?Una ola verde?
La dualidad inherente desde su gestaci¨®n al r¨¦gimen iran¨ª qued¨® rota con el fraude de la reelecci¨®n del integrista Mahmud Ahmadineyad. Las grandes movilizaciones que dieron vida a la Rep¨²blica Isl¨¢mica hab¨ªan tenido lugar bajo el liderazgo indiscutible del ayatol¨¢ Jomeini; de ah¨ª una esencia teocr¨¢tica que sin embargo se vio obligada a integrar la aspiraci¨®n a la libertad pol¨ªtica. El art¨ªculo 56 de la Constituci¨®n jomeinista lo consagr¨®: "La soberan¨ªa absoluta sobre el mundo y sobre el hombre pertenece a Al¨¢ y es ¨¦l quien ha ofrecido al hombre la libertad de disponer de s¨ª mismo".
La jerarqu¨ªa era inequ¨ªvoca, a favor de los designados por Al¨¢, pero tambi¨¦n el derecho del pueblo al voto, fuera para la alicorta Presidencia o para el Parlamento. Se trataba de una v¨¢lvula de escape para una sociedad civil emergente, descontenta con el malgobierno religioso, que ya la sorpresiva elecci¨®n de Jatam¨ª hizo peligrar y que la reacci¨®n del t¨¢ndem Jamene¨ª-Ahmadineyad ante las protestas poselectorales ha cerrado definitivamente.
Nada salvo represi¨®n y sangre hay que esperar de ese r¨¦gimen isl¨¢mico
La alternativa encabezada por Musav¨ª en las elecciones, as¨ª como la ola verde subsiguiente, respond¨ªan a un intento de reemprender la senda reformista. El antecedente era Jatam¨ª, cuyas buenas intenciones e inseguridades pod¨ªan servir de ense?anza a hombres formados pol¨ªticamente en el interior de la Rep¨²blica Isl¨¢mica. La brutal respuesta del gu¨ªa de la revoluci¨®n Al¨ª Jamene¨ª, por otra parte acorde con su pasado, y la secuencia de encarcelamientos, torturas, violaciones y juicios-farsa contra manifestantes y opositores, han disipado cualquier duda. Nada salvo represi¨®n y sangre hay que esperar de ese r¨¦gimen isl¨¢mico que tanto gusta a Tariq Ramadan y a otros partidarios/as entre nosotros del islamismo "moderado".
El portavoz ideol¨®gico del reformismo iran¨ª, Abdelkarim Soroush, lo expresa en una carta remitida a Jamene¨ª: "La mayor victoria de la rebeli¨®n de las conciencias contra los depredadores ha consistido en que el pueblo perdi¨® su miedo y se desmoron¨® la legitimidad del gu¨ªa". "La tiran¨ªa religiosa", concluye, "ha quedado deshonrada tanto ante los creyentes como ante quienes no lo son". La carta de Soroush lleva un t¨ªtulo cargado de esperanza: La tiran¨ªa religiosa se desmorona: ?alegraos! Pero deslegitimaci¨®n no equivale a derrumbamiento. Tanto el intratable Al¨ª Jamene¨ª, como Ahmadineyad, como los cientos de miles de paramilitares (basiy¨ªs), m¨¢s cl¨¦rigos y funcionarios dependientes del r¨¦gimen, est¨¢n dispuestos a seguir escalando en la violencia represiva, que en su concepto implica la defensa de la "soberan¨ªa de Al¨¢", contra aquellos que reivindican la libertad y la democracia, ya sin otros adjetivos.
Rafsanyan¨ª, incluso Musav¨ª o Jatam¨ª, pueden ¨²nicamente servir de instrumentos para un cambio. El Consejo de los Expertos no depondr¨¢ a Jamene¨ª. Situado bajo su control directo, el Ej¨¦rcito es otra inc¨®gnita dif¨ªcil de despejar. Queda la entrega de un pueblo al que el chi¨ªsmo dot¨® de un valor especial, sacralizado, para el ejercicio de la condici¨®n de m¨¢rtir. La matanza del d¨ªa de Ashur¨¢ es todo un s¨ªmbolo de continuidad hist¨®rica.
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