Mansi¨®n de Dr¨¢cula en Atocha
He buscado su huella, habiendo tenido que subir y bajar casi a diario en las ¨²ltimas semanas la calle Atocha. Naturalmente, no la he encontrado. Llego demasiado tarde. No es demasiado tarde, sin embargo, para descubrir, o redescubrir, o simplemente leer a ?ngel V¨¢zquez, que muri¨® en el n¨²mero 98 de esa calle pronto har¨¢ treinta a?os. ?Y qui¨¦n era este ?ngel, que ni se llamaba as¨ª, y pocos hoy recuerdan, muertos tambi¨¦n sus dos grandes amigos y valedores literarios Emilio Sanz de Soto y Eduardo Haro Ibars? Los franceses no habr¨ªan dejado pasar tan a oscuras el tr¨¢nsito o, por decirlo a su modo, la vida m¨¢s bien perra que V¨¢zquez llev¨® antes de morir a los 50 a?os, y de hecho han sido los franceses los que ahora le est¨¢n dando su merecido. La extraordinaria novela La vida perra de Juanita Narboni sali¨® hace pocos meses traducida en Francia, con un pr¨®logo muy esclarecedor de Juan Goytisolo, y el suplemento de libros de Le Monde le concedi¨® su portada, con un art¨ªculo encomi¨¢stico de Rapha?lle R¨¦rolle en el que esta cr¨ªtica hablaba a prop¨®sito de T¨¢nger -escenario del libro- de la "femme-ville".
?ngel V¨¢zquez fue un desplazado, un insatisfecho y un raro literario
De aquella "mujer-ciudad" o "ciudad-mujer" en la que naci¨® Antonio V¨¢zquez en junio de 1929, sali¨® huyendo el rebautizado ?ngel (Antonio le parec¨ªa nombre de torero) a mediados de 1965, pues la urbe norteafricana que tanto hab¨ªa atra¨ªdo a Paul y Jane Bowles (gran amiga y primera en creer en su val¨ªa como escritor), a Truman Capote, Tennessee Williams, Djuna Barnes o William Burroughs, a V¨¢zquez le parec¨ªa "muy convencional, artificiosa y superficial". Despu¨¦s de deambular por diversos lugares espa?oles, V¨¢zquez se instalar¨ªa en Madrid hasta su muerte, en una penosa decadencia f¨ªsica de gran bebedor desordenado y escritor inseguro que escribe y destruye lo escrito, aunque no desde luego La vida perra de Juanita Narboni, que Planeta, sin ning¨²n entusiasmo, public¨® en 1976 (el autor hab¨ªa ganado en 1962 el premio de la editorial creada por Jos¨¦ Manuel Lara con la muy interesante Se enciende y se apaga una luz. Esos dos libros, junto con su tambi¨¦n novela Fiesta para una mujer sola, que ha reeditado Rey Lear, y una colecci¨®n de relatos en Pre-Textos, constituyen el todo de su obra).
De la enga?osa ciudad-mujer ("esa puta llamada T¨¢nger", dec¨ªa ¨¦l), a la procelosa ciudad-hombre que Madrid quiz¨¢ fue para ?ngel V¨¢zquez, autodefinido en carta a Emilio Sanz de Soto de 1966 como una mezcla de Jean Genet y Violette Leduc en edici¨®n de bolsillo: "Yo tambi¨¦n soy un corrompido. Sin fe en Dios, ego¨ªsta y sin ninguna confianza en m¨ª mismo. Homosexual, alcoh¨®lico, drogado, clept¨®mano...". Sanz de Soto sol¨ªa decir, con todo el cari?o y admiraci¨®n que sent¨ªa por su paisano tangerino, que tanto adjetivo abismal le parec¨ªa una exageraci¨®n del atormentado V¨¢zquez, quien, seg¨²n ¨¦l, era menos truculento de lo que da a entender esa definici¨®n. Periodista culto, fino y pol¨ªglota, aunque a veces ausente sin explicaciones de la redacci¨®n del diario Espa?a de T¨¢nger, al radicarse en Madrid obtuvo un empleo en el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo ("vest¨ªa como el funcionario perfecto", as¨ª le describi¨® en sus memorias otra persona cercana a ¨¦l, Eduardo Haro Tecglen), fue contratado como preceptor de su hija por Roc¨ªo Urquijo, y cont¨® hasta el fin con el afecto de unos cuantos fieles: aparte de los ya citados, Carmen Laforet, que le anim¨® en su carrera literaria y estaba en el jurado del Planeta que gan¨® Se enciende y se apaga una luz, los pintores Jos¨¦ Hern¨¢ndez y Pablo Runyan, y el escritor Eduardo Haro Ibars, que le trat¨® asiduamente y, espigado y enjuto como era, llamaba al m¨¢s bien rechoncho V¨¢zquez "mi peque?o genio redondito".
?ngel V¨¢zquez fue un desplazado, un insatisfecho, y un raro literario, lo que contribuy¨® en su d¨ªa a descolocarlo m¨¢s de las capillas y corrientes imperantes. Ir¨®nicamente ¨¦l dec¨ªa que era incapaz de hacer literatura social, en los a?os de su madurez la menos le¨ªda pero la m¨¢s prestigiosa, "porque soy pobre y las novelas de problemas sociales s¨®lo las escriben los burgueses". Su tantas veces c¨®mplice Haro Ibars resumi¨® con mucho ingenio el libro ganador del Premio Planeta de 1962: "Una situaci¨®n digna de Evelyn Waugh, plasmada en una novela que le debe mucho a la t¨¦cnica narrativa de Virginia Woolf".
Desde la glorieta subo por la acera de los pares de la calle Atocha, imaginando en qu¨¦ baretos beber¨ªa V¨¢zquez "infusiones de whisky al principio y de tintorro despu¨¦s"; ha cerrado La Joya, que tantos bocadillos de calamares proporcion¨® al mundo de la alimentaci¨®n elemental, aunque sigue abierto a la vuelta de la esquina otro cl¨¢sico, El Brillante. Me detengo ante el n¨²mero 98, un edificio de buena planta y cinco alturas, con un portal destartalado ahora (?por obras?) y algo t¨¦trico. All¨ª pas¨® el escritor, acogido generosamente en su casa de hu¨¦spedes por Trinidad Mart¨ªnez, otra de las mujeres-protectoras que tuvo, sus ¨²ltimos tiempos, y all¨ª muri¨®, en el piso que ¨¦l llamaba "la mansi¨®n de Dr¨¢cula". Sigamos esperando la resurrecci¨®n entre nosotros de ?ngel V¨¢zquez, desde la tumba sin sosiego de la literatura maldita.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.