Final de idilio
Al cumplirse un a?o de la presidencia de Obama, la excitaci¨®n se ha diluido y prevalece un sentimiento de oportunidad perdida. Pero el saldo de su gesti¨®n es favorable: EE UU est¨¢ hoy mejor que en enero de 2009, y el nuevo Gobierno ha recuperado prestigio y autoridad
Todo estallido de pasi¨®n, individual o colectivo, concluye en la a?oranza, frecuentemente en la decepci¨®n y, todo lo m¨¢s, en la calma.
El caso de Barack Obama no es diferente. Su victoria electoral provoc¨® una marejada de entusiasmo pocas veces vista. Se depositaron en ¨¦l expectativas sobrehumanas imposibles de satisfacer. Se le crey¨® capaz de un cambio, como quiera que cada uno lo entendiera, que equivaldr¨ªa al renacimiento de nuestra sociedad hip¨®crita y desmoralizada. Se le atribuyeron poderes especiales y se esperaba que desde su sill¨®n en el Despacho Oval emitiera la se?al que la humanidad necesitaba para la salvaci¨®n. Este pa¨ªs religioso que en cada presidente cree ver la llegada del Mes¨ªas alcanz¨® el paroxismo con Obama, y el mundo, ansioso de liderazgo y harto de George Bush, se contagi¨® sin reservas.
Obama ha perdido m¨¢s de 20 puntos de popularidad y ha bajado incluso del 50% de aprobaci¨®n
Tal vez, como sugieren algunos obaman¨®logos, Obama sea demasiado civilizado para el cargo que ocupa
Pasado el tiempo, al cumplirse un a?o de su toma de posesi¨®n como presidente de Estados Unidos, esa excitaci¨®n se ha esfumado y el sentimiento que hoy prevalece es el de una oportunidad perdida.
El antiguo fervor s¨®lo sobrevive apenas en algunos grupos de fieles entre la comunidad afroamericana. Los carteles con su rostro, que un d¨ªa se cotizaron alto en las mejores galer¨ªas del pa¨ªs, son ahora material de descuento en tiendas para turistas. Su biograf¨ªa ha dejado de dominar las estanter¨ªas de las librer¨ªas, donde ahora arrasa la aciaga memoria de Sarah Palin.
La derecha ha recuperado la iniciativa pol¨ªtica, los conservadores vuelven a ser el grupo ideol¨®gico mayoritario del pa¨ªs y el Partido Republicano es el favorito para obtener la mayor¨ªa parlamentaria en las pr¨®ximas elecciones. El intento de bipartidismo naufrag¨® ante la primera ola, el clima pol¨ªtico sigue siendo dolorosamente ¨¢spero y los ciudadanos otra vez reflejan mayoritariamente en las encuestas su pesimismo sobre el rumbo en que camina el pa¨ªs.
Ese panorama no es, sin embargo, el resultado necesario de la mala gesti¨®n de Barack Obama. El saldo de su primer a?o es, parad¨®jicamente, bastante favorable. Estados Unidos est¨¢ hoy mejor que en enero de 2009 y, aunque algunas de las causas de tensi¨®n mundial subsisten, el nuevo Gobierno ha recuperado prestigio y autoridad para desarrollar su pol¨ªtica exterior con el respaldo internacional conveniente.
En el orden interno, la amenaza de colapso que se cern¨ªa sobre la econom¨ªa norteamericana ha desaparecido. El sistema financiero se ha recuperado. Los bancos han devuelto, en su mayor parte, el dinero que el Estado les entreg¨® para su salvaci¨®n y hoy vuelven a hacer negocio. Las empresas se van recuperando poco a poco de su letargo, incluso la maltrecha industrial del autom¨®vil, que, con ayuda del Gobierno, ha empezado la reestructuraci¨®n que requer¨ªa y presenta ya beneficios. La Bolsa asciende como reflejo de las predicciones optimistas que, aunque de forma moderada, emiten los analistas. Incluso aceptando que el plan de est¨ªmulo de cerca de 800.000 millones de d¨®lares aprobado el pasado febrero no haya tenido un impacto decisivo en la mejora de la situaci¨®n, el Gobierno merece una parte del cr¨¦dito por lo conseguido.
En el ¨¢mbito internacional, esencialmente se ha roto el aislamiento en el que Estados Unidos hab¨ªa ca¨ªdo durante la anterior Administraci¨®n y se han establecido las bases para la cooperaci¨®n con Rusia y con China y para un mejor entendimiento con la Uni¨®n Europea de cara a Ir¨¢n y Oriente Pr¨®ximo. Se ha eliminado el manique¨ªsmo que lastraba la guerra contra el terrorismo y se han robustecido los argumentos norteamericanos con la abolici¨®n de las medidas que enturbiaban su sistema democr¨¢tico.
