La ciudad so?ada
Cincuenta a?os de progreso en s¨®lo cinco". ?sa fue la promesa que el presidente Juscelino Kubitschek hizo en 1955, cuando lleg¨® al poder en Brasil. Obsesionado con modernizar el pa¨ªs, organiz¨® un concurso para construir una nueva capital. Lo gan¨® el urbanista Lucio Costa y confi¨® a su aventajado alumno Oscar Niemeyer los edificios m¨¢s destacados de la futura Brasilia. Al reubicar la capital a 1.000 kil¨®metros del Atl¨¢ntico, Kubitschek estaba haciendo alta estrategia pol¨ªtica. Quer¨ªa unir regiones desiguales y busc¨® cederle al centro parte del progreso de las urbes costeras. Para comunicar esa decisi¨®n necesitaba una arquitectura elocuente, rompedora y, sin embargo, indiscutiblemente brasile?a. Los arquitectos no fallaron. El 21 de abril de 1960, 41 meses despu¨¦s de poner la primera piedra, Brasil inauguraba un hito arquitect¨®nico, una capital improbable y fascinante: un milagro de hormig¨®n surgido en medio de la nada.
Zaha Hadid: "Niemeyer abri¨® el camino. ser moderno siendo libre"
tiene un aire metaf¨ªsico, como una pintura de Giorgio de Chirico
A Niemeyer y Costa les llamaron "comunistas que olvidaron a los pobres"
Pero el triunfo dur¨® poco. Kubitschek fue acusado de arruinar el pa¨ªs. El presidente, un m¨¦dico de origen checo que hab¨ªa pedido un mar (un lago artificial de 400 kil¨®metros cuadrados) para que los ciudadanos pudieran ba?arse, el pol¨ªtico que hab¨ªa cre¨ªdo que una ciudad pod¨ªa derribar las fronteras entre las clases sociales, se qued¨® en la piel de la modernizaci¨®n. Logr¨® dibujar el rostro de la revoluci¨®n, pero descuid¨® los cimientos: no impuls¨® las reformas agrarias y econ¨®micas que el progreso necesita. As¨ª, en menos de un lustro se desbarat¨® el futuro de los autores de Brasilia. Ante el desprecio creciente por el legado comunista, Kubitschek se exili¨®. A Costa, la Universidad de Harvard le nombr¨® doctor honoris causa mientras su pa¨ªs lo relegaba al Servicio de Patrimonio Hist¨®rico. Y Niemeyer se march¨® a Par¨ªs.
Brasilia se qued¨® sin padres. El sue?o progresista se desvaneci¨® paulatinamente. Y un golpe de Estado, apoyado por EE UU, que tambi¨¦n hab¨ªa secundado la industrializaci¨®n, puso en el poder a Humberto Castelo Branco. Brasil inici¨® entonces 25 a?os de gobierno no democr¨¢tico. El sufragio universal no regresar¨ªa hasta 1989. Tambi¨¦n Oscar Niemeyer volver¨ªa por entonces, sin haber abandonado un ¨¢pice su sue?o comunista. Ten¨ªa 82 a?os y, como si no hubiera pasado nada, recuper¨® los antiguos planos para, poco a poco, ir terminando la capital. El ¨²ltimo edificio, el Museo Nacional de la Rep¨²blica, se abri¨® al p¨²blico hace tres a?os, el d¨ªa en que Niemeyer celebr¨® su 99? aniversario.
Si no fuera por la indumentaria de los turistas y las carrocer¨ªas de los coches, Brasilia parecer¨ªa detenida en el tiempo. Hoy, como en 1960, cuando se inaugur¨®, vendedores ambulantes se refugian del sol a la sombra de los ap¨®stoles de cuatro metros de altura que marcan el acceso a la catedral Metropolitana, uno de los edificios m¨¢s singulares de la ciudad. Temprano por la ma?ana, una riada de funcionarios desciende de autobuses para llegar a sus despachos en la sede del Palacio de Justicia o en las torres del Secretariado, que Niemeyer levant¨® en la plaza de los Tres Poderes. En Brasilia, la vida est¨¢ lejos del centro. Planificada con forma de avi¨®n y con una poblaci¨®n de dos millones y medio de habitantes, son pocos, apenas un tercio, los que viven en el centro. La gente habita m¨¢s all¨¢ de las alas. Por eso queda desierta cuando llega la noche.
