El abogado del Diablo
Fritz Steinacker, del despacho Laternser & Steinacker, lleva 50 a?os defendiendo a un fantasma. El 5 de mayo de 1962, ¨¦ste se present¨® en persona en su bufete de la calle de Schumann de Francfort sin que el abogado sepa c¨®mo. Ese d¨ªa, el ex m¨¦dico de las SS Aribert Heim les dej¨® all¨ª un "poder". Y hasta hoy, Heim sigue reapareciendo en la vida de este hombre de 87 a?os. "Tiene que ser ¨¦sta". Steinacker saca la copia de un expediente con la vigorosa V con que Heim escribi¨® "Vollmacht" [poder, en alem¨¢n]. El original se guarda en la brigada regional de investigaci¨®n criminal. Con una mezcla de caligraf¨ªa romana y alemana, Heim encomienda a "los se?ores abogados" representarle "judicial y extrajudicialmente tanto en sus asuntos privados como en los jur¨ªdico-patrimoniales?". Estas l¨ªneas eran un anuncio de huida enmascarado. Dijo: "Ya tendr¨¢n noticias m¨ªas". Se deduc¨ªa que no quer¨ªa afrontar entonces un inminente proceso por homicidio. Y no lo har¨ªa nunca, porque en 1962, este criminal de guerra desapareci¨® para siempre. Para los encargados de la prosecuci¨®n del caso, qued¨® "en paradero desconocido".
"Hasta donde yo recuerdo, no he defendido a ning¨²n acusado que haya matado personalmente a nadie con una pistola"
"?Todos, incluso los asesinos,tienen derecho a ser defendidos como es debido ante un tribunal!"
?Qui¨¦n le hab¨ªa recomendado el bufete a Heim? Steinacker sacude la cabeza: "No lo s¨¦". Quiz¨¢ entre los ex camaradas de las SS se hab¨ªa comentado que el no menos luciferino m¨¦dico de los campos de concentraci¨®n Josef Mengele hab¨ªa contratado a estos abogados de Francfort en 1961. Fue su mujer la que acudi¨® buscando ayuda para ¨¦l. Se llamaba Marta, "Marta sin h", dicta Steinacker, domicilio en Z¨¹rich-Kloten, Schwimmbadstra?e 11.
El hombre en quien confiaron los genocidas sigue teniendo oficina en Francfort, a la que acude a diario. ?sta es de estampa convencional: un ostentoso tresillo Chesterfield bajo un grabado de Merian de la ciudad, un tronco del Brasil, una caja fuerte? Encaja con su imagen conservadora (pantalones grises, chaqueta oscura) y revela mucho sobre este notario jubilado con buena situaci¨®n. Steinacker sujeta bajo el brazo el archivo de Heim cuando deja solo al visitante en la habitaci¨®n.
El mundo conoce a Heim como "Doctor Muerte". Se ofrecen 310.000 euros de recompensa por su captura. Debi¨® de ser infinitamente cruel. En el campo de concentraci¨®n de Mauthausen "mat¨® a muchas personas? por m¨®viles completamente viles", inyectando cloruro de magnesio en su coraz¨®n, en su mayor¨ªa jud¨ªos. As¨ª consta en la orden de detenci¨®n 6 Js 176/79, dictada por la fiscal¨ªa de Baden-Baden. Heim experimentaba con los cuerpos vivos por puro aburrimiento, se regodeaba con el sufrimiento de los degollados, encarg¨® que hirvieran y disecaran cr¨¢neos? A los investigadores les ha costado describir su inhumanidad de forma objetiva. Una y otra vez salt¨® la noticia de que hab¨ªa sido visto en Brasil, Chile, Espa?a? Su defensor calla inexpresivo. Amparado por el secreto profesional, Steinacker ha tenido parte en este macabro juego del escondite. De acuerdo con la televisi¨®n alemana ZDF y The New York Times, Heim muri¨® en agosto de 1992 y fue enterrado en El Cairo como Tarik Hussein Farid. Ni siquiera esta reciente revelaci¨®n saca de su mutismo a Steinacker. Dice que ha seguido la noticia "con gran inter¨¦s". Pero, mientras no existan pruebas, un an¨¢lisis de ADN o un certificado de defunci¨®n oficial, su poder de 1962 sigue vigente.
