"Estoy cansado de humillarme"
El golfista estadounidense John Daly, ganador de dos 'grandes', anuncia su adi¨®s a los 43 a?os
?ltimamente, el golf no gana para disgustos. Primero padeci¨® la retirada moment¨¢nea de su n¨²mero uno, Tiger Woods, y ayer escuch¨® el anuncio de otro adi¨®s (parece que definitivo, aunque nunca se sabe trat¨¢ndose de quien se trata) de su figura m¨¢s pintoresca, otro gancho para los patrocinadores, John Daly. "Estoy acabado. No vale la pena seguir. Estoy cansado de humillarme delante de mis fans", solt¨® el tambi¨¦n californiano, de 43 a?os, despu¨¦s de no pasar el corte en el torneo de San Diego. Dos competiciones este a?o y dos suspensos. Al campe¨®n de dos grandes en sus buenos tiempos, el Campeonato de la PGA norteamericana de 1991 y el Open Brit¨¢nico de 1995, ya ni le motivan los cheques de los sponsors. Ha consumido su carrera entre tantos excesos que ha perdido, parece, el apetito por el golf.
Ha consumido su carrera entre excesos, sobre todo con el alcohol
Hablar de Daly es hacerlo del tipo m¨¢s exc¨¦ntrico de un deporte acostumbrado a jugadores serios, educados y bien vestidos. Nada que ver con alguien que sol¨ªa plantarse en el tee del hoyo 1 con una lata de cerveza y pedir a sus compa?eros que le dejaran patear primero para poder comerse una hamburguesa en un puesto junto al 17 de Saint Andrews; alguien capaz de vivir en Augusta en una roulotte durante el Masters para vender desde ella la ropa multicolor que su pareja y ¨¦l dise?aban al estilo de los a?os 70 y 80 (¨¦l, unos pantalones llamativos; ella, una minifalda a juego); alguien alcoh¨®lico confeso, casado cuatro veces, suspendido durante medio a?o en el circuito norteamericano por liarla, borracho, en un restaurante y acabar fichado por la polic¨ªa; alguien amonestado por firmar aut¨®grafos en la ropa interior de una aficionada; alguien a quien el gur¨² Butch Harmon, que mold¨¦o a Woods y ahora afila a Phil Mickelson, dej¨® por imposible porque, para ¨¦l, "era m¨¢s importante beber que jugar al golf".
Tambi¨¦n, cuentan quienes le conocen, un buen tipo, poco amigo del resto de los golfistas estadounidenses (Woods y Mark O'Meara le dejaron plantado en una ocasi¨®n en un vuelo privado), que ven en ¨¦l un caradura y librepensador, el antagonismo a sus conservadores valores. Se juntaba m¨¢s con los europeos, como Miguel ?ngel Jim¨¦nez y Jos¨¦ Mar¨ªa Olaz¨¢bal. Cuando muri¨® su madre, durante un torneo en Taiw¨¢n hace unos a?os, Daly, estrella medi¨¢tica entonces, organiz¨® en su habitaci¨®n del hotel, de 150 metros cuadrados, una copiosa cena con aqu¨¦llos por, seg¨²n dijo, respeto a ella.
No se quer¨ªa retirar. Pero los excesos le han llevado desde la comisar¨ªa hasta el quir¨®fano. Durante el pasado Open de Espa?a, en Girona, apareci¨® con 27 kilos menos tras una operaci¨®n de es¨®fago. Rechaz¨® la tarta de su cumplea?os y dijo que lo peor de todo era que no pod¨ªa comer pan. Claro que en Espa?a tambi¨¦n recuerdan a¨²n sus juergas y sus apariciones en el campo al d¨ªa siguiente sin apenas haber dormido.
?Como golfista? Por algo le llamaron Long Daly. Antes de los palos de titanio, era el que m¨¢s fuerte y m¨¢s lejos pegaba a la bola con el driver. Y todav¨ªa ahora nadie le superaba en tiempo de vuelo y altura de la pelota. Flojeaba con los hierros cortos y con el putter le perd¨ªa, c¨®mo no, el car¨¢cter.
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