La odisea del doctor Balmis
El 16 de septiembre de 1805, un m¨¦dico alicantino llamado Xavier Balmis logr¨® llegar a las costas de Macao en un fr¨¢gil junco chino con tres ni?os hu¨¦rfanos en sus brazos, que conten¨ªan en sus cuerpos una valiosa vacuna contra las viruelas. Balmis, que ya superaba los cincuenta, se hab¨ªa salvado de milagro. El barco portugu¨¦s de alquiler que le condujo hasta aquella pen¨²ltima etapa de su largo viaje hab¨ªa sido destruido por un tif¨®n, llev¨¢ndose la vida de 20 hombres. Pero la voluntad de hierro de Balmis le permiti¨® seguir adelante hasta el final. "En el momento, arrostrando los eminentes riesgos de piratas y ladrones chinos que inundan estos mares, verifiqu¨¦ mi desembarco en una peque?a canoa, llevando en mis brazos a los ni?os, con lo que aseguramos nuestras vidas y la preciosa vacuna", escribir¨ªa despu¨¦s en una carta. Hab¨ªan transcurrido casi dos a?os desde aquel 30 de noviembre de 1803, cuando parti¨® del puerto de A Coru?a a bordo de la corbeta Mar¨ªa Pita con un sue?o: viajar alrededor del mundo para hacer llegar la vacuna contra la viruela, la enfermedad que m¨¢s seres humanos ha matado a lo largo de la historia, a las colonias espa?olas del Nuevo Mundo, cruzando despu¨¦s el Pac¨ªfico hasta el continente asi¨¢tico.
La corbeta corri¨® el riesgo de ser secuestrada. En 1805, los piratas chinos se hab¨ªan organizado y contaban con 300 embarcaciones
Utilizar a ni?os hu¨¦rfanos como 'correo' de la vacuna contra la viruela result¨® tan ingenioso que a¨²n sorprende a los expertos
Para alcanzar Yucat¨¢n desde Cuba, Balmis tuvo que comprar tres esclavas negras y un ni?o tamborilero a raz¨®n de 50 pesos cada uno
El transporte de un fluido tan delicado como la vacuna de un continente a otro, en penosas traves¨ªas marinas que duraban meses, sin electricidad para mantener la cadena del fr¨ªo, se antojaba insuperable. Y sin embargo, Balmis lo logr¨®, sirvi¨¦ndose de un centenar de ni?os hu¨¦rfanos; sus cuerpos funcionaron como correas de transmisi¨®n y llevaron la ansiada vacuna alrededor del mundo hasta alcanzar el misterioso continente chino.
La historia de su expedici¨®n, mezcla perfecta de filantrop¨ªa y militar, est¨¢ llena de ¨¦xitos y tragedias, de dificultades y enfermedades, de incomprensi¨®n y de peligros, y de p¨¦rdidas irremediables. En el viaje de partida de A Coru?a hasta Puerto Rico, Balmis embarc¨® a 22 hu¨¦rfanos, de los que murieron dos, Tom¨¢s Metit¨®n y Juan Antonio, de tres y cinco a?os. El doctor lleg¨® en poco m¨¢s de un mes a Puerto Rico, perder¨ªa una vida m¨¢s durante su viaje al Caribe, hasta llegar a Venezuela, Cuba, Yucat¨¢n, M¨¦xico y Filipinas, para despu¨¦s arribar a Macao y Cant¨®n antes de regresar a Espa?a. Pero su expedici¨®n se hab¨ªa partido en dos al alcanzar el Nuevo Mundo. El subdirector de la expedici¨®n, el cirujano Jos¨¦ Salvany, prosigui¨® las labores de vacunaci¨®n en el continente suramericano, recorriendo toda la cornisa occidental de Suram¨¦rica. Muri¨® enfermo en Bolivia (la antigua Cochabamba) despu¨¦s de perder un ojo, siete a?os despu¨¦s, en 1810. En tiempos de guerra con Inglaterra, Balmis y sus hombres tuvieron que hacer frente a los peligros de los piratas, los naufragios y temporales, a soportar que sus ni?os fueran en ocasiones abandonados en hospicios, orfanatos y hospitales por culpa de la incomprensi¨®n de los pol¨ªticos, as¨ª como de los prejuicios de los religiosos, que se opon¨ªan a la vacunaci¨®n.