Steinacker es el ¨²ltimo miembro importante a¨²n vivo de un equipo de abogados que logr¨® hacerse un nombre en los mastod¨®nticos procesos contra criminales nazis. Ya sea en el proceso Majdanek de D¨¹sseldorf (iniciado en 1975), que concierne a un total de 250.000 asesinatos, o el de la Audiencia Provincial de Hamburgo contra Viktor Arajs, que en 1979 fue condenado a cadena perpetua por intervenir en el asesinato de 13.000 personas, sus clientes han hecho frente a acusaciones que ponen los pelos de punta. Apenas ha habido alg¨²n proceso en el que no fuera necesario hablar de atrocidades inconcebibles. Steinacker tiene a sus espaldas una carrera sobrecargada de dolor ajeno, con muchos muertos. Demasiados para su pasi¨®n por la vida.
Resulta dif¨ªcil aclarar si esta deprimente tem¨¢tica ha ido a su encuentro o si la descubri¨® por iniciativa propia. Nadie le ha obligado a dedicar su vida a nazis que no se arrepent¨ªan de lo hecho y a asumir por ello el hostigamiento de un entorno receloso. Algunos colegas rechazaban esta clientela por motivos pol¨ªticos. Otros pensaban que el crimen ¨¦pico del genocidio era propicio para buscarse la ruina (y luego eran testigos del florecimiento del bufete Laternser & Steinacker). Los cr¨ªmenes de pesadilla ejercen una atracci¨®n irresistible sobre los abogados defensores, e incluso contribuyen a su gloria de acuerdo con una dial¨¦ctica sorprendente. Es evidente que Steinacker se esfuerza en tratar a un nivel puramente forense la cuesti¨®n de por qu¨¦ se dej¨® enredar: "Se corri¨® la voz de que yo era el hombre adecuado". Pronto se convirti¨® en experto.
Nacido en 1921, Steinacker creci¨® en el Estado hitleriano. Poco antes del bachillerato, su formaci¨®n como piloto lo catapult¨® entre los guerreros. Cualificado para volar sin visibilidad, pilot¨® aviones Ju 88 y Heinkel 111 con la cruz gamada en el tim¨®n. Este piloto de bombarderos de los escuadrones de combate 4? y 55? result¨® herido grave varias veces. Se ha ido desmoronando con la edad, pero un hombre a quien se concedi¨® en enero de 1945 la orden de la "Cruz alemana de oro" por "actos de extraordinario valor" es un hombre de audacia acreditada. Deseaba estudiar medicina. Pero los olores le provocaban desmayos. Lleg¨® con hambre a la jurisprudencia.
Los periodistas aman las casualidades. Nos hab¨ªamos citado en su oficina, pero me top¨¦ con Steinacker en la calle, una oportunidad de oro para observarle: su andar era m¨¢s erguido, en¨¦rgico y vital de lo esperado. Al entrar cedi¨® el paso al m¨¢s joven. Uno podr¨ªa pensar que alguien que se ha visto cara a cara con el crimen en todas sus manifestaciones tiene que haber quedado marcado. En lugar de eso, tengo sentado al otro lado de la mesa a un delicado caballero bronceado tras las vacaciones. De poca estatura, invita a subestimarlo. Pero en su interior esconde una novela. Su cabeza es de otra ¨¦poca. Si no fuera por los ojos escrutadores, su rostro tendr¨ªa una expresi¨®n reservada. No resulta f¨¢cil entablar conversaci¨®n. Nos vamos aproximando a escenarios y personas, a sus clientes Heim y Mengele, que en 1945 estuvieron a un paso de acabar en el pat¨ªbulo. Hace un calor sofocante en Francfort, pero el ambiente en el local empieza a ser glacial.
Steinacker mira furtivamente el reloj. De porte r¨ªgido, irradia un aura de disciplina y sentido com¨²n. Produce una impresi¨®n tensa, combina curiosidad y escepticismo, af¨¢n pedag¨®gico. Practica la econom¨ªa de gestos. A veces centellea un rel¨¢mpago de picard¨ªa. Se irrita f¨¢cilmente. La paciencia no es el fuerte de este "abogado especializado en el pasado alem¨¢n". Experimentado en la topograf¨ªa del terror, Steinacker podr¨ªa informar como nadie sobre la mara?a de implicados y autores de los delitos, ¨¦l es el ¨²nico a quien han revelado la verdad. En este pa¨ªs a¨²n existen personas inquietantemente familiarizadas con el Holocausto y que han obtenido su informaci¨®n directamente de los obedientes ejecutores de las ¨®rdenes de Hitler. Un personaje como Steinacker deber¨ªa escribir sus memorias. "Eso mismo dice mi hijo". Y no lo descarta.
