Las zarzuelas psical¨ªpticas que invent¨® Cerd¨¤
Permanyer reconstruye en un libro los cien a?os de vida de El Molino
El Paral¡¤lel, zoco sin parang¨®n del mundo del espect¨¢culo de Barcelona y, en los a?os veinte y treinta del siglo pasado, de los punteros de Europa con terrazas como la del Caf¨¦ Espa?ol, la m¨¢s grande de la ciudad, se lo invent¨® sin saberlo ni quererlo Ildefons Cerd¨¤. El reverso de la tan recatada derecha del Eixample naci¨® porque el arquitecto asign¨® a la avenida 50 metros de anchura, como a la Diagonal, la Gran Via y la Meridiana. O sea, que los propietarios de los solares pod¨ªan edificar mucho menos: adi¨®s a decenas de sue?os de grandes casas de planta y cinco pisos. A la espera de solventar el conflicto con el Ayuntamiento, para no ir perdiendo demasiado dinero, se les ocurri¨® a los due?os permitir construcciones provisionales de madera y cinc, mayormente atracciones, que pod¨ªan ser eliminadas en un pisp¨¢s cuando interesara. En 1892, el Circo Espa?ol Moderno, despu¨¦s conocido como teatro Espa?ol, ser¨ªa el primero. Aparecer¨ªa tambi¨¦n el caf¨¦ La Fraternidad Republicana, que en 1899 dejar¨ªa paso a un caf¨¦-concierto de nombre La pajarera catalana; ah¨ª nacer¨ªa el embri¨®n del famos¨ªsimo, a?os por venir, El Molino.
La gesti¨®n municipal contribuy¨® de forma indirecta al cierre de muchos teatros
El desmadre de los a?os veinte lo fren¨® en seco el dictador Primo de Rivera
Al local rey del Paral¡¤lel ha dedicado el cronista de la ciudad Llu¨ªs Permanyer 253 p¨¢ginas profusamente ilustradas: El Molino, un segle d'hist¨°ria (Angle Editorial), sentido y cartesiano volumen, cargado de documentaci¨®n in¨¦dita y rigurosa. Una impactante visita cuando apenas ten¨ªa 15 a?os est¨¢ en la g¨¦nesis del inter¨¦s del veterano periodista, que ha conseguido reconstruir la historia del local hallando, entre otras curiosidades, a un coleccionista de programas del local. Hay gente para todo.
El Petit Moulin Rouge, popularmente El Moulin, ser¨ªa el nombre que adoptar¨ªa un espacio, que ten¨ªa como reclamos a los sorprendentes aut¨®matas y las "zarzuelas psical¨ªpticas". Negocio al parecer pr¨®spero porque en 1910 el arquitecto Manuel Joaquim Raspall recibir¨ªa el encargo de dejar el interior, se?ala Permanyer, como una "bombonera modernista". De los defectos se sac¨® virtud: el m¨ªnimo espacio (s¨®lo cinco por tres metros y medio de escenario) y la consiguiente invasi¨®n de los artistas en la platea fueron claves del ¨¦xito del local. Especialmente solicitada era la primera fila, conocida como "la dels figuers", desde donde se sol¨ªa exigir a grito pelado a las artistas "m¨¦s ganya!" (m¨¢s vulva).
El desmadre de los a?os veinte, con un foyer con las actrices ligeritas de ropa y una orquestina de tres miembros, destinado a aumentar las consumiciones y sacarse dinerillos extras, lo fren¨® en seco Primo de Rivera a base de chales en el escenario; en la casa proliferaron los timbres y las luces rojas para cuando se detectaban inspectores policiales; en cualquier caso, el dictador fue bipolar: asiduo de la ruleta del Cercle Art¨ªstic en su ¨¦poca de capit¨¢n general de Catalu?a, convirti¨® el Petit Moulin Rouge en la sede de su conservador partido, la Uni¨®n Patri¨®tica Espa?ola. Un molino que mov¨ªa sus aspas en la fachada (1929), un actor-autor como Rafael Tubau que ofrec¨ªa cada d¨ªa un vodevil corto (de t¨ªtulos tan sugerentes como Los huevos de Don Froil¨¢n y L'alberg¨ªnia de'n Saldoni... y la imitaci¨®n de estrellas a partir del travestismo de mitos como Mirko crearon el carisma de un local que el 6 de septiembre de 1939, por el decreto de la eliminaci¨®n de los nombres extranjeros que impuso el franquismo, pas¨® a ser El Molino.
Lo que presum¨ªa ser el inicio del fin fue todo lo contrario. S¨ª, pasaban censura canciones y di¨¢logos, y tambi¨¦n se hab¨ªan de mostrar fotos de las artistas con cada una de las piezas del vestuario, pero el ingenio en las viperinas r¨¦plicas al p¨²blico de personajes como la picarona La bella Dorita o el ingenioso Johnson, el cierre desde 1949 de la mayor¨ªa de los locales de la competencia y la moda de la burgues¨ªa barcelonesa de ir a visitar el local a la salida del Liceo permitieron a El Molino llegar hasta la seudoapertura del r¨¦gimen en los a?os sesenta ("Con Fraga, hasta la braga") convertido en un particular caf¨¦-concierto interclasista y donde "hab¨ªa la sensaci¨®n de que en cualquier momento pod¨ªa pasar lo inesperado", como resume Permanyer, gracias a ese ¨ªntimo di¨¢logo entre p¨²blico y actores.
Una concatenaci¨®n de errores empresariales, el encarecimiento de las producciones y la aparici¨®n en televisi¨®n de espacios de variedades, am¨¦n de cierta desidia que incluy¨® la venta del local a unos misteriosos empresarios rusos que destrozaron la ornamentaci¨®n modernista, llevaron al cierre de un escenario que a mediados de este a?o podr¨ªa resucitar y reimpulsar una calle que fue mitol¨®gica. Porque, ?qu¨¦ acab¨® con el Paral¡¤lel? "Hubo de todo, pero tambi¨¦n la gesti¨®n municipal, con Maria Aur¨¨lia Capmany al frente, que decidi¨® desactivar la zona de toda la parte art¨ªstica y llevar ese polo cultural a Montju?c; total: ah¨ª no ha cuajado, no ha hecho ciudad y, encima, se cargaron indirectamente el tejido del Paral¡¤lel al quemarse bares, restaurantes, tiendas", resume Permanyer. As¨ª se hacen (y deshacen) ciudades.
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