Miles de haitianos huyen del desastre hacia la frontera dominicana
El pa¨ªs vecino permite el paso a los heridos y para la compra de provisiones
Miles de haitianos intentan cruzar a territorio dominicano para abastecerse de alimentos, agua y mercanc¨ªas huyendo de la devastaci¨®n del terremoto. En el cruce fronterizo de Malpaso se agolpan los veh¨ªculos y las personas. Quiz¨¢ es pronto para decir que es un ¨¦xodo porque las secuelas del terremoto a¨²n est¨¢n muy frescas y en Puerto Pr¨ªncipe y alrededores los pensamientos y esfuerzos se centran en tratar de rescatar a gente con vida de entre los escombros.
Los militares dominicanos custodian la vieja verja negra de hierro que impide el paso entre naciones. La abren cuando reciben una orden para dejar pasar a los veh¨ªculos en un sentido u otro. A su lado, otros guardias vigilan que nadie que vaya a pie se cuele. Por lo general, s¨®lo a los que llegan heridos se les permite el paso por razones humanitarias para que lleguen al hospital, donde se anotan sus nombres porque no pasan el tr¨¢mite de migraci¨®n.
Los heridos llegan en camiones a un hospital por falta de ambulancias
Los haitianos que han logrado pasar compran arroz, pollos, huevos, bananos, arenque, sardinas, vegetales, frijoles... lo que pueden. Los m¨¢s pudientes incluso adquieren ropa y calzado. Los soldados reforzaron la vigilancia de los mercados fronterizos por temor a que muchos de los haitianos que han pasado aprovechen para quedarse en territorio dominicano.
A unos kil¨®metros de la frontera, un hospital dominicano se afana por atender a la mayor cantidad de heridos posible. El Ministerio de Sanidad dominicano ha trasladado un equipo de m¨¦dicos hasta Jiman¨ª, a unos 230 kil¨®metros al suroeste de Santo Domingo, el ¨²ltimo pueblo antes de la frontera de Malpaso con Hait¨ª. All¨ª se ha montado un centro de operaciones de emergencia y por donde se ha habilitado un corredor humanitario.
Ross, un haitiano de 11 a?os, lleva tres d¨ªas sangrando por la rodilla izquierda. "Si no ha necesitado sangre hasta ahora, ya no la va a necesitar", dice el doctor Abel Gonz¨¢lez. Todo indica que adem¨¢s tiene una fractura de pelvis, "pero no lo podemos saber a ciencia cierta porque se nos han acabado las placas para las radiograf¨ªas", a?ade la pediatra Evelyn Hern¨¢ndez.
Ross yace en una sala vac¨ªa. Cinco minutos antes yac¨ªa tumbado sobre un colch¨®n en parte ensangrentado en la antesala de Emergencias del Hospital General Melenciano. Lo agarraba la que parec¨ªa ser su madre por la mano para calmar su dolor mientras una enfermera le aplicaba yodo en su rodilla, en carne viva. A su alrededor, ni?os y adultos heridos, algunos en el suelo, otros en sillas, esperan que alguien les prediga su futuro inmediato. Tienen piernas, tobillos, brazos, mu?ecas, bocas rotas. "Las fracturas de pelvis son de las que m¨¢s hay", dice una enfermera sin poder explicar por qu¨¦. Sufren de todo, y para lo que est¨¢n pasando, apenas se quejan, como resignados a su suerte, sabedores de que bastante es haber sobrevivido. "Despejen el ¨¢rea, por favor, dejen espacio", grita un m¨¦dico.
Varios esperan que aparezca una ambulancia. Los doctores que los atienden los refieren a hospitales de la provincia e incluso hasta de la capital dominicana, donde les pueden practicar las cirug¨ªas que necesitan. Tambi¨¦n escasean, como los materiales fungibles de todo tipo, los sueros, analg¨¦sicos y antibi¨®ticos. Y es que desde el martes el centro de salud recibe muchas m¨¢s personas de las que puede sacar una vez ofrecidos los primeros auxilios.
Llega un cami¨®n de poco tonelaje. Han decidido que ante la falta de fluidez de ambulancias, activas hasta donde la situaci¨®n se lo permite, les puede servir para cargar a algunos de los heridos de cirug¨ªa pl¨¢stica y ortopedia inmediata. Suben al primer paciente sobre un cart¨®n. La segunda herida en turno tambi¨¦n es cargada por voluntarios de la Cruz Roja. Una tercera, muy grave, ir¨¢ en una ambulancia si consiguen que cada vez que la tratan de levantar del suelo no chille hasta la afon¨ªa.
Militares custodian el lugar para evitar tumultos, pero no impiden el trasiego de personas adentro y afuera. Lo primero que hacen las enfermeras es ponerle la vacuna del t¨¦tanos al que llega. Ninguna prevenci¨®n sobra cuando el riesgo de plagas y epidemias es a lo que empiezan a temer los organismos de socorro que trabajan a destajo para intentar solventar la situaci¨®n. Pero todos los pasillos del hospital est¨¢n abarrotados de heridos.
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