La depresi¨®n de Estados Unidos
La recesi¨®n genera pesimismo sobre el futuro del pa¨ªs como superpotencia
El abandono de la misi¨®n en la Luna es s¨®lo el s¨ªmbolo m¨¢s reciente de la depresi¨®n. Quiz¨¢ su verdadero inter¨¦s cient¨ªfico siempre haya sido menor, pero cuando el presidente Kennedy anunci¨® en 1961 el proyecto Apolo, se dirig¨ªa a una naci¨®n sacrificada, optimista y emprendedora que apenas entraba en la segunda d¨¦cada de su preeminencia mundial. Casi 50 a?os despu¨¦s, un pa¨ªs m¨¢s cansado, c¨ªnico y pesimista escucha la retirada de la carrera espacial con fatalismo europeo.
Estados Unidos sufre una crisis de identidad. La esperanza desatada por la victoria de Barack Obama se consumi¨® en la batalla de Massachusetts. El presidente sobrevive pero el mito ha ca¨ªdo. La realidad del paro y la deuda vuelven a centrar crudamente la atenci¨®n de los norteamericanos, entre los que un 58% creen que las cosas van por mal camino.
Hay una crisis de identidad. Obama sobrevive, pero el mito ha ca¨ªdo
La presentaci¨®n, el lunes, de los presupuestos federales y la constataci¨®n de que la econom¨ªa estadounidense tendr¨¢ que soportar un alto d¨¦ficit durante un largo periodo de tiempo han sido las ¨²ltimas llamadas de atenci¨®n sobre el declive inevitable. El Gobierno prev¨¦ un gasto de 3,8 billones de d¨®lares en 2011 (2,7 billones de euros) y un d¨¦ficit de 1,6 billones de d¨®lares (el 10,6% del PIB) en 2010. Con suerte, el d¨¦ficit ser¨¢ todav¨ªa alrededor del 4% del PIB en 2020.
De repente ha cundido el p¨¢nico. The New York Times abr¨ªa sus ediciones de ayer con un alarmante an¨¢lisis en el que comparaba la situaci¨®n estadounidense con el hundimiento de Jap¨®n en la d¨¦cada pasada y se preguntaba qu¨¦ posibilidades tiene este pa¨ªs de seguir siendo una gran potencia con semejante d¨¦ficit. En un editorial titulado Las duras decisiones pendientes, The Washington Post advert¨ªa que EE UU est¨¢ abocado a "un futuro insostenible".
El propio Obama, al anunciar sus cuentas, admiti¨®: "Son unos presupuestos que reflejan la gravedad de los problemas a los que hacemos frente: estamos en guerra, nuestra econom¨ªa ha perdido siete millones de puestos de trabajo y el Estado