Creador en crisis

La creatividad, la capacidad para inventar algo de la nada, se lleva en la sangre. Aunque la inspiraci¨®n se haya ido a tomar viento. El atasco mental, art¨ªstico, de Federico Fellini all¨¢ por el a?o 1961 es de espanto. Es un director que quiere hacer una pel¨ªcula que ya no recuerda. Y sin embargo, ah¨ª est¨¢ el fruto final: Ocho y medio, en palabras del propio Fellini, "la historia de un director que ya no sabe cu¨¢l era la pel¨ªcula que quer¨ªa hacer". Veinte a?os despu¨¦s, y tras arduas dificultades, el compositor y letrista estadounidense Maury Yeston consigue llevar a Broadway una adaptaci¨®n musical de la pel¨ªcula, titulada Nine. Federico cede los derechos a cambio de que ni su nombre ni el t¨ªtulo Ocho y medio aparezcan en el cartel. Paradojas de la vida, de la creaci¨®n, de la autor¨ªa.

S¨®lo 'Cinema italiano', cantado por Hudson, queda en la memoria

Es una producci¨®n de altos vuelos, pensada para los Oscar

A?o 2009, Nine se convierte en pel¨ªcula por obra y gracia de Rob Marshall, el realizador de Chicago. ?Cu¨¢les son las aportaciones de Yeston y, ahora, Marshall a aquella epopeya sobre el horror de crear, de vivir, de so?ar, de recordar, de imaginar? Pocas, muy pocas. ?Qu¨¦ queda entonces de aquella mara?a de nostalgia, autobiograf¨ªa sentimental y confusi¨®n existencial? Precisamente todo ello, lo mejor de la pel¨ªcula de Fellini, lo mejor de la pel¨ªcula de Marshall.

Como ya le ocurr¨ªa a Chicago, Nine es un musical cinematogr¨¢fico donde hay protagonistas que no saben ni cantar ni bailar (Daniel Day-Lewis, Judi Dench, Sof¨ªa Loren), donde hay otros que simplemente se defienden con profesionalidad y glamour (Pen¨¦lope Cruz, Kate Hudson, Nicole Kidman), y donde hay verdaderas cantantes (Marion Cotillard, Fergie). En la ¨¦poca dorada del musical exist¨ªa gente como Cyd Charisse, que pod¨ªa ser a un tiempo la mujer m¨¢s sexy y la mejor bailarina. ?Ahora no hay int¨¦rpretes as¨ª o es que no vale la pena buscarlas porque es m¨¢s f¨¢cil vender un reparto de lujo? El tema obliga a Marshall a una puesta en escena donde hay un exceso de planos americanos (ya saben, encuadres desde la cabeza hasta los muslos, por encima de las rodillas), para enmascarar los patosos pies, y una casi total ausencia de planos generales que duren m¨¢s de un par de segundos. Mientras, la m¨²sica y las letras de Yeston, probablemente eficaces, casi nunca alcanzan el esplendor. Salvo el Cinema italiano cantado por Hudson, ning¨²n tema queda en la memoria.

Y, sin embargo, hay aspectos que permiten no desde?ar del todo una pel¨ªcula como Nine: la avasalladora presencia de Daniel Day-Lewis en los (muchos) momentos de no-musical, la m¨¢gica tortura de un artista convertido en un fantasma de s¨ª mismo y el retrato de un hombre enfrentado sucesivamente a las muchas mujeres de su vida, unidos a la evidente brillantez de una producci¨®n de altos vuelos, pensada para ser finalista en los Oscar. ?Que todo eso ya estaba en Ocho y medio? Por supuesto.