El retroceso de Copenhague
Mientras que la Conferencia de Kioto, despu¨¦s de la de R¨ªo de Janeiro, fue percibida como un avance en la toma de conciencia de la degradaci¨®n del medio ambiente y de los medios para remediarla, la reuni¨®n de Copenhague quedar¨¢, en cambio, como testimonio de un retroceso tanto en relaci¨®n con las decisiones de Kioto como, por supuesto, con las expectativas que hab¨ªan suscitado los 192 Estados reunidos en esta ocasi¨®n. Adem¨¢s, es probable que incluso las obligaciones fijadas en Kioto tampoco sean prorrogadas, ya que vencen en 2012. ?Qu¨¦ ha ocurrido? ?Por qu¨¦ este retroceso? Hay, por supuesto, mil explicaciones, aunque la menos convincente sigue siendo la que ofrecen las potencias petrol¨ªferas, al poner en duda, como lo hace Arabia Saud¨ª, la veracidad de las amenazas que pesan sobre el medio ambiente. Es probable que, tanto estos pa¨ªses petrol¨ªferos como China, India, Brasil, y EE UU, los principales art¨ªfices del fracaso de la reuni¨®n, tambi¨¦n sean conscientes de los peligros que pesan, a medio y largo plazo, sobre el planeta. Y, sin embargo, estas potencias se han unido para atacar las propuestas, por lo dem¨¢s en absoluto maximalistas, presentadas por los europeos. No insistiremos aqu¨ª en la marginaci¨®n de Europa a la hora de tomar decisiones, prueba de que no es considerada, a pesar de sus propuestas acertadas, como un actor pol¨ªtico independiente. La principal lecci¨®n que hay que sacar de Copenhague es evidente: si todos estaban de acuerdo en actuar, esta actuaci¨®n no pod¨ªa hacerse en detrimento de los intereses de las naciones y de las relaciones de fuerza entre las mismas. Demostraci¨®n, una vez m¨¢s, de que el tema del medio ambiente no es s¨®lo cuesti¨®n de valores o moral, sino sobre todo de pol¨ªtica global. M¨¢s concretamente, de pol¨ªtica reducida a su ¨²nica funci¨®n contempor¨¢nea, es decir, el sometimiento a la econom¨ªa mundial. Han sido los intereses econ¨®micos los que han hablado en Copenhague, y lo han hecho de dos maneras muy claras y significativas.
Todos estaban de acuerdo en actuar contra el cambio clim¨¢tico, pero no en detrimento de los intereses de las naciones
Tenemos, en primer lugar, la alianza entre las potencias emergentes (China, India, Brasil) con vocaci¨®n comercial imperialista y el imperio americano en declive: unas y otro comparten las mismas angustias. No quieren ver limitado su crecimiento, que condiciona su preeminencia en la globalizaci¨®n mercantil. Comprometerse con mecanismos de reducci¨®n de la actividad industrial causante del efecto invernadero viene a ser lo mismo en realidad que introducir normas mundiales de regulaci¨®n de la producci¨®n de mercanc¨ªas. Ahora bien, es precisamente lo que quieren evitar cada una por su cuenta, sobre todo, despu¨¦s de que se haya demostrado que, al contrario de lo que ha hecho creer la cumbre del G-20, la terrible crisis actual del capitalismo financiero no ha sido combatida con una acci¨®n internacional com¨²n, sino con meras decisiones nacionales m¨¢s o menos cooperativas. La crisis financiera ha devuelto as¨ª al primer plano a las naciones y la dura competici¨®n que libran entre ellas. Cada una ten¨ªa como objetivo salir de esa conferencia con el menor n¨²mero de compromisos vinculantes. Y las ¨²nicas que han sacado alg¨²n provecho de esta reuni¨®n son los pa¨ªses m¨¢s pobres, que han obtenido un ¨®bolo de 30.000 millones de d¨®lares para remediar el desastre ecol¨®gico que les amenaza. Pero ha sido la globalizaci¨®n comercial sin reglas la que ha triunfado en Copenhague.
En segundo lugar, est¨¢ el tema del modelo de desarrollo social. La destrucci¨®n ecol¨®gica no es el resultado accidental de un sistema econ¨®mico, por lo dem¨¢s protector de la naturaleza; es la consecuencia inevitable de una mercantilizaci¨®n planetaria basada en una competici¨®n ilimitada y permanente, en el seno de la cual los modelos sociales menos costosos son los que mayores posibilidades tienen de ganar la batalla de las mercanc¨ªas. No es casualidad que los pa¨ªses cuyo modelo social es m¨¢s d¨¦bil (China, India, Brasil, EE UU) sean los que se han opuesto a un acuerdo que pod¨ªa haberlos situado, si las propuestas europeas hubieran triunfado, en una din¨¢mica de protecci¨®n del medio ambiente relativamente equiparable a la de los pa¨ªses m¨¢s evolucionados socialmente. Amarga iron¨ªa de la historia: los pa¨ªses ayer del tercer mundo, convertidos en encarnizados partidarios de la globalizaci¨®n mercantil, apoyan hoy al centro imperial, a EE UU, en nombre del derecho al desarrollo y en detrimento de los intereses de la humanidad.
Traducci¨®n de M. Sampons.
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