Las copas son para los que se las trabajan
Al presidente del Bar?a, Joan Laporta, pasajera figura en la emocionante y larga historia del club que amaron Joan Gamper, Ladislao Kubala y Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, y que ahora conduce con mano maestra Pep Guardiola, se le subieron las seis copas a la cabeza. El f¨²tbol es muy efervescente, como la cerveza, como el champ¨¢n y como el cava. Te dan cinco copas, o seis, y ya te crees el amo del mundo.
Cuando eso le ocurre a los futbolistas, o a los entrenadores, uno los disculpa, porque al fin y al cabo ellos se lo curran en el campo. Pero cuando eso les pasa a los presidentes los riesgos son m¨²ltiples. La historia est¨¢ plagada de planchazos monumentales, en la pol¨ªtica o en la vida, debidos a la dificultad de digesti¨®n de los ¨¦xitos futbol¨ªsticos que tienen los presidentes de los clubes.
Aqu¨ª lo recordaba el otro d¨ªa David Trueba, en su columna de televisi¨®n. A Jes¨²s Gil le pareci¨® que dirigir el Atl¨¦tico de Madrid ya era aval suficiente como para meterse en el espect¨¢culo de la televisi¨®n o de la pol¨ªtica, y opt¨® por los dos, con los exuberantes resultados que ya conocemos.
Jos¨¦ Mar¨ªa Ruiz Mateos hizo una trayectoria similar, aunque fuera su mujer, Teresa Rivero, la que asumiera la parte futbol¨ªstica del t¨¢ndem. De todos modos, ¨¦l hizo de amuleto del Rayo Vallecano y con esa bandera se meti¨® en varios berenjenales de turista pol¨ªtico hasta que la vida (o acaso do?a Teresa) lo puso en su sitio.
A Santiago Bernab¨¦u le bajaba los humos Alfredo Di St¨¦fano, que era orgulloso tan s¨®lo en el campo. Cuando llegaba ante los periodistas, o ante los pol¨ªticos, don Alfredo sab¨ªa que era un futbolista, y se acab¨®. Esa presencia le dio sensatez al Real Madrid y alivi¨® a sus directivos de optar a algo distinto que a presidir el club, y calladitos (salvo excepciones).
En el Bar?a tuvimos una ¨¦poca de egos compartidos, el del presidente Josep Llu¨ªs N¨²?ez y el del futbolista Johan Cruyff, hasta que esos egos chocaron catastr¨®ficamente y los dos salieron por peteneras, que es la m¨¢s desafortunada de las melod¨ªas flamencas.
Ahora tenemos (los barcelonistas) la cruz de Laporta. ?l dir¨¢: caverna espa?olista. Pues no. De Tenerife. Y tan del Bar?a como la sangre, que es azulgrana. Lo que sucede es que molesta que con esta bandera ¨¦l est¨¦ haci¨¦ndose su propia barretina. Esta vez, por fortuna, el Bar?a tiene al frente a un tipo sensato, Pep Guardiola, que sabe mejor que su presidente que las copas son para los que se las trabajan. Yo creo que el martes Pep no estaba serio porque el Sevilla le aguara la noche, sino porque ten¨ªa en la cabeza esa apropiaci¨®n indebida que del Bar?a hace Laporta, el hombre que se cree ungido por los seis triunfos.
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