Rostros del fin de un mundo
La dureza de la vida de campesinos, mineros y pescadores del norte, en el objetivo del fot¨®grafo Pierre Gonnord
?stos son los rostros de los que siembran la tierra, de los que horadan el suelo en pos de la materia prima, los rostros curtidos por la brisa de quienes se adentran en el mar. Rostros como mapas tiznados de holl¨ªn, cubiertos de arrugas y sudor. Los rostros de un mundo al norte que termina.
Para Pierre Gonnord (1963), franc¨¦s afincado desde hace 22 a?os en Madrid (de la que "se siente hijo"), viajar al norte de Espa?a y Portugal para retratarlos fue un cambio de foco en su carrera. Siempre perif¨¦rico, tanto en la ciudad como de la sociedad, llevaba 12 a?os fotografiando a yakuzas japoneses, gitanos del barrio sevillano de las 3.000 viviendas, o habitantes del extrarradio de Madrid o Par¨ªs.
"Tengo que vivir en los sitios, crear confianza, sentarme en un puerto"
El creador afincado en Madrid incluye esta vez paisajes adem¨¢s de retratos
As¨ª que decidi¨® irse a otra periferia, esta vez la rural: "Met¨ª todo mi equipo en el coche y conduje a ese medio tan cercano y tan desconocido al mismo tiempo, esos pueblos aislados de agricultores, de pescadores, de mineros". El resultado es la exposici¨®n Terre de Personne (un ambiguo nombre, un juego de palabras, que significa Tierra de nadie), donde se muestran las 38 fotograf¨ªas in¨¦ditas que resultaron de este viaje. Puede visitarse en la sala Alcal¨¢ 31 de la Comunidad de Madrid, desde ma?ana hasta el 28 de febrero.
Acercarse a ellos no fue f¨¢cil. "Hay gente m¨¢s acogedora y otra m¨¢s cerrada, no puedes llegar de fuera y enfocarla con la c¨¢mara. Yo entiendo mi trabajo como una vivencia, tengo que vivir en los sitios, crear confianza. Sentarme en un puerto de Finisterre a mirar llegar los barcos y hablar con la gente".
Las miradas dominan las im¨¢genes de Gonnord, esos ojos con los que esta gente ruda y curtida que parece sacada de una pintura barroca (el minero polaco Miroslaw, el sindicalista Luis, la anciana agricultora portuguesa Elo?za, algo fantasmag¨®rica, iluminada por la tenue luz del hogar) enfrenta a la c¨¢mara. Esa dignidad. "Hay un poso com¨²n de humanidad en todos estos rostros", explica Gonnord, "seas rico o pobre, obrero o cualquier otra cosa, hay algo com¨²n en todos ellos. Eso es lo que busco".
El fot¨®grafo estaba interesado especialmente en el mundo de la mina, "pues estaba familiarizado con ese gran trauma de la miner¨ªa", dice, "que conoc¨ª durante mi infancia en la regi¨®n de Alsacia y Lorena". Muchos mineros nos miran desde sus fotos sucios de carb¨®n despu¨¦s del trabajo, la mirada limpia a¨²n. "Conoc¨ª la solidaridad bajando a la mina con ellos", dice Gonnord.
Tambi¨¦n se ven restos del trabajo en el atuendo de los campesinos. "Esa gente no tiene una percepci¨®n rom¨¢ntica de la naturaleza como la podemos tener nosotros, cuando vamos de fin de semana", explica, "ellos ven la naturaleza como algo de lo que extraen su sustento, de lo que dependen, para bien y para mal".
Es la primera vez que Gonnor capta paisajes, los que rodean a estos personajes, paisajes agrestes, nevados, con rocas e incendios, porque "al igual que en los rostros hay mapas, tambi¨¦n en los paisajes hay rostros".
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