Fr¨ªo extremo en el sur
Ha hecho mucho fr¨ªo y ha ca¨ªdo una lluvia intensa: mal tiempo para los pobres. El fr¨ªo del sur es m¨¢s doloroso y absurdo que ning¨²n otro. Desvela los achaques ocultos y las corrientes de aire de nuestras casas as¨ª como los agujeros de nuestra pol¨ªtica social y de nuestra conciencia.
Por debajo de los 600 euros mensuales los term¨®metros descienden vertiginosamente hasta un fr¨ªo glacial. Para los inmigrantes temporeros de Ja¨¦n el clima ha sido g¨¦lido y la humedad extrema. M¨¢s de 6.000 personas deambulaban ateridas por las calles y plazas. En muchos lugares les tocaba dormir al raso dos de cada tres noches porque no hab¨ªa plazas suficientes en los albergues. Ninguna instituci¨®n ha considerado una obligaci¨®n atender a estas personas desamparadas y se han conformado con librar algunas subvenciones a las organizaciones sociales que heroicamente atienden a los inmigrantes. La Junta de Andaluc¨ªa ha advertido que "los albergues con financiaci¨®n p¨²blica tienen los d¨ªas contados y los empresarios tendr¨¢n que asumir, v¨ªa convenio colectivo, la responsabilidad del alojamiento", entendiendo, por tanto, que todo aquel que no disponga de contrato no tendr¨¢ derecho a un refugio ni a la asistencia.
No se trata ahora de dilucidar las razones por las que vienen los inmigrantes ni si hay o no que disuadirlos de este aventurero viaje a nuestro pa¨ªs. Se trata de determinar si un ser humano tiene derecho a la subsistencia y a la protecci¨®n p¨²blica en una situaci¨®n de emergencia social. Cuando el Ayuntamiento de Vic propone no empadronar a los inmigrantes no legalizados, pretende retirarles el derecho a la educaci¨®n, la salud o los servicios sociales que se les dispensan independientemente de su situaci¨®n legal. Esta propuesta nos ha escandalizado a todos, pero el desamparo de los inmigrantes temporeros de Ja¨¦n -la misma que hemos contemplado indiferentes durante a?os en la fresa de Huelva-, se basa en unos principios casi id¨¦nticos: si no hay contrato de trabajo, no hay servicios p¨²blicos.
Cuando discutimos el actual Estatuto de Autonom¨ªa, nos esforzamos -contra la opini¨®n manifiesta del PP- en convertir la caridad en servicios y la discrecionalidad en pol¨ªticas p¨²blicas. En el Estatuto se establece la obligaci¨®n de los poderes p¨²blicos de atender a las personas que sufran marginaci¨®n, pobreza o exclusi¨®n social y se estableci¨® as¨ª porque dese¨¢bamos afirmar que un Estado social y de derecho no puede permitirse que haya personas que carezcan de los bienes m¨¢s precisos.
La caridad y las pol¨ªticas sociales -cuando hablamos de instituciones y no de particulares- no s¨®lo no se parecen sino que se oponen rotundamente. La caridad es decimon¨®nica y discrecional. Concibe un ciudadano mendicante sin derechos. Las pol¨ªticas sociales, por el contrario, son servicios que deben garantizar a todo ser humano unos m¨ªnimos de protecci¨®n p¨²blica.
El PP decidi¨® estas navidades hacer fotos de sus dirigentes en los comedores sociales. Eligieron un modesto vestuario y una sonrisa ser¨¢fica para componer la m¨¢s vieja estampa de la derecha decimon¨®nica, cual damas del ropero con los limosneros abiertos para repartir el aguinaldo. Pusieron un pobre en su foto y decidieron que, a partir de ahora, la visita a los necesitados formar¨¢ parte de la agenda de sus candidatos. La finalidad no es exigir m¨¢s cobertura social -un gasto p¨²blico al que se oponen- sino utilizar electoralmente el dolor ajeno. Pero tampoco creen en la pol¨ªtica social los gobernantes que se encogen de hombros ante el dolor ajeno y rehuyen su responsabilidad p¨²blica ante los problemas de los m¨¢s pobres. Una administraci¨®n en la que duerme, desde hace 10 a?os, una ley contra la pobreza y la exclusi¨®n social que -como los r¨ªos ciegos de Lorca- no desemboca y forma car¨¢mbanos de hielo en las fr¨ªas madrugadas de Ja¨¦n o de Huelva.
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