Uno ha visto a este abogado en fotos de peri¨®dicos codo con codo con gerifaltes nazis: Steinacker en 1972, en el proceso contra el antiguo coronel de las SS Wagner, una causa con 20.000 p¨¢ginas. Resulta dif¨ªcil creer que ese abuelo haya colaborado "con el asesinato de jud¨ªos en 356.624 casos". Steinacker en el proceso contra los hombres de Eichmann Hunsche y Krumey, este ¨²ltimo condenado a "cadena perpetua" por la matanza de 290.000 personas. Steinacker peinado a lo militar en el proceso contra Heim. Steinacker omnipresente, Steinacker solo contra todos. Algunas semanas defendi¨®, uno tras otro, a acusados en Hof, Ulm, Essen y Francfort.
Un rastro de sangre que recorre Europa. Asesinados en Tarnow, en Zmigrod, en Riga. Sin olvidar a los de Czestochowa. Su cliente Fasold particip¨® all¨ª en la muerte de "al menos 180 prisioneros jud¨ªos": auto de procesamiento en Francfort. "La dignidad del ser humano es sagrada", se le¨ªa a la entrada al tribunal. Steinacker defendi¨® a Alois D?rr, mezcla alemana de esp¨ªritu burgu¨¦s y fanatismo. Este campesino y brigada de las SS oblig¨® a los prisioneros de Helmbrechts a la "marcha de la muerte" rumbo a Bohemia y Moravia. D?rr fue condenado a la pena m¨¢xima, tal y como consta en la antolog¨ªa de sentencias Justicia y cr¨ªmenes nacionalsocialistas, p¨¢ginas 582 a 701, volumen XXXII. Mi lectura entre las tres visitas que hice a Steinacker. La base de datos del investigador Andreas Eichm¨¹ller documenta 25 procesos con su participaci¨®n. El abogado objeta: "Debieron de ser m¨¢s". Una muestra de los acusados ofrece como perfil com¨²n la voluntad de exterminio nazi. Estos procesos deb¨ªan abordar la resoluci¨®n de unos 750.000 casos de asesinato.
A pesar de su terrible clientela, resulta sorprendente la escasez de declaraciones de Steinacker. Fuera de los juzgados, rara vez dec¨ªa m¨¢s de lo necesario. Y no porque pensara que no ten¨ªa qu¨¦ decir. Todo lo contrario. Quer¨ªa trabajar en paz. Si se le califica de reservado, exclama: "?Es la primera vez que oigo semejante cosa!". Este afiliado a la CDU, honrado por sus 30 a?os de pertenencia al partido, no se dejaba ver el pelo, como para evitar malentendidos. El acercamiento m¨¢s ¨ªntimo a su persona fue un homenaje por el 80? cumplea?os del presidente de la Uni¨®n Gimn¨¢stica y Deportiva de Francfort. ?se era ¨¦l. Y ese cargo le aport¨® cierta reputaci¨®n social y la Cruz Federal del M¨¦rito, cosa que fue criticada. Seg¨²n dice, su papel de defensor no ha sido cuestionado en el ¨¢mbito privado. Ni por su hijo Peter, al frente de la iglesia protestante en Hessen-Nassau, ni por su esposa. Todo lo m¨¢s, ¨¦sta lleg¨® a preguntarle suspirando: "?Cu¨¢ndo va a terminar todo esto?".
Su gran actuaci¨®n fue el proceso de Auschwitz en Francfort. El juicio de la "causa contra Mulka y otros" dio comienzo en 1963. Vemos a un Steinacker metido en su papel, lleno de gravedad, brillante toga nueva, peinado impecable. Sus notas ocuparon 1.600 p¨¢ginas mecanografiadas, prueba de su tenacidad. Junto con su mentor Hans Laternser, represent¨® a cinco acusados de las SS sentados en peque?as mesas con n¨²meros grandes. Los espectadores se encontraron con respetables burgueses que hab¨ªan cambiado el uniforme por el elegante traje democr¨¢tico. Estaban asistidos por sus esposas con cardados estilo B-52. Se camuflaban bajo rostros inocentes; se cuadraban cuando se les dirig¨ªa la palabra. Los subalternos no cre¨ªan en su culpa, sino en el destino. Sufr¨ªan amnesia. Nada sab¨ªan de los cr¨ªmenes. S¨®lo recordaban sus nombres.
