"Dios se enfad¨®. Por eso no llueve"
El calentamiento agrava el hambre en el fr¨¢gil ecosistema de Madagascar - La falta de precipitaciones lleva al abandono de los cultivos
Los sistemas de equilibrio precario son los que m¨¢s van a sufrir con el cambio clim¨¢tico. Y Madagascar es el sistema fr¨¢gil por antonomasia. La cuarta isla m¨¢s grande del planeta y segunda zona m¨¢s importante del mundo por su biodiversidad -aun con el 80% de sus bosques desaparecidos- tiene al 70% de sus 20 millones de habitantes sumidos en la pobreza y a buena parte de su territorio afectado por ciclones y sequ¨ªas de efectos devastadores. La poblaci¨®n, cada vez con menos recursos, cada vez peor nutrida, sufre impotente las consecuencias del calentamiento. La ligaz¨®n entre cambio clim¨¢tico y hambre no puede ser m¨¢s clara.
"El ciclo de sequ¨ªa era cada 10 a?os. Luego, cada dos o tres y ahora no deja tiempo a las comunidades a recuperarse", explica Tovoheryzo Raobijaona, responsable del Sistema de Alerta Precoz (SAP) en Ambovombe, capital de una de las regiones del sur m¨¢s afectadas por la falta de lluvias. El SAP es un instrumento gestionado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) que controla lluvias, cultivos y precios para alertar hambrunas. La sequ¨ªa ha afectado la cosecha de diciembre y la de abril. "Si no hay lluvia no hay cosecha, no hay comida, los hombres emigran a las minas". Venden el ganado, que no pueden alimentar. El precio de los ceb¨²es, moneda de cambio en las familias rurales, baja, y suben el del arroz o la mandioca, m¨¢s caros que en las ciudades. "Algunos empiezan a comer tortugas y eso est¨¢ prohibido, es tab¨²", a?ade. "La gente dice que no llueve porque comen tortugas".
"Las sequ¨ªas eran cada 10 a?os. Hoy no tenemos tiempo de recuperarnos"
Mueren 31.000 beb¨¦s al a?o; 80.000 ni?os; ocho mujeres al d¨ªa
En Anjamahavelo (Baobab afortunado), una comunidad de 1.500 vecinos, Willah, con 24 a?os y cinco hijos, cuenta que ya nadie cultiva. "No hay lluvia. Caminamos kil¨®metros hasta el r¨ªo y luego hasta el mercado para vender agua y comprar arroz. Si no, comemos higos chumbos". Tres de sus peque?os han padecido malnutrici¨®n severa desde 2001, identificada por trabajadores comunitarios. "Es muy duro, las sequ¨ªas son m¨¢s, la gente vende sus ceb¨²es y no pueden complementar su alimentaci¨®n. Comen mandioca, ma?ana y noche. Nada a mediod¨ªa. Dos ni?os han muerto este a?o", dice Odille, una de los 5.000 trabajadores comunitarios formados por Unicef y el Gobierno, ante un grupo de madres y ni?os de etnia tandroy, de profundas tradiciones.
La falta de cosechas y el trabajo precario en las minas han creado grupos de bandidos que atacan las poblaciones. "Dios est¨¢ enfadado porque los j¨®venes matan, maltratan a las mujeres, es tab¨². No respetan las tradiciones", opina el anciano jefe Valiotaky, que explica as¨ª la falta de lluvia.
Hay un solo centro de salud en un radio de 50 kil¨®metros, sin m¨¦dico. Tras nueve kil¨®metros de camino, dos mujeres ceden a sus ni?os, malnutridos, a las enfermeras para que los pesen y midan. Con seis y siete meses, la balanza no pasa de los cinco kilos. Les recetan leche terap¨¦utica o Plumpy Nut, saquito higi¨¦nico de pasta de cacahuete y leche enriquecida, demasiado conocido ya en estos pa¨ªses.
Como este centro, otros 100 de la regi¨®n han sido adecuados por Unicef para afrontar la malnutrici¨®n, y con el PMA distribuyen comida a las familias con ni?os en tratamiento. As¨ª las madres no reparten el Plumpy Nut entre los hermanos hambrientos. Sambeie, la madre de uno de los beb¨¦s, explica que ya no pueden cultivar, que cuida ganado ajeno, lava ropas de otros. De sus 12 hijos, tres murieron. "Somos demasiado pobres". Con 37 a?os, lo que cocina por la ma?ana dura hasta la noche. Sambeie acudir¨¢ al hospital luego (53 kil¨®metros m¨¢s). Su peque?o no respira bien. Estar¨¢ sola con el beb¨¦, en una habitaci¨®n con seis camastros, mosquiteras recogidas en gigantes larvas, ventanas sin cristales, a oscuras, fluorescentes titilantes que no encienden. Si el beb¨¦ se queja, ella ofrece un pecho yermo para calmarlo.