Esa soledad y la escala monumental que encarg¨® Kubitschek dan a la capital un aire metaf¨ªsico, como extra¨ªdo de una pintura de Giorgio de Chirico. La ciudad se antoja entonces irreal. Tal vez por eso Niemeyer y Costa fueron tachados de "comunistas que se olvidaron de los pobres". El ¨²nico superviviente de aquella aventura, Niemeyer, asegura que trat¨® de acabar con la pobreza creando una ciudad homog¨¦nea, donde la miseria no tuviera lugar. La paradoja es que al no hacerle sitio a la pobreza, la discrimin¨®. Negar el horror no lo elimina. El urbanismo empuj¨® a los trabajadores a los suburbios. Desde S?o Paulo o Fortaleza sienten que su capital no es exactamente Brasil. Puede que carezca del esp¨ªritu brasile?o, pero es tranquila y su ¨ªndice de criminalidad es de los m¨¢s bajos del pa¨ªs. Tal vez ¨¦se fuera el sue?o.
Sin embargo, algunos cr¨ªticos juzgan hoy fallido el sue?o de Kubitschek, Costa y Niemeyer. El historiador William J. R. Curtis atribuye su aspecto escenogr¨¢fico al hecho de haber sido dise?ada exaltando el romance entre el coche y la autopista. "En los cincuenta, Brasil estaba invirtiendo en la industria automovil¨ªstica y en nuevas infraestructuras. Kubitschek quiso que fuera un s¨ªmbolo de su compromiso con el desarrollo industrial. Pero las supermanzanas de viviendas separadas por grandes espacios parecen especulaciones te¨®ricas vac¨ªas. Los ricos iban y ven¨ªan en avi¨®n. Los pobres estaban obligados a vivir en ese vac¨ªo", explica. El urbanista Manuel de Sol¨¤-Morales no comparte esa opini¨®n. Para ¨¦l, Brasilia es un modelo urban¨ªstico, no arquitect¨®nico "No es s¨®lo el gran eje monumental desmesurado, la perspectiva Nevsky en moderno, ni s¨®lo los edificios de Niemeyer, un artista demasiado engre¨ªdo para resultar un buen arquitecto; son muy interesantes algunos distritos residenciales. Mezclan la escala dom¨¦stica con la vegetaci¨®n, los pasos p¨²blicos y los espacios comunes, en uno de los ejemplos mundiales m¨¢s respetables de la buena ciudad racionalista".
Arquitect¨®nicamente, Brasilia no tiene secretos. Niemeyer sigue siendo, con 102 a?os y todav¨ªa en activo, un maestro en vencer la falta de recursos a base de creatividad. La clave est¨¢ en el hormig¨®n, un material barato que pueden trabajar obreros sin formaci¨®n. Tan maleable que permite hacer arquitectura y paisaje a la vez. Una materia prima con la que es posible construir en poco tiempo, y un material, adem¨¢s, que adora las curvas. Eso fue lo que Niemeyer explic¨® a Le Corbusier cuando ¨¦ste lleg¨® a R¨ªo en 1936 para trabajar durante tres semanas en el dise?o del Ministerio de Educaci¨®n. Le aconsej¨® que perdiera el miedo a las curvas, y Corbu qued¨® sorprendido ante aquel joven de 29 a?os. "Le quise demostrar que no ¨¦ramos ind¨ªgenas bailando alrededor del fuego", explic¨® el arquitecto carioca a?os despu¨¦s.
La ¨²nica ciudad del siglo XX que es, entera, patrimonio de la humanidad es adem¨¢s la nave nodriza de la arquitectura de vanguardia de los ¨²ltimos a?os. Aqu¨ª, y en los sesenta, la construcci¨®n fluida ya era moneda com¨²n. Hay edificios por cuya cubierta se puede caminar, rampas que desdibujan los l¨ªmites entre suelo y techo y a la catedral se entra descendiendo, como quien baja al infierno para llegar a un cielo de luz y cristales azules en el que flotan los ¨¢ngeles. Sin barreras, con estanques como l¨¢minas de agua y con una vegetaci¨®n exuberante que abraza el hormig¨®n, Brasilia es tambi¨¦n el triunfo de un paisajista sin par, Roberto Burle Marx. M¨¢s econ¨®mica e imaginativa que espectacular, la arquitectura habla un lenguaje de celos¨ªas y parasoles con el que el tr¨®pico responde al calor. Y a la modernidad. La fluidez de las curvas transmite generosidad. Pero ?de d¨®nde salieron las curvas?
Para Niemeyer no hay duda: "Del amor a la vida, m¨¢s importante que la arquitectura". El arquitecto considera que la Bauhaus fue un mal ejemplo. "No ten¨ªan ideas, s¨®lo reglas para todo, incluso para hacer cubiertos. No se puede desear que una casa sea una m¨¢quina. ?C¨®mo puede eso ser un sue?o?", comenta. Zaha Hadid est¨¢ de acuerdo. La ¨²nica arquitecta que, como Niemeyer, tiene el Premio Pritzker lleva m¨¢s de 30 a?os urgiendo a forzar los l¨ªmites de su disciplina, pero tiene claro que fue Niemeyer quien empez¨®: "?l abri¨® el camino. Abog¨® por la sensualidad, por la libertad. Quiso ser moderno siendo libre. Sus edificios mejoran el paisaje. No imponen reglas, invitan a vivir".
