Publicaciones y consignas
Supervivientes del r¨¦gimen anterior, desde sus primeros tiempos, vamos quedando pocos. Tiempos que apenas tienen que ver con los presentes, en cuanto a los usos y costumbres cotidianos, donde el cambio ha sido enorme. No as¨ª en cuanto a ciertos sentimientos -que sigo creyendo minoritarios- donde el paisano, el vecino, el compa?ero e incluso el familiar es visto con ojos homicidas. Vivimos de otra manera, comemos, vestimos, nos relacionamos diferentemente, porque es una verdad como una pir¨¢mide que ha sido abolida la diferencia de clases. A m¨ª me dar¨ªa mucha verg¨¹enza aludir a la fam¨¦lica legi¨®n refiri¨¦ndome a quienes a¨²n trabajan. Que la crisis actual haya empobrecido a mucha gente parece algo ex¨®geno, que apenas ata?e a una minor¨ªa, pudi¨¦ramos decir, interesada. Digo esto a cuento del artificio que ha provocado el editorial publicado simult¨¢neamente por varios peri¨®dicos catalanes, y la falacia de que el asunto tratado -salvo para las minor¨ªas- afecte directamente al gran p¨²blico, absorto en resolver problemas cotidianos de supervivencia.
Un palacete situado en la calle de G¨¦nova acog¨ªa el Ministerio de Educaci¨®n Popular
De refil¨®n se alude a que fue pr¨¢ctica franquista -adoptemos el t¨¦rmino, en Espa?a no hubo m¨¢s franquistas, de verdad, que el propio general y su corta familia- la utilizaci¨®n de los medios de comunicaci¨®n, que durante much¨ªsimo tiempo se redujo a los diarios, pues en la radio no hab¨ªa m¨¢s noticias que las del "parte" horario.
Existi¨® un departamento, dependiente del Ministerio de Educaci¨®n Popular, Propaganda, como quieran. Recuerdo muy bien cuando estaba situado en un palacete de la calle de G¨¦nova, esquina a la de Monte Esquinza, donde cab¨ªan todos los resortes del poder medi¨¢tico del Estado. En la ¨²ltima planta, que en su d¨ªa debi¨® de ser la destinada al alojamiento de los criados, se compartimentaban las distintas secciones y una de ellas ten¨ªa el pomposo y descriptivo nombre de Direcci¨®n de Publicaciones y Consignas. Lo visitaba con frecuencia, a la espera de ingresar en la cofrad¨ªa de los plum¨ªferos que despachaban los art¨ªculos de Prensa, de inserci¨®n obligatoria, con o sin firma, que inspiraban los rectores.
Al frente, durante un tiempo, estuvo un hombre singular, que parec¨ªa un cl¨¦rigo inventado por Chesterton, de corta talla, entrado en carnes, ilustrado y desempe?ando aquella funci¨®n como si fuera un experimento. Se llamaba Agust¨ªn del R¨ªo Cisneros y le ayudaba en la tarea un gallego muy alto, miope, desgalichado, inteligente, compendio de la sorna de sus or¨ªgenes, que desempe?aba el puesto de Jefe de Censura. Su nombre era Ventura Asensio y de ambos guardo un buen recuerdo, aunque no consiguiera lo que con ah¨ªnco pretend¨ªa: encontrar all¨ª un empleo con que mantener a mi familia.
El control de la Prensa escond¨ªa pocas dificultades. La ley exig¨ªa que el director de cualquier publicaci¨®n fuera designado por la Direcci¨®n General de Prensa. En el caso de empresas particulares -algunas hab¨ªa-, el editor o propietarios ten¨ªan la facultad de presentar una terna, donde escoger al m¨¢s id¨®neo o adicto. Pero hab¨ªa otra tecla, oculta, que realmente mov¨ªa los hilos: el cupo de papel, que no figuraba en ley alguna, reglamento o disposici¨®n administrativa. En lugar de arbitrar procesos escandalosos, con repercusi¨®n internacional, las editoriales que vulneraban aquella ley se ve¨ªan privadas, temporalmente, de los beneficios del contingente, que eran enormes. El precio libre de las bobinas de papel continuo era, por ejemplo, de 42 pesetas el kilo, y adquiridas a trav¨¦s del cupo que administraba el Estado, sal¨ªa a 12 pesetas. Las cifras son improvisadas, no recuerdo su cuant¨ªa. Exist¨ªan subvenciones, en forma de publicidad institucional, y a veces bajo cuerda, pero aquella era la rienda que tiraba del bocado con eficacia y energ¨ªa. A m¨ª no me cabe duda de que la Generalitat catalana subvenciona a sus peri¨®dicos y a la industria editorial en su idioma, que de otra suerte ser¨ªa ruinosa, y que el c¨¦lebre editorial de los 12 ha tenido o tendr¨¢ su recompensa fiduciaria, aparte de la habitual.
Mis familiares y amigos evitan hablar de prensa independiente, por temor a que mi edad y delicado estado de salud me provoque un ataque de risa que acabe con mis d¨ªas. Hoy, al menos, he resucitado una pista. ?M¨¦tanle mano a las empresas por su ¨²nico flanco vulnerable: la cartera, la pasta, la pela!
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