Haidar: una deuda moral
Las relaciones actuales entre Espa?a y Marruecos se hallan inevitablemente condicionadas por la historia y por la geograf¨ªa. Durante un siglo (de 1859 a 1956) Marruecos fue el modesto Oriente colonial espa?ol, el lugar donde los militares buscaban gloria y ascensos r¨¢pidos, los pintores exotismo y color local, y el discurso oficial situaba a un enemigo t¨®pico y caricaturizable (el moro artero y cruel) sobre el cual ejercer de potencia civilizadora. Tras el s¨²bito fin del protectorado ("nadie pod¨ªa pensar que iba yo a formar parte de un Gobierno que concediera a Marruecos su independencia; para los de mi generaci¨®n era esto muy duro y se me ha hecho muy cuesta arriba", confiesa en 1956 el conde de Vallellano, a la saz¨®n ministro de Obras P¨²blicas de Franco), una serie de flecos tardocoloniales (Ifni, Cabo Juby, finalmente el S¨¢hara Occidental) enrarecieron durante dos d¨¦cadas m¨¢s los v¨ªnculos hispano-marroqu¨ªes.
Espa?a tiene una factura pendiente: la del abandono en que dej¨® a los habitantes del S¨¢hara Occidental en 1975-76
Con posterioridad, la existencia de las ciudades aut¨®nomas de Ceuta y Melilla, as¨ª como de otros enclaves todav¨ªa m¨¢s anacr¨®nicos (las islas Chafarinas, los pe?ones de Alhucemas y V¨¦lez de la Gomera...), todos ellos pasto del irredentismo marroqu¨ª, el fen¨®meno de la inmigraci¨®n y, por ¨²ltimo, la amenaza del terrorismo islamista, han dado a las relaciones entre Madrid y Rabat un car¨¢cter decididamente malsano: una turbia mezcla entre declaraciones de amor (los monarcas respectivos hasta se califican de "primos" o de "t¨ªo y sobrino") y crudos chantajes. Chantajes que se hacen sentir en las mezquitas o las vallas fronterizas de Melilla y Ceuta, en el n¨²mero de pateras que zarpan de las playas del pa¨ªs magreb¨ª con rumbo a las nuestras, en la mayor o menor colaboraci¨®n entre los servicios antiterroristas... Sin esos chantajes -seamos m¨¢s diplom¨¢ticos: sin esa capacidad de presi¨®n marroqu¨ª-, ?c¨®mo entender la pasividad de Espa?a ante el litigio del S¨¢hara Occidental? De Espa?a, que estos d¨ªas comparece ante el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya para argumentar contra la independencia de Kosovo, porque ¨¦sta no ha sido avalada por la ONU. ?Y cu¨¢ndo ha reconocido la ONU la anexi¨®n marroqu¨ª del S¨¢hara, sin que Madrid diga ni p¨ªo?
Tal es el contexto, tales los antecedentes del caso de Aminetu Haidar. Errar¨ªan quienes creyesen que el Gobierno espa?ol, que Espa?a como Estado, est¨¢ siendo, en esta dram¨¢tica crisis, la v¨ªctima inocente de una astuta maniobra marroqu¨ª o de una maquiav¨¦lica jugada del Polisario. Sucede m¨¢s bien que, con la involuntaria llegada de la activista saharaui a Lanzarote, a Espa?a se le ha presentado a cobro una vieja factura pendiente: la del ignominioso abandono en que dej¨® a los habitantes del S¨¢hara Occidental en 1975-76.
Repit¨¢moslo una vez m¨¢s: su desgracia fue el precio de nuestra suerte. Si, pese a todos los escollos, la transici¨®n democr¨¢tica espa?ola sali¨® medio bien, fue por haber logrado esquivar el riesgo real de una guerra con Marruecos en el instante mismo de la muerte del dictador Franco. ?C¨®mo habr¨ªa quedado la entonces fr¨¢gil popularidad de Juan Carlos I si su reinado llega a nacer ensangrentado en las arenas del S¨¢hara? ?Cu¨¢l habr¨ªa podido ser la actitud de los militares espa?oles de haber salido vencidos y humillados de un choque con la Marcha Verde de Has¨¢n II y con el ej¨¦rcito marroqu¨ª que la flanqueaba? ?Y si hubiesen resultado vencedores, con reverdecidas ¨ªnfulas de salvadores de la patria? El modo de evitar esos escenarios fue entregar a los saharauis a la voracidad del expansionismo marroqu¨ª, una operaci¨®n ejecutada por lo peorcito del establishment franquista mientras su caudillo agonizaba en La Paz, pero que todos los gobiernos democr¨¢ticos posteriores han dado por buena o por irremediable.
No, ya s¨¦ que no es posible revertir de un plumazo lo sucedido desde 1975. Se trata s¨®lo de saber si la realpolitik diplom¨¢tica es compatible con algunas dosis de ¨¦tica y con un cierto sentido de la responsabilidad hist¨®rica.
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