Victor Capesius. Farmac¨¦utico de Auschwitz, jefe de unidad de asalto de las SS. Seg¨²n la sentencia, mand¨® "al menos a 8.000 v¨ªctimas" a la c¨¢mara de gas. Ascendi¨® a la categor¨ªa de se?or de la vida y la muerte en Birkenau junto a Mengele, el m¨¢s abominable cliente de Steinacker. Supervisaba el Zyklon B en la c¨¢mara de gas y segu¨ªa por la mirilla la muerte de los prisioneros. Gracias a las artima?as de los abogados, fue declarado "colaborador". Nueve a?os de c¨¢rcel. Aunque hab¨ªa obrado "con crueldad y alevos¨ªa" y se hab¨ªa enriquecido con los bienes de los asesinados de "manera indecente", la sala neg¨® que tuviera un "inter¨¦s personal" en su muerte. Hab¨ªa traspasado la farmacia de G?pping a su mujer y ¨¦sta anunciaba su instituto de cosmetolog¨ªa con el lema "Embell¨¦cete con el tratamiento Capesius".
Steinacker particip¨® en la visita a Auschwitz de 1964. El tribunal viaj¨® all¨ª en diciembre, un mes predestinado a cubrir con tonalidad cadav¨¦rica esa regi¨®n envenenada por los alemanes. Los 28 bloques de prisioneros ya no eran un croquis en el juicio, sino el lugar donde sus clientes perpetraron sus cr¨ªmenes. ?Se imaginar¨ªa su abogado bajo los pl¨¢tanos deshojados a los deportados en filas? Fue aqu¨ª donde Mengele, con un movimiento del pulgar a la izquierda, mandaba al prisionero a la c¨¢mara de gas; con otro a la derecha otorgaba un m¨ªsero plazo de gracia. ?Qu¨¦ se le pas¨® por la cabeza a su defensor all¨ª de pie junto a las v¨ªas? Imposible saberlo. "?Me repugna su Capesius!", le solt¨¦. El abogado respondi¨®: "En aquel entonces cre¨ª su descripci¨®n de los hechos. ?Es usted capaz de ver el interior de un ser humano?".
Anticip¨¢ndose a todos, su bufete hizo recaer la responsabilidad en la persona de "Hitler, el m¨¢ximo responsable", y reclam¨® el atenuante de "¨®rdenes ineludibles" para los acusados. Esta simple explicaci¨®n -"?Yo no fui, fue Hitler!"- pareci¨® plausible a antiguos oficiales de la Wehrmacht como Steinacker y Laternser. Los jueces dicen que cada condenado a "cadena perpetua" deja una huella en ellos. Steinacker parece estar en paz con sus secretos. Ofrece pocas emociones visibles: "Las acusaciones que se hacen a los clientes le pesan a uno. Eso siempre ser¨¢ as¨ª. ?Cuando se oyen sus nombres vuelven las im¨¢genes!". ?l recurre al c¨®digo legal para ponerse a cubierto, reprimir angustias y ocultar detalles escalofriantes bajo estereotipos. Su tipolog¨ªa de los criminales culmina con uno: "?Eran personas como usted y como yo!". En la conversaci¨®n da bastante importancia a una afirmaci¨®n desconcertante: "Hasta donde recuerdo, no he defendido a ning¨²n acusado que haya matado personalmente a nadie con una pistola o un fusil". Pero eso es algo que los expertos en la "soluci¨®n final de la cuesti¨®n jud¨ªa" tampoco necesitaban hacer: Heim y Mengele pusieron en pr¨¢ctica sus propios m¨¦todos de asesinato.