En condiciones normales, este balance ser¨ªa suficiente para reconocer una buena actuaci¨®n. Pero no es as¨ª. Obama ha perdido m¨¢s de 20 puntos de popularidad en estos 12 meses y ha bajado incluso del 50% de aprobaci¨®n en una encuesta de la cadena CBS esta misma semana. Desde todos los ¨¢ngulos de la escena pol¨ªtica se dispara en su contra. La derecha le acusa de haber socializado la econom¨ªa del pa¨ªs, la izquierda le critica por la guerra de Afganist¨¢n y por no haber podido a¨²n cerrar Guant¨¢namo, y los independientes est¨¢n decepcionados por la exacerbaci¨®n de la lucha partidista.
Cada uno puede encontrar un asunto en el que Obama le ha fallado, aunque ¨¦stos sean a veces contradictorios. Donde los conservadores ven la prueba de que la naci¨®n se precipita hacia el comunismo, los liberales observan el ejemplo de que Obama se ha entregado a los grandes intereses de siempre. De extremo a extremo, el estado de opini¨®n se radicaliza por minutos en unos medios de comunicaci¨®n cada d¨ªa m¨¢s expuestos a la precipitaci¨®n y la superficialidad.
Es lo que Paul Starr, profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad de Princeton, llama "gobernar en la era de Fox News", la cadena de televisi¨®n conservadora. "Cuando Walter Cronkite es sustituido por Glenn Beck (el tit¨¢n ultra de la Fox) y Keith Olbermann (su equivalente izquierdista en MSNBC), el liderazgo pol¨ªtico pierde a un socio imprescindible en la construcci¨®n del consenso. ?ste es el problema al que hace frente Obama", afirma Starr.
El largo debate sobre la reforma sanitaria es el paradigma de lo que ha ocurrido este a?o. A¨²n pendiente de ratificaci¨®n por la comisi¨®n mixta Senado-C¨¢mara de Representantes, no es exagerado decir que incluso la versi¨®n m¨¢s modesta de esta ley constituye un paso de gigante para el sistema de salud de Estados Unidos. La garant¨ªa de un seguro de salud a m¨¢s de 30 millones de personas que ahora no lo tienen por carecer de los recursos para pagarlos o por padecer enfermedades cr¨®nicas que los hace inadmisibles para las compa?¨ªas representa un hito extraordinario. Jonathan Cohn, el especialista de la revista New Republic, lo considera "la pieza legislativa m¨¢s importante en una generaci¨®n". Es un ¨¦xito que, como ocurri¨® en su d¨ªa con la Seguridad Social o con los derechos civiles, deber¨ªa de estar fuera de toda discusi¨®n.
Sin embargo, no es as¨ª. El debate sobre la reforma sanitaria, probablemente mal dirigido por la Casa Blanca y burdamente manipulado por la oposici¨®n, es la batalla en la que se han forjado los peores estereotipos sobre Obama y en la que ¨¦ste ha perdido la mayor parte de su cr¨¦dito. Si ahora, una vez que lo m¨¢s dif¨ªcil de ese debate ya ha pasado, no se corrigen las impresiones creadas, esta iniciativa puede acabar siendo, como advierte la escritora y columnista Peggy Noonan, "una victoria desastrosa".
En opini¨®n de Noonan, Obama cometi¨® un error al priorizar la aprobaci¨®n de la reforma sanitaria en un momento en el que la preocupaci¨®n del p¨²blico estaba centrada exclusivamente en la falta de puestos de trabajo. Sea o no as¨ª, lo cierto es que actualmente s¨®lo el 36% de la poblaci¨®n, seg¨²n la encuesta de la CBS, respalda esa legislaci¨®n, frente al 54% que la rechaza.
Para la derecha, esta iniciativa es el ejemplo del modelo de econom¨ªa centralizada e intervencionista, al estilo socialista, que el presidente quiere imponer. Para la izquierda, la ley aprobada el d¨ªa de Nochebuena por el Senado es la culminaci¨®n de una pol¨ªtica entreguista por parte de Obama y una traici¨®n al cambio prometido. Arianna Huffington, uno de los emblemas progres del pa¨ªs, ha dicho que se trata de "una reforma s¨®lo en el nombre". El ex presidente del Partido Dem¨®crata y ex candidato presidencial Howard Dean pidi¨® a los congresistas votar en contra. Ralph Nader ha llegado a considerarla "un producto del T¨ªo Tom".
Todos ellos pasan por alto los m¨¦ritos de una legislaci¨®n que, seg¨²n el c¨¢lculo hecho por Harold Pollack, profesor de la Universidad de Chicago, entregar¨¢ cada a?o subsidios para ayudar a las familias a pagar sus seguros de salud por valor de 196.000 millones de d¨®lares, que es m¨¢s de lo que el Estado aporta actualmente en todos sus programas de asistencia social.