Por eso Brasilia es hoy, tambi¨¦n, un retrato de este arquitecto, de su ideolog¨ªa idealista e intervencionista. De su idea de una vanguardia sensual que no parece costar esfuerzo. Siguiendo el camino abierto por Kubitschek, el presidente Lula se ha empe?ado en llevar a Brasilia parte de la vida cultural de R¨ªo y S?o Paulo. Hace poco inaugur¨® la biblioteca Leonel de Moura, con m¨¢s de 500.000 vol¨²menes. Niemeyer tambi¨¦n tiene fe en los libros. Para celebrar el 50? aniversario de la capital ha organizado una colecta masiva de vol¨²menes destinados a las bibliotecas m¨¢s pobres del pa¨ªs. Eso s¨ª, sin olvidar el espect¨¢culo. "Una caravana de caballos se encarga de recoger y distribuir 12.000 vol¨²menes. Reparten tambi¨¦n semillas e informaci¨®n contra la tala indiscriminada de ¨¢rboles", explica su nieto Carlos Oscar Niemeyer, tambi¨¦n arquitecto.
El ¨²ltimo 'Niemeyer' all¨ª, el Museo Nacional Honestino Guimar?es, es una c¨²pula de hormig¨®n que se abre con una rampa. Tiene forma de igl¨². Est¨¢ en el eje de la ciudad, frente a la catedral. Hace poco acogi¨® una exposici¨®n sobre la obra de Niemeyer, que en parte es tambi¨¦n la historia de la ciudad. Est¨¢ orgulloso de haber inyectado alegr¨ªa, movimiento y humanidad al movimiento moderno.
Aunque el urbanista Sol¨¤-Morales asegure que la densificaci¨®n mejorar¨¢ la ciudad, para Niemeyer ¨¦se es el mal de Brasilia: "Han llegado los capitalistas, y los promotores no quieren que la ciudad deje de crecer. Eso no est¨¢ bien. Brasilia deber¨ªa pararse". Pero ¨¦l no lo hace. Cuando cumpli¨® 100 a?os, hace dos diciembres, el presidente de Angola le invit¨® a dise?ar una ciudad cuatro veces mayor que Brasilia. No se neg¨®. Respondi¨® que no estaba dispuesto a moverse, pero pidi¨® informaci¨®n. Adem¨¢s, ama su rutina diaria, que le lleva a dibujar mientras contempla la playa de Copacabana y a tomar clases de filosof¨ªa por las tardes. As¨ª que le queda poco tiempo. Y se le acumulan los encargos. Casi todos -el Centro de Avil¨¦s o el Puerto de la M¨²sica en Rosario, en Argentina- llevan su nombre.
Y, sobre todo, Niteroi. Menos idealista que Brasilia, Niteroi (ciudad del Estado de R¨ªo) crece porque su alcalde, Jorge Roberto Silveira, qued¨® fascinado con el Museo de Arte Contempor¨¢neo (MAC) que Niemeyer levant¨® all¨ª en 1996. Seis a?os despu¨¦s le encarg¨® la mayor concentraci¨®n de edificios de Niemeyer lejos de Brasilia. Y el arquitecto acept¨®. El Camino Niemeyer cuenta ya con un teatro para 10.000 personas y tendr¨¢ una terminal de transbordador, un Museo del Cine Brasile?o, un Memorial Roberto Silveira, dos catedrales -una baptista y otra cat¨®lica-, una capilla sobre el mar, la sede de la Fundaci¨®n Oscar Niemeyer y la plaza de Juscelino Kubitschek.
"La arquitectura ha sido mi manera de expresar mis ideas: un mundo f¨¢cil, optimista, simple, igualitario para todos. He trabajado sin prejuicios. Los prejuicios arruinan la vida", asegura el arquitecto. Y vuelve a la carga: "Yo no lo ver¨¦, pero tengo fe en una cosa: el capitalismo acabar¨¢. La revoluci¨®n ser¨¢ total". Manuel de Sol¨¤-Morales le apoya incondicional: "Ojal¨¢ hubiera m¨¢s Brasilias. Es lo m¨¢s contrario a la nueva ciudad de Mongolia propuesta por Herzog & De Meuron como parcelaci¨®n para casas de lujo encargadas a un grupo de arquitectos amiguetes, m¨¢s o menos de moda. Es un ejemplo a seguir". Zaha Hadid les sigue: "Brasilia es un regalo. Los edificios de Niemeyer demuestran que con muy poco (unas toneladas de hormig¨®n), un genio puede hacer mucho: una capital". Pero Niemeyer se quita importancia: "Yo busco dar emoci¨®n, una emoci¨®n para todos. Mi arquitectura es f¨¢cil de entender. Y de disfrutar. Conf¨ªo en que tambi¨¦n sea dif¨ªcil de olvidar".
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