El perd¨®n y la culpa
En la calle principal de mi pueblo, en un lugar llamado popularmente la muralla, hay un bajorrelieve donde los ni?os qued¨¢bamos para iniciar nuestros juegos. Hasta hace pocos a?os no nos hemos dado cuenta de que esas figuras de piedra representan cinco cabezas degolladas de capitanes ¨¢rabes con sus turbantes y mostachos. Tampoco ¨¦ramos conscientes de que uno de nuestros insultos m¨¢s habituales, "perro jud¨ªo", tiene un fuerte significado antisemita. La proximidad, la familiaridad con la xenofobia torna a ¨¦sta invisible, como un objeto cotidiano en el que no reparas.
S¨®lo esta familiaridad con la exclusi¨®n explica el esc¨¢ndalo que ha levantado en ciertos sectores la iniciativa del diputado granadino Jos¨¦ Antonio P¨¦rez Tapias para reconocer la injusticia de la expulsi¨®n de los moriscos, su persecuci¨®n, muerte y apropiaci¨®n de sus bienes. Algunos reprochan que el Congreso de los Diputados dedique su tiempo a estos debates (?quieren decir menudencias, insignificancias, antiguallas, detalles menores?); otros se han burlado abiertamente de la iniciativa; unos cuantos -m¨¢s feroces a¨²n- han emprendido cruzada contra ese revisionismo hist¨®rico que pone contra las cuerdas la historia de Espa?a; finalmente, el grupo m¨¢s politizado considera esta iniciativa una extensi¨®n del revanchismo que seg¨²n ellos acosa a la izquierda en nuestro pa¨ªs.
Y es que la desmemoria y la falta de arrepentimiento son consustanciales a la derecha espa?ola y a su particular configuraci¨®n ideol¨®gica. En los pa¨ªses anglosajones es com¨²n la petici¨®n de perd¨®n p¨²blica, la reparaci¨®n de las v¨ªctimas, la creaci¨®n de liturgias de arrepentimiento. A veces transcurren siglos, otras veces a?os, pero el reconocimiento de errores y de injusticias juega un papel de redenci¨®n y de limpieza c¨ªclica del conjunto de la sociedad. En las ¨²ltimas semanas Australia y Gran Breta?a han pedido perd¨®n por enviar al exilio a cerca de medio mill¨®n de ni?os que fueron v¨ªctimas de abusos y utilizados como mano de obra semi-esclava en las colonias. Tambi¨¦n recientemente, el gobierno de Canad¨¢ hizo lo mismo por m¨¢s de un siglo de abusos contra sus abor¨ªgenes. Por su parte EE UU ha vuelto a pedir perd¨®n a los afroamericanos por la segregaci¨®n racial y las leyes discriminatorias despu¨¦s de ser abolido el esclavismo. Asimismo, c¨ªclicamente, ofician ceremonias de perd¨®n hac¨ªa los indios americanos. En cuanto a Alemania, tiene un ritual de redenci¨®n y culpa por los cr¨ªmenes del nazismo y especialmente por el holocausto jud¨ªo.
Hay, sin embargo, dos estados que no reconocen sus culpas: el Vaticano y Espa?a. La Iglesia cat¨®lica hizo una contrici¨®n general por "los errores de sus dos mil a?os de historia" y se absolvi¨® a s¨ª misma. El Estado espa?ol, por su parte, no reconoce culpas recientes ni pasadas. La guerra, la dictadura, la explotaci¨®n colonial, la entrega cruel del S¨¢hara no han levantado ni una sola voz de perd¨®n. Fray Bartolom¨¦ de las Casas envi¨® hace siglos una carta al futuro sin que Espa?a acuse su recibo y reconozca, oficialmente, su violento y destructivo encuentro con Am¨¦rica as¨ª como el trato animal que durante siglos concedi¨® a los ind¨ªgenas americanos. S¨®lo los jud¨ªos sefarditas han obtenido un tard¨ªo reconocimiento que no escoci¨® tanto como esta peque?a disculpa a los moriscos, una gota de arrepentimiento frente a un oc¨¦ano de olvido y de injusticias. Menos mal que un peque?o ramillete de intelectuales e historiadores ofrecen las flores de la reconciliaci¨®n que el Estado niega y que las v¨ªctimas aceptan como un modesto tributo.
Dicen los psicoanalistas que la petici¨®n de perd¨®n nos ofrece la llave de los nuevos tiempos. Si es as¨ª, permaneceremos atados a la soberbia, a la culpa, al eterno retorno de la historia hasta que se rompa el maleficio de los siglos de olvido.
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