Razones de un 'sabinazo'
Mala onda. Pasan varios d¨ªas antes de que me atreva a poner Vinagre y rosas, la entrega 2009 de Joaqu¨ªn Sabina. Una cuesti¨®n personal: me repele la portada, con el artista en actitud jocosa, y todas esas sombr¨ªas fotograf¨ªas. Nunca compart¨ª su pasi¨®n por los rancios ritmos cabareteros y tampoco entiendo esa atracci¨®n por rodearse del atrezzo de alguna obra situada en la posguerra, como si el pasado fuera su pa¨ªs favorito.
Cuando aparco los malditos prejuicios, ya se sabe que Vinagre y rosas es un ¨¦xito, lo atestiguan discos de platino y multitudes entregadas. Se asegura que vuelve a estar en forma. Al menos, ?lo intenta! El coautor de las letras es Benjam¨ªn Prado, que publica un fascinante relato sobre la experiencia, Romper una canci¨®n (Aguilar). Raras veces se ha retratado tan ¨ªntimamente una colaboraci¨®n, que parte de una semana de trabajo en Praga. No queda claro qui¨¦n es el campe¨®n y qui¨¦n el sparring: ambos est¨¢n empe?ados en rescribir los versos hasta la extenuaci¨®n, peleando bajo reglas como "el corralito" y el derecho de veto, materializado en el tajante "no compro". Prado comprueba que Joaqu¨ªn es el socio m¨¢s generoso posible, hasta que pretende llevarle la contraria en una soluci¨®n po¨¦tica.
En el mundo de la m¨²sica hay un rencor sordo por el giro de Sabina hacia la literatura
M¨¢s all¨¢ de los detalles t¨¦cnicos, quedan las an¨¦cdotas. Los empleados del hotel est¨¢n convencidos de que los dos graf¨®manos son una pareja gay; empe?ados en desenga?arlos, se van al m¨¢s famoso prost¨ªbulo de Praga en una escandalosa limusina. M¨¢s aventuras tragic¨®micas: el robo del original de las letras durante una juerga en Rota, o el encuentro con la Guardia Civil de Tr¨¢fico. Pero el Universo Sabina sigue estando obscurecido por espor¨¢dicas temporadas de perros negros, que no se corresponden necesariamente con sus d¨ªas de resaca.
Compruebo que Vinagre y rosas tiene hechuras de buen disco de Joaqu¨ªn. El espejismo funciona si te niegas a reconocer que todo lo has gozado antes, y en versiones superiores, en otros ¨¢lbumes suyos. Aqu¨ª hay un abuso del oficio y una sequ¨ªa de verdades: intenten imaginar al ganador y los finalistas del concurso Haga una letra de Sabina. Adem¨¢s, toda la pirotecnia literaria se moja en el segundo paso, cuando hay que encajar los textos en m¨²sicas. En ese trance, sus sufridos instrumentistas manejan moldes m¨¢s o menos nobles: la ranchera castiza, el J. J. Cale de ?beda, la rumba de Lavapi¨¦s, el rockanrolito de verbena, el pop de vuelo corto. No es delito el autoplagio pero deprime que los cr¨¦ditos de casi todas las nuevas coplas lleven cuatro nombres: Sabina-Prado-Varona-Garc¨ªa de Diego. Tambi¨¦n ocurr¨ªa antes pero, al lado, hab¨ªa prodigiosos tours de force, donde un encendido Joaqu¨ªn firmaba m¨²sica y letra: Noches de boda, Barbi Superstar, Dieguitos y Mafaldas...
En el libro, Sabina reafirma que su mejor obra es 19 d¨ªas y 500 noches, pero han pasado diez a?os y no se ha atrevido a volver a encerrarse con Alejo Stivel o cualquier otro productor exigente. Por comodidad, por eficiencia, por lealtad, prefiere seguir con el reconfortante equipo que tambi¨¦n le acompa?a en directo. ?Y qui¨¦n puede reproch¨¢rselo? Tiene el ejemplo de su querido amigo, que lleva d¨¦cadas plante¨¢ndose los discos como un inconveniente, a resolver de forma indolora, en vez de arriesgarse a lo desconocido, a la tensi¨®n creativa, a la tentaci¨®n de romper el cielo.
Nadie se lo va a reprochar. Y eso que, en el mundo de la m¨²sica, existe un rencor de orfandad respecto a Sabina. Ha preferido incrustarse en la high society literaria, en ese Club de los Poetas L¨ªricos que -reitera Benjam¨ªn- se lo pasa tan guay, donde un agradecido Joaqu¨ªn ejerce de buf¨®n de su propia corte. Trat¨¢ndose de un traficante de emociones cantadas, hay algo est¨¦ticamente suicida en ese distanciamiento de la m¨²sica viva. Un p¨¦simo canje: la posible grandeza de las canciones por las seguras risitas de columnista de Intervi¨².
Babelia
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