"Este a?o es serio", dice Armand Todjaraza, el m¨¦dico del hospital, y se?ala un p¨®ster donde se recogen meses e internamientos por malnutrici¨®n severa con complicaciones: marzo, 47; abril, 27; mayo, 34... Y los muertos, siete, hasta septiembre: "Llegan con afecciones respiratorias, malaria, diarrea, tuberculosis, todos con el hambre detr¨¢s".
"Las mujeres est¨¢n exhaustas", se desespera Bruno Maes, representante de Unicef en la isla. "La falta de desarrollo, de servicios, afecta a las mujeres, que se casan y embarazan muy pronto, en el sur a los 13, 14 o 15 a?os. Sus cuerpos no aguantan. 31.000 beb¨¦s mueren al a?o, 80.000 ni?os, ocho mujeres al d¨ªa".
Maes apunta que si en el norte los ciclones son m¨¢s destructivos, con inundaciones hasta en la capital, "en el sur, los periodos secos son m¨¢s largos. Los agricultores ya no saben qu¨¦ o cu¨¢ndo plantar y la poblaci¨®n es cada vez m¨¢s vulnerable. 250.000 ni?os corren riesgo de malnutrici¨®n".
Y la pobreza lanza a la gente a los bosques, a cortar le?a para hacer carb¨®n que vender. M¨¢s desforestaci¨®n, m¨¢s sequ¨ªa. Por si fuera poco, el golpe de Estado del pasado marzo, que acab¨® con la presidencia de Marc Ravalomanana, ha supuesto la retirada de ayuda exterior, el 40% del presupuesto nacional, con grave efecto en servicios p¨²blicos, hospitales o escuelas. "De ah¨ª nuestra llamada a que la comunidad internacional contin¨²e apoyando los programas de ayuda humanitaria, de servicios sociales". Las escuelas son determinantes para luchar en dos frentes en el sur: educaci¨®n y malnutrici¨®n.
El PMA provee de comida a 883 escuelas, 170.000 ni?os que tienen garantizado un almuerzo diario, una manera de asegurar que los peque?os acudan al colegio y que lo hagan en condiciones: "la diferencia es enorme", explica una de las profesoras. "A las diez de la ma?ana ya no pod¨ªan m¨¢s, sin energ¨ªa, con hambre, no se pod¨ªan concentrar". M¨¢s ni?os pasan de curso. El programa llegar¨¢ este a?o a 215.000 escolares, despu¨¦s de que Francia se hiciera cargo de su financiaci¨®n, sustra¨ªda por el Banco Mundial tras el golpe de Estado. Pero otros programas se resienten.
Con una situaci¨®n pol¨ªtica paralizada, una poblaci¨®n al borde de la quiebra (el 70% de la cual vive con menos de un d¨®lar al d¨ªa, el 42% de los ni?os est¨¢n por debajo de su peso, el 48% con problemas de desarrollo) y la amenaza de m¨¢s sequ¨ªa y ciclones, las agencias humanitarias necesitan de m¨¢s ayuda para la adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico y procurar sacar del abismo a la poblaci¨®n, parte de la biodiversidad ¨²nica de la isla.
?frica: situaci¨®n de partida.
- Emisiones. ?frica s¨®lo es responsable de un 3,6% de las emisiones de di¨®xido de carbono del mundo, seg¨²n el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP). Sus habitantes producen 0,3 toneladas por persona al a?o, mientras que un estadounidense emite 20.
- Postura ante Copenhague. Los pa¨ªses africanos exigen a las naciones desarrolladas que reduzcan sus emisiones de gases de efecto invernadero un 40% en 2020 respecto a los niveles de 1990. ?stos consideran irrealizable esa petici¨®n y aspiran al 25% de recorte. Adem¨¢s, ?frica exige un gran fondo de financiaci¨®n para adaptarse al calentamiento y para poder instalar la tecnolog¨ªa que le permita desarrollarse. El continente est¨¢ por la pr¨®rroga del Protocolo de Kioto, que no le impone obligaciones.
- ?Qu¨¦ se juega ?frica? En 2020, las crecidas del agua afectar¨¢n al menos a 75 millones de africanos. Los cultivos se reducir¨¢n un 50%.
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