A Mengele, un m¨¦dico de inconcebible frialdad que enviaba a Berl¨ªn cajas llenas de globos oculares de ni?os asesinados, lo represent¨® en "dos procesos sin ¨¦l, sin el se?or Mengele". Steinacker pele¨® para que recuperara los t¨ªtulos de doctor en medicina y filosof¨ªa. "Nunca habl¨¦ con ¨¦l ni llegu¨¦ a verlo". Sin embargo, este desaparecido disfrut¨® de su protecci¨®n. "Probablemente, mis honorarios fueron pagados por la empresa Mengele de G¨¹nzburg". Su compromiso con Heim le puso en serios apuros. A finales de los sesenta busc¨® su proximidad en el anonimato de El Cairo durante unos d¨ªas para tratar el proceso pendiente por asesinato. Para Der Spiegel, era como si hablase un "m¨¦dium" del acusado huido. Por su culpa, Steinacker recibi¨® denuncias (que no prosperaron). Steinacker es jurista. Los juristas son pragm¨¢ticos y eso responde a la pregunta por la moral. El conocimiento de la culpa y la parcialidad forman parte de la esencia de la profesi¨®n. El abogado no parece ser consciente del esc¨¢ndalo que supone el asunto Heim. Este hombre buscado en todo el mundo ha dejado en rid¨ªculo a los investigadores encargados de dar con ¨¦l mientras acrecentaba su capital en la Rep¨²blica Federal: ingresos por alquileres, t¨ªtulos?; se le consideraba millonario. Steinacker le presentaba las declaraciones de la renta. Heim ten¨ªa que confiar en su lealtad. Y a uno le gustar¨ªa saber en qu¨¦ se cimentaba esa confianza. Ten¨ªa que haber un motivo para que los criminales de guerra le considerasen precisamente a ¨¦l abogado id¨®neo. Pues bien, uno percibe la raz¨®n: su tono conciliador puede transformarse s¨²bitamente en dureza; en lo profesional ten¨ªa que anteponer sus obligaciones a sus sentimientos. Steinacker tiene fama de devorador de actas con memoria legendaria. Pocos pod¨ªan pelear m¨¢s por acusados condenados de antemano que el maestro de las sutilezas jur¨ªdicas. Los fiscales buscaban en ellos un antisemitismo enraizado, puras ganas de matar o la paranoia de la ¨¦poca. Steinacker encontr¨® en lo monstruoso un desaf¨ªo jur¨ªdico. Su tenacidad cosech¨® muchos ¨¦xitos. El derecho y la justicia son dos cosas diferentes. Nuestra conversaci¨®n comenz¨® con el caso Heim, pero emergieron esbirros nazis uno tras otro. Yo estaba seguro de que tras estos encuentros la imagen de las v¨ªctimas deb¨ªa seguir grabada en la retina de Steinacker.
Adolf Janssen pertenec¨ªa al comando especial 4a. Teniente de las SS. Seg¨²n la sentencia de la Audiencia Provincial de Darmstadt, particip¨®, entre otras, en la ejecuci¨®n de 33.771 jud¨ªos en la quebrada de Babij Jar (Kiev). Cuerpos desnudos en primer plano, unos sobre otros, unos junto a otros. Al contemplar las fotos se le hace a uno un nudo en la garganta. Janssen ordena dinamitar el lugar para borrar huellas. Su contribuci¨®n a la masacre: echar tierra sobre los muertos y sobre los que a¨²n viv¨ªan. Algunas historias van perdiendo su horror cuanto m¨¢s se cuentan. Pero ¨¦sta es cada vez m¨¢s espeluznante. Sobre este ba?o de sangre se levanta una ilusi¨®n que el tiempo no consigue extinguir. Uno quisiera descartar la posibilidad de que los autores pudieran regresar alguna vez del laberinto de confusas implicaciones. Pero los asesinos viven entre nosotros. A la carrera de la violencia le sigui¨® el ascenso profesional. El fiscal descubri¨® al director de banco Janssen, especializado en pr¨¦stamos, en su atildado hogar en Taunus. Janssen ingres¨® en prisi¨®n para cumplir una pena de 11 a?os por "colaboraci¨®n en asesinato". Steinacker lo recuerda como "extremadamente inteligente". Siguieron en contacto tras su libertad. Que ¨¦l sepa, ya ha muerto. Su n¨²mero de tel¨¦fono perdura en su libreta: "06081/5054".