Quiz¨¢ toda esta discrepancia entre los hechos y las percepciones sea consecuencia de la excitaci¨®n en medio de la cual Obama asumi¨® la presidencia. Quiz¨¢ Obama est¨¢ simplemente siendo v¨ªctima de la pasi¨®n que ¨¦l mismo gener¨®. Ciertamente, la misma energ¨ªa que lo llev¨® hasta la Casa Blanca ha servido para revitalizar en su contra a las bases conservadoras que hoy agitan con ¨¦xito entre la Am¨¦rica profunda con los llamados tea party. Sobre ese movimiento est¨¢ construyendo Palin y su grupo del Partido Republicano la estrategia para la reconquista del poder.
Si es as¨ª, si Estados Unidos vive bajo el ofuscamiento propio de la pasi¨®n, el juicio sobre la presidencia de Obama podr¨ªa ser m¨¢s ponderado con el paso del tiempo. Un a?o, en todo caso, no es tiempo suficiente para calificar una gesti¨®n de gobierno. Es un plazo, como el de los cien d¨ªas, ¨²til para los periodistas, pero, como afirma David Greemberg, profesor de Rutgers University, insuficiente para los historiadores. "Ninguno de los presidentes que han servido a Obama como modelo -Lincoln, Roosevelt o Kennedy- consigui¨® en su primer a?o marcar la direcci¨®n de su presidencia. Los cambios no ocurren de la noche a la ma?ana", afirma Greemberg.
Los cambios, apuntan distintas fuentes en el entorno de Obama, comenzar¨¢n a notarse a partir de ahora, cuando decrezca la fricci¨®n por el asunto sanitario, cuando la mayor creaci¨®n de empleo alivie la angustia ciudadana y, sobre todo, cuando se reduzca la expectativa de resultados inmediatos.
Ser¨¢ el momento entonces de conocer de verdad qu¨¦ tipo de presidente es Obama. Hasta ahora el polvo levantado por el impacto de su elecci¨®n no ha permitido ver con claridad el fondo de su personalidad y de sus recursos como gobernante. Algunos apuntes han surgido, no obstante.
El primero: es un hombre muy reflexivo. Tard¨® meses, por ejemplo, en tomar la decisi¨®n de reforzar con 30.000 soldados m¨¢s la campa?a en Afganist¨¢n. Y prudente. Ha mantenido un dif¨ªcil equilibro entre la presi¨®n popular contra Wall Street y la necesidad de proteger el sistema financiero. "En contraste con la generaci¨®n de Twitter que apoy¨® su campa?a, ¨¦l no cree que su primera idea es la mejor idea. Tiene una preferencia acad¨¦mica por la precauci¨®n", opina la periodista y editora Tina Brown.
Este primer a?o ha revelado tambi¨¦n a un pol¨ªtico esencialmente pragm¨¢tico que cree que el mejor logro es aquel que es posible obtener. "No convirtamos lo mejor en enemigo de lo bueno" es una frase que Obama ha repetido en la pol¨¦mica sanitaria, en la cumbre del clima o en las negociaciones entre israel¨ªes y palestinos. "No es una figura de arcilla ideol¨®gica, es un personaje que prefiere hacer cosas y dejar que otros moldeen su imagen. No porque no sea bueno para eso, es que, en un universo pol¨ªtico de ideol¨®gicos vociferantes, ¨¦l carece tanto de la ideolog¨ªa como del instinto de hacerles frente", opina el columnista Richard Cohen.
Por eso la izquierda se siente tan decepcionada con un presidente que, pese al fracaso del bipartidismo, se niega a gobernar contra la mitad del pa¨ªs. Y por eso la derecha ha tenido que recurrir a sus argumentos m¨¢s bajos y pueriles, el del racismo y el de la amenaza bolchevique, para intentar neutralizar a un presidente imbatible en el intercambio civilizado de ideas.
Tal vez, como sugieren algunos de los emergentes obaman¨®logos, Obama sea demasiado civilizado para el cargo que ocupa. Tal vez su estilo did¨¢ctico y sus cualidades oratorias, fabulosas para una campa?a electoral, no se avienen con las exigencias de su terrible puesto.
Tal vez. Pero es m¨¢s cierto que el perfil de una presidencia se va moldeando con el ejercicio del poder. Como el propio Obama dijo en 2006, "no creo que nadie sepa lo que es ser presidente hasta que se es presidente". O, como afirma el profesor Greemberg, "los verdaderos logros de una presidencia ocurren cuando hay que combatir contra tempestuosos vientos de cara".
Ahora soplan esos vientos. Soplar¨¢n m¨¢s fuertes a¨²n en las elecciones legislativas de noviembre. Esos vientos medir¨¢n la entereza de esta figura esbelta que cautiv¨® al mundo. Esos vientos, que ya se han llevado la pasi¨®n desatada en las calles el 20 de enero de 2009, probar¨¢n ahora si Obama es el presidente transformador que la historia americana produce una vez en cada generaci¨®n o una ef¨ªmera figura de YouTube.
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