Pens¨¦ tambi¨¦n en la ¨¦poca en la que la man¨ªa de escribir mis viajes antes de hacerlos me parec¨ªa tan s¨®lo una extravagancia. Y tambi¨¦n en el d¨ªa en que unas frases de Ulrich Plass me hicieron ver que la man¨ªa era enigm¨¢tica, pero no absurda e insustancial: "Es factible ver la biograf¨ªa de Kafka como un experimento que puede resumirse en una pregunta formulada a modo de quiasmo: ?puedo vivir mi vida de tal forma que cada una de las experiencias vividas se transformar¨¢ en escritura, y puedo escribir de tal forma que toda mi escritura tendr¨¢ un impacto experiencial transformativo en c¨®mo vivo?".
Comprend¨ª que nada ten¨ªa de singular mi disposici¨®n a incidir con la escritura en mi vida, y transformarla. Y pens¨¦ en algo con una cierta carga heroica que le hab¨ªa o¨ªdo decir al rapero Juan Manuel Montilla, El Langui: "Creo en el destino, que est¨¢ ah¨ª, pero ha sido con mi car¨¢cter y mi voluntad como he ido trabajando para crear otro destino".
Y tambi¨¦n me acord¨¦ de Robert Musil, que dec¨ªa que si existe el sentido de la realidad, debe existir tambi¨¦n el de la posibilidad: "Si al que posee el sentido de la posibilidad se le demuestra que una cosa es tal como es, entonces piensa: probablemente podr¨ªa ser tambi¨¦n de otra manera".
Desde entonces, el sentido de la posibilidad me se?ala que mi escritura no s¨®lo puede intervenir en lo que vivo, sino tambi¨¦n transformarlo, intervenir en lo que piense, tal como sucedi¨® el d¨ªa de Brighton despu¨¦s de mover los cortinajes.
Es verdad que solemos no conocer nuestros propios defectos, pero tambi¨¦n lo es que muy pocos conocen sus propias virtudes. A veces hay en nosotros vetas de oro cuya existencia desconoc¨ªamos. ?Y si una de esas vetas ocultas en cada uno de nosotros fuera, por ejemplo, una asombrosa capacidad para que nuestra escritura tenga un "impacto experiencial transformativo" en lo que pensamos?
Como estoy viendo que se puede llegar a lo nuevo a trav¨¦s de pensamientos previamente escritos, voy a escribir lo que har¨¦ y pensar¨¦ ma?ana por la ma?ana cuando baje con mis zapatillas de Muji al supermercado paquistan¨ª a comprar caf¨¦ y me ponga entonces a pensar que una buena raz¨®n para dedicarse al arte es mostrar el absoluto misterio de las cosas...
Ya veo que ma?ana actuar¨¦ seg¨²n el designio de lo escrito y lo pensado aqu¨ª mismo, unas l¨ªneas m¨¢s arriba, y que me quedar¨¦ a la espera de que me entre la fatiga de la rutina de lo predestinado y me sea dado entrar de nuevo en el espacio de los pensamientos ins¨®litos, prodigiosos; es decir, ya veo que ma?ana me quedar¨¦ a la espera de entrar de nuevo en una esfera del tiempo no prevista por los designios divinos y quiz¨¢s trate ah¨ª de buscar un fuego, un vuelo, un esp¨ªritu constructor, que nunca deb¨ª dar por perdidos. Pero eso lo har¨¦ ma?ana, hoy no. Hoy me quedar¨¦ pensando un rato en todo lo que no comprendo. Ser¨¢ ma?ana cuando vuelva a manipular el material de alto riesgo de la vida. Y ser¨¢ formidable saber que todav¨ªa trabajo para crearme otro destino.
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