"Tengo 2.000 millones de ni?os; no necesito m¨¢s"
A la directora de Unicef no le deprime ?frica; cada visita le da energ¨ªa
Con el jet lag todav¨ªa a rastras, Hilde F. Johnson pide cenar pronto. La directora ejecutiva de Unicef s¨®lo ha pasado un d¨ªa en Madrid, lo suficiente para firmar un acuerdo con el Gobierno espa?ol de 228 millones de euros, tener una teleconferencia y dar un discurso en el Senado. En Nueva York, donde ella vive, las ocho y media de la tarde espa?olas son las dos y media; la hora del almuerzo. Y Johnson pide en consecuencia: arroz y at¨²n, que come con la misma energ¨ªa con la que habla. Y vino tinto. "He tenido un d¨ªa muy duro, y una copa me vendr¨¢ bien".
A sus 46 a?os, esta noruega nacida en Arusha (Tanzania) ha sido investigadora antrop¨®loga, parlamentaria, ministra de Cooperaci¨®n Internacional, y lleva dos a?os en la organizaci¨®n de Naciones Unidas dedicada a los ni?os. "Tengo 2.000 millones a mi cargo; no necesito m¨¢s", ironiza sobre su solter¨ªa y falta de hijos.
A la directora de Unicef no le deprime ?frica; cada visita le da energ¨ªa
Cree que debe hablar sobre el acuerdo con el Gobierno espa?ol, pero no cuesta convencerla para que se salga de la agenda. "Tengo lo que los franceses llaman mal de ?frica. Una vez que has estado, siempre vuelves. Ah¨ª pas¨¦ los primeros siete a?os de mi vida. Mi padre era profesor, y mi madre, enfermera. Desde peque?a he sabido que lo que quer¨ªa era ayudar a la gente. Y si es en ?frica, mejor. Voy siempre que puedo".
?Y no le deprime ver c¨®mo est¨¢ el continente? "S¨¦ lo privilegiada que he sido, viniendo de un pa¨ªs rico y petrol¨ªfero como Noruega. Pero creo que estoy en la organizaci¨®n m¨¢s eficaz del mundo para ayudar. Siempre que voy, vuelvo llena de energ¨ªa. Primero, porque veo que podemos hacer algo. Desde 1999, cada d¨ªa hemos salvado a 10.000 ni?os del hambre. Segundo, por la gente. Lo que m¨¢s me gusta, y aqu¨ª creo que me sale la vena de antrop¨®loga, es sentarme a hablar con las mujeres. En el suelo, en una manta, donde sea. Es incre¨ªble lo creativas que son. De la nada sacan algo ¨²til. Ellas son las que siempre me dan una esperanza. Y, tercero, porque vuelvo llena de rabia por la injusticia de ver c¨®mo viven s¨®lo por el hecho de haber nacido ah¨ª".
Se le nota la rabia mientras ataca el at¨²n. "Hoy no he comido", se justifica. Pero enseguida retoma el hilo. "En ?frica sufren la crisis de las tres efes", dice. "Primero, la de la comida (food, en ingl¨¦s). Los precios han subido, y no van a bajar; luego, la del fuel; y, por ¨²ltimo, la financiera". Inquieta por todo lo que ocurre, tambi¨¦n hace menci¨®n a la Cumbre de Copenhague, y al impacto del cambio clim¨¢tico en el continente. "Llueve en el Sahel y en Burkina Faso cuando nunca lo hab¨ªa hecho; en cambio, en el este hay sequ¨ªa, o el agua cae en los sitios equivocados. Hace poco me dec¨ªa una mujer que en el norte de Kenia s¨®lo hab¨ªa habido lluvias normales dos de los ¨²ltimos 10 a?os". Ante ese panorama, Johnson no desfallece. Como para darse ¨¢nimo, rebusca lo positivo. "He visto a muchos ni?os sobrevivir. Es incre¨ªble lo que se puede hacer por ellos. Los ves un d¨ªa y te parece que ya no hay nada que hacer. Empiezan a comer, y a la semana no los reconoces".
Ya no es la mujer cansada que lleg¨® a la cena como el ¨²ltimo de sus compromisos del d¨ªa. Prolonga la conversaci¨®n hasta que el vino se acaba. Aunque hubiera preferido champ¨¢n. "Pero no habr¨ªa quedado bien hablar de estos temas con una copa de champ¨¢n en la mano, ?no?".
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