Una cruzada de desventuras
Mientras el cementerio jud¨ªo del Monte de los Olivos se convert¨ªa en Patrimonio Hist¨®rico, otro antiguo campo santo de Jerusal¨¦n, en el barrio musulm¨¢n de Mamilla, pasaba a ser solar del Museo de la Tolerancia que deb¨ªa levantar Frank Gehry: malos cimientos. Parte de una generaci¨®n de museos m¨¢s interesada en inculcar valores que en mostrar riquezas, ¨¦ste iba a ser el m¨¢s caro y el mayor del mundo. La tolerancia ten¨ªa n¨²meros: 250 millones de d¨®lares (unos 175 millones de euros) y 30.000 metros cuadrados.
La idea part¨ªa de una fundaci¨®n de Los ?ngeles, el Centro Simon Wiesenthal, con un centro similar que, sin envoltorio arquitect¨®nico, atrae desde 1993 a 350.000 visitantes al a?o. Tras transformar Bilbao con el Guggenheim, el arquitecto de origen jud¨ªo Frank Gehry pod¨ªa parecer apropiado desde el otro lado del Atl¨¢ntico, pero sonaba a pel¨ªcula de Hollywood en Israel.
La historia del museo que se ha quedado sin arquitecto no ha sido f¨¢cil. Nunca lo es. Un edificio, cualquiera que logra construirse, est¨¢ siempre plagado de renuncias. De renuncias y de empe?os. Cuanto mejor es el arquitecto, m¨¢s renuncias es capaz de reconducir. Los mejores consiguen adaptarse y a veces incluso crecerse con esas dificultades. No va a ser el caso. Desde que el Rabino Marvin Hier anunci¨® en 2002 la construcci¨®n del museo "con forma de frutero" las obras han sufrido una cruzada de desventuras. Al principio se toparon con la oposici¨®n generalizada de jud¨ªos y palestinos que, ir¨®nicamente, s¨ª parec¨ªan unidos contra el proyecto. Los foros de Internet tambi¨¦n clamaron contra una obra que parec¨ªa ser particularmente tolerante con los promotores, ansiosos por llevar una atracci¨®n tur¨ªstica al viejo Jerusal¨¦n. Tambi¨¦n la cr¨ªtica le dio la espalda. Para The New York Times los bloques de piedra del edificio evocaban inc¨®modamente un inmueble destruido. La prensa local asumi¨® un grito de guerra: "Jerusal¨¦n no es Bilbao".
Cuando comenzaron a exhumar cuerpos del antiguo cementerio, la Corte Suprema paraliz¨® las obras durante dos a?os. Pero el invierno pasado permiti¨® continuarlas. La raz¨®n arg¨¹ida: "El valor del nuevo museo sobrepasar¨ªa las fronteras israel¨ªes". Gehry, llamado Ephraim Goldberg antes de emigrar de Toronto a Los ?ngeles, afront¨® las exigencias y desventuras del proyecto: desde su presentaci¨®n a cargo del hijo de un nazi austriaco, el gobernador Arnold Schwarzenegger, hasta las protestas generalizadas. Con 80 a?os, continu¨® al frente de las obras hasta que algo le ha parecido inadmisible: reducir el tama?o del proyecto.
Babelia
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