Obama abandona su agenda de cambios
La derrota electoral en Massachusetts enfrenta a los dem¨®cratas y pone al Congreso en contra de la Casa Blanca
En medio del fuego cruzado entre las fuerzas que apoyan al Gobierno -el Congreso contra la Casa Blanca, los responsables del Ejecutivo entre ellos mismos, los izquierdistas contra los moderados-, Barack Obama ha dejado en suspenso, no s¨®lo la reforma sanitaria, sino otras importantes transformaciones previstas en su programa para dar prioridad a las medidas econ¨®micas que sirvan para calmar la angustia del electorado y evitar una pr¨®xima debacle electoral.
Tras el desastre de Massachusetts, Obama necesita recuperar su cr¨¦dito entre los ciudadanos antes de intentar otra v¨ªa para el cambio que, en su modelo actual, ha fracasado. Para ello, ha recurrido a medidas de f¨¢cil respaldo popular, como la reforma para limitar las actividades de riesgo de los bancos, e intentar¨¢ hacer m¨¢s visible su preocupaci¨®n por la crisis econ¨®mica.
El presidente de EE UU se centra en la econom¨ªa para ganar popularidad
?sa era su misi¨®n ayer en Ohio, donde un presidente sin corbata, precipitadamente encanecido y armado de un nuevo repertorio populista, prometi¨® que no descansar¨¢ "hasta conseguir puestos de trabajo para todos". "No llegu¨¦ a este cargo para huir de las dificultades", manifest¨® en una asamblea con trabajadores y clases medias, "llegu¨¦ para reconstruir nuestra econom¨ªa, para crear empleos y para ayudar a las familias".
Ohio es uno de los lugares donde Obama ciment¨® su victoria de 2008 con la promesa de un cambio que aliviar¨ªa las penalidades por las que la poblaci¨®n pasaba. Probablemente lo que los ciudadanos entend¨ªan por ese cambio era m¨¢s empleo, mejores salarios y menos desahucios. Obama apost¨®, sin embargo, por un cambio estructural: mejor sanidad, mejor educaci¨®n, energ¨ªas alternativas, mejora de las instituciones democr¨¢ticas. Todo eso est¨¢ ahora en reconsideraci¨®n.
El presidente admiti¨® en su discurso de ayer que la reforma sanitaria hab¨ªa sufrido un serio rev¨¦s en la ¨²ltima semana para felicidad de las compa?¨ªas de seguros y de los intereses creados. Aunque dijo que segu¨ªa siendo su objetivo, la creaci¨®n de un nuevo sistema de salud est¨¢ ya claramente fuera de las prioridades de la Administraci¨®n.
La ley que en su d¨ªa fue aprobada por el Senado y la C¨¢mara de Representantes est¨¢ sentenciada a muerte por los propios dem¨®cratas que la votaron entonces pero que ahora, tras lo ocurrido en Massachusetts, quieren desentenderse de ella. El senador Christopher Dodd propuso ayer suspender incluso cualquier debate al respecto durante un mes o mes y medio.
Imposible en este clima intentar ahora, como estaba previsto, la discusi¨®n de los otros grandes proyectos de la Casa Blanca, como la reforma energ¨¦tica, la protecci¨®n del medio ambiente o la reforma educativa. Aunque no se acepta oficialmente la renuncia a las promesas electorales, un portavoz de la Casa Blanca reconoci¨® que en estos momentos era necesario "tranquilizarse y tomar una bocanada de aire".
Muchos congresistas, que sienten el aliento de los republicanos en su nuca, acusan a la Casa Blanca de haberles forzado a debatir un programa desorbitado de cambios que los ha separado de los intereses diarios de los electores. El jefe de Gabinete de Obama, Rahm Emanuel, est¨¢ en el punto de mira del Capitolio. Su principal asesor pol¨ªtico, David Axelrod, no goza de mucho m¨¢s cari?o.
Dentro del equipo m¨¢s cercano al presidente tambi¨¦n han empezado a surgir discrepancias. Su decisi¨®n del jueves sobre el sistema financiero, asumiendo una idea de su asesor econ¨®mico Paul Volcker, se interpreta como una grave desautorizaci¨®n del secretario del Tesoro, Timothy Geithner, y del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, cuya ratificaci¨®n por el Senado, antes garantizada, est¨¢ ahora en el alero.
Geithner y Bernanke han sido elegidos como los blancos preferidos de la izquierda, que les acusa de ser defensores de los intereses de Wall Street y de haber arrastrado al presidente en esa direcci¨®n. Las voces m¨¢s radicales u oportunistas en el Partido Dem¨®crata -decepcionadas, entre otras cosas, porque se ha cumplido el plazo prometido para el cierre de Guant¨¢namo sin haberlo hecho- amenazan con abandonar a Obama. Los senadores Russ Feingold y Barbara Boxer han anunciado que, recogiendo el malestar popular por la ayuda a los bancos, van a votar en contra de Bernanke.
Obama intenta mantener el aplomo ante el serio acoso que sufre. "Da gusto estar fuera de Washington", coment¨® en Ohio, "hay buena gente all¨ª, pero a veces te vuelven loco, te descentran". El tiempo actual, sin embargo, no ayuda a la calma. La mayor¨ªa de los pol¨ªticos han empezado ya la b¨²squeda fren¨¦tica de dinero para las elecciones de noviembre, m¨¢s agotadora a¨²n despu¨¦s de la decisi¨®n del jueves del Tribunal Supremo.
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