Otro cliente de Steinacker, Rolf-Joachim Buchs, ense?aba teor¨ªa del Estado en la escuela regional de polic¨ªa de D¨¹sseldorf hasta que se present¨® una acusaci¨®n contra ¨¦l. No era un fan¨¢tico de la raza, simplemente tem¨ªa la deshonra de la blandura. El 27 de junio 1941 hac¨ªa calor en Bialystok y los alemanes encerraron a 700 ciudadanos jud¨ªos en su sinagoga. Seg¨²n la Audiencia Provincial de Wuppertal, el jefe de compa?¨ªa Buchs reconoci¨® "el estado de cosas por completo". El estado de cosas fue la incineraci¨®n de los encerrados a¨²n vivos. Esper¨® hasta que los lamentos se apagaron dentro, hasta que densas nubes de humo se cernieron sobre la ruina? La verdad de aquel instante: cegado por las perspectivas de promoci¨®n, Buchs dej¨® pasar la ocasi¨®n de comportarse como un ser humano. El tribunal lo calific¨® de "c¨®mplice" de asesinato. Steinacker interpuso un recurso de casaci¨®n que acort¨® la "cadena perpetua" a cuatro a?os de prisi¨®n. El peri¨®dico local titul¨®: "?Culpable, pero libre!".
Steinacker conoc¨ªa bien su oficio. Tan bien que algunas de las sentencias peleadas por ¨¦l suscitaron protestas en el extranjero y originaron oposici¨®n y amenazas: "Te vamos a matar". Luch¨® hasta conseguir que se pagara al teniente de las SS Strippel, condenado a "cadena perpetua" por participaci¨®n en asesinato, 121.500 marcos de indemnizaci¨®n por estar encarcelado injustamente. Cuando se le menciona, una sonrisa victoriosa ilumina su rostro: "Era necesario desde el punto de vista de la legalidad". Strippel se compr¨® una casa en Francfort. A la vista de esta clientela, los cr¨ªticos de Steinacker coleg¨ªan no s¨®lo eficiencia, sino cierto tipo de convicciones. Nadie se especializa en semejante gente sin afinidad, murmuraban. Sobre todo Heim y Mengele le dieron fama de pactar "con el diablo". Estos rumores tambi¨¦n estaban relacionados con su pertenencia al NSDAP. A los 17 a?os, el joven Fritz ingres¨® en el partido nacionalsocialista, afiliado 7125239, seg¨²n consta en el fichero del Archivo Federal. Fecha de ingreso, 1939. Steinacker dijo que fue en 1943.
Para Steinacker es duro que se le encasille en la derecha. ?l se adscribe al ala liberal de su CDU. Si uno reprocha su identificaci¨®n con antiguos nazis, ver¨¢ su naturaleza combativa: de lo que se trata aqu¨ª es de "verificar acusaciones conforme a la legalidad. Y eso no tiene nada que ver con simpat¨ªas de ninguna clase". Densas sombras pesan sobre su clientela, y su repetida alusi¨®n: "?Todos, incluso los asesinos, tienen derecho a ser defendidos como es debido ante un tribunal!", no consigue disiparlas. Uno debe confiar en que su simpat¨ªa est¨¢ de parte de las v¨ªctimas. Con casi 88 a?os de edad, ?no cabr¨ªa esperar que al final maldijera su profesi¨®n clamando que el ser humano alcanza la cima de su creatividad con la crueldad? Probablemente la presidencia de la asociaci¨®n deportiva, que asumi¨® al tiempo que ten¨ªan lugar los procesos contra los nazis, supuso un refugio en un sentimiento de comunidad. No hay que obligarle a plantearse c¨®mo es posible que un individuo aislado haya podido soportar la intimidad triste de los torturadores. Pero a una edad ya b¨ªblica ofrece cierto consuelo el hecho de que algunas cosas empiecen a volverse borrosas. Y uno no puede plantearse cada d¨ªa el enigma irresoluble de por qu¨¦ el hombre es un lobo para el hombre. Silencioso, parece reconciliado consigo mismo y con lo que crey¨® que ten¨ªa que hacer. Se?or Steinacker, ?hay novedades del fantasma? En el caso del doctor Heim, el mandato mantendr¨¢ su vigencia "hasta que se haya resuelto que ya no est¨¢ vivo", dice. Fiel hasta la muerte, el abogado ha sobrevivido a casi todos sus clientes.
? 'Die Zeit' Traducci¨®n de News Clips
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