El uso de hu¨¦rfanos como correo result¨® una idea tan ingeniosa que incluso hoy en d¨ªa sorprende a los expertos. Charles Arntzen, investigador pionero de la Universidad de Arizona que explora nuevas formas de vacunas biotecnol¨®gicas inyectadas en alimentos y plantas para superar la cadena del fr¨ªo, lo considera una "idea fascinante" para la ¨¦poca. Los ni?os de corta edad resultaban id¨®neos ya que la vacuna prend¨ªa en ellos con m¨¢s facilidad; con una lanceta impregnada del fluido se les realizaba una incisi¨®n superficial en el hombro, y unos diez d¨ªas despu¨¦s surg¨ªan un pu?ado de granos -los granos vacun¨ªferos- que exhalaban el valioso fluido antes de secarse definitivamente. Era el momento de traspasar la vacuna a otro ni?o. Balmis vacunaba dos ni?os cada vez para asegurarse de que esta cadena humana no se rompiera. De esta forma, los ni?os supon¨ªan el aut¨¦ntico motor de la expedici¨®n, la "gasolina" que hac¨ªa avanzar la empresa. "Su expedici¨®n es la m¨¢s importante aportaci¨®n espa?ola a la historia de la salud p¨²blica", asegura Guillermo Olag¨¹e, catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia de la Universidad de Granada.
El enemigo a batir era el m¨¢s terrible de todos. Bautizada como "el peor ministro de la muerte", un r¨¢pido vistazo a los estragos de la viruela ilustran el enorme calado de la aventura emprendida por Balmis. El virus se cebaba fundamentalmente en ni?os menores de diez a?os, aunque atacaba a cualquier edad. Muchos de los que sobreviv¨ªan -su mortalidad era del 30%- quedaban ciegos y con rostros marcados de por vida. Una forma m¨¢s rara produc¨ªa hemorragias y era tan letal como el ?bola, matando al 90% de los infectados.
Las viruelas han escrito episodios catastr¨®ficos en una pel¨ªcula de terror que empez¨® hace 12.000 a?os, a juzgar por algunas especulaciones que sit¨²an la aparici¨®n del virus en alg¨²n punto de ?frica o India; una cuarta parte del Ej¨¦rcito ateniense en el a?o 430 antes de Cristo, en su lucha con Esparta, cay¨® bajo su guada?a; entre tres y siete millones de romanos murieron por su culpa en los primeros d¨ªas del imperio. Cuando los conquistadores espa?oles dirigidos por Hern¨¢n Cort¨¦s trajeron inadvertidamente el mal al imperio azteca en 1519 el virus produjo una carnicer¨ªa, acabando quiz¨¢ con la mitad de la poblaci¨®n azteca -estimada en treinta millones- en apenas unos meses. Incluso en la era moderna, en pleno siglo XX, las viruelas mataron a 300 millones de personas.
Poco m¨¢s de siete a?os antes de la partida de la expedici¨®n, en julio de 1796, el m¨¦dico ingl¨¦s Edward Jenner hab¨ªa observado que las vaqueras quedaban protegidas del mal al desarrollar en sus manos unas p¨²stulas benignas cuando orde?aban a las vacas infectadas por las viruelas vacunas, y comprob¨® el hecho en un muchacho. La "vacuna" fue el hallazgo m¨¢s importante quiz¨¢ de la medicina. En palabras del catedr¨¢tico Olag¨¹e, "se extendi¨® como un arma preventiva por Francia, Espa?a e Italia". Sin embargo, centenares de miles de personas sucumb¨ªan en las colonias espa?olas del Nuevo Mundo y otros muchos lugares donde el remedio no llegaba con la necesaria urgencia, o en malas condiciones, atrapado entre cristales. Se pens¨® incluso en embarcar las vacas enfermas. Pero Balmis, cirujano honorario de c¨¢mara de Carlos IV, propuso ingeniosamente el uso de hu¨¦rfanos y el rey dio su benepl¨¢cito. La Real Expedici¨®n Filantr¨®pica de la Vacuna se puso en marcha.
Pero el problema log¨ªstico era pese a todo de un calado enorme. Los ni?os, una vez vacunados, ya no pod¨ªan emplearse de nuevo en la cadena de transmisi¨®n, por lo que, en cada nueva etapa, Balmis se ve¨ªa obligado a reclutar a m¨¢s de ellos. ?Qu¨¦ padre de familia prestar¨ªa a su hijo para una empresa as¨ª? El ¨²nico recurso era buscar exp¨®sitos en las casas de hu¨¦rfanos, y aun as¨ª las dificultades eran grandes. Para alcanzar el puerto de Sisal (Yucat¨¢n) desde Cuba, Balmis tuvo que comprar tres esclavas negras y un ni?o tamborilero, a raz¨®n de cincuenta pesos cada uno. Y en el viaje rumbo a Filipinas, con 26 ni?os vacun¨ªferos y la rectora Isabel de Sendales (que le acompa?¨® hasta esta etapa), los peque?os tuvieron que soportar dur¨ªsimas condiciones, tirados en el suelo, "con grandes ratas que les atemorizaban, y golpe¨¢ndose unos a otros con los vaivenes", seg¨²n los registros.
Balmis no escribi¨® ning¨²n diario sobre su aventura, y uno de los aspectos m¨¢s intrigantes y menos estudiados fueron las implicaciones emocionales que supon¨ªa viajar con ni?os durante un tiempo para desprenderse de ellos despu¨¦s, por razones evidentes. Los ni?os en s¨ª mismos constituyen un misterio. "Salvo su selecci¨®n y embarque, el tema es pr¨¢cticamente desconocido", indica Olag¨¹e desde la Universidad de Granada. "S¨ª, se saben sus nombres, y la nodriza que les acompa?a. Tambi¨¦n los que en M¨¦xico embarcaron para las islas Filipinas. Y poco m¨¢s. Balmis se preocup¨® por los ni?os de manera especial. En M¨¦xico hizo todas las gestiones para que fueran alojados en una residencia adecuada, y no en la casa de exp¨®sitos de la ciudad. Tambi¨¦n se preocup¨® para que fueran educados correctamente. Muchos de ellos fueron adoptados por familias de M¨¦xico". A pesar de ello, el destino de la mayor¨ªa de los ni?os que hicieron posible la expedici¨®n de la vacuna sigue sumido en la oscuridad de la historia.
El periplo asi¨¢tico de Balmis resulta el m¨¢s intrigante y misterioso. Lleg¨® a Macao a duras penas, como lo demuestran sus palabras, seg¨²n la obra del m¨¦dico y doctor Gonzalo D¨ªaz de Yraola: "La conservaci¨®n de la vacuna e implorar la misericordia divina fue todo mi conato, sin que el hallarme solo para toda clase de asistencia de los tres ni?os, ni mi falta de fuerzas, fuera capaz de postrarme". La empresa de vacunaci¨®n result¨® contradictoria: hay fuentes que indican que no tuvo ¨¦xito y que apenas pudo vacunar a 22 personas con el apoyo del obispo de Macao, mientras que otras hablan de su logro al establecer la vacuna all¨ª.
Balmis corri¨® el riesgo de ser secuestrado. En 1805, los piratas chinos se hab¨ªan organizado en escuadrones bajo un ¨²nico mando que contaba con 300 embarcaciones. Los secuestros, incluso de extranjeros, el reclutamiento forzoso, y el robo de todo tipo de mercanc¨ªas llegadas a las costas, fueron moneda com¨²n, hasta amenazar el incipiente comercio del sur de China. El marco hist¨®rico resulta borroso y fascinante a la vez pues Balmis, agotado, lleg¨® a Cant¨®n con un ni?o chino y trat¨® de ofrecer la vacuna a las autoridades sin conseguir aparentemente resultados por culpa de las injerencias de la "maquiav¨¦lica pol¨ªtica de los hijos de Albi¨®n", seg¨²n D¨ªaz de Yraola.
Afirmar que centenares de miles de personas conocieron la vacunaci¨®n gracias a Balmis podr¨ªa ser acertado o exagerado. "Probablemente el n¨²mero es mucho menor, pero ?d¨®nde poner el l¨ªmite a un proceso, como la vacuna, mortal antes de la presencia de Balmis, y que gracias a continuas vacunaciones durante a?os se inmuniz¨® una parte importante de la poblaci¨®n de las colonias espa?olas?", se pregunta Olag¨¹e. "El propio Jenner y otros notables cient¨ªficos europeos fueron los primeros en reconocer la importancia de la empresa de Balmis".
Ese reconocimiento se diluir¨ªa con el paso de los a?os, tras la muerte de Balmis, en 1819, y persiste hoy d¨ªa. La explicaci¨®n hay que encontrarla en la mentalidad de los historiadores de la medicina desde principios del siglo XIX, interesados en divulgar los logros de las ciencias m¨¦dicas sin ir m¨¢s all¨¢. Craso error que convierte a Balmis en un h¨¦roe en la penumbra de una historia gloriosa y apenas reconocida. Susana Ram¨ªrez, doctora en Historia de Am¨¦rica de la Universidad Carlos III de Madrid, considera que la campa?a de Balmis representa "el comienzo del fin de las viruelas. Ide¨® una red sociosanitaria que controlaba las epidemias desde las Juntas de Vacuna, establecidas por el territorio hispano hasta despu¨¦s de la Independencia".
En 1977, el mundo qued¨® oficialmente libre de viruelas, aunque hubo una v¨ªctima m¨¢s en el Reino Unido al a?o siguiente. En la actualidad, el m¨¢s espantoso matador de seres humanos de la historia reposa en las neveras de dos laboratorios en todo el mundo, en Atlanta (EE UU) y Rusia. Las autoridades se muestran opacas en detalles sobre las medidas de seguridad. Diversas voces han reclamado la destrucci¨®n total de las muestras; otras han pedido que se mantengan por razones de investigaci¨®n. Este a?o, la Organizaci¨®n Mundial de la Salud reconsiderar¨¢ de nuevo la cuesti¨®n.
'Los hijos del cielo' (Ediciones Mart¨ªnez Roca), de Luis Miguel Ariza, se publicar¨¢ en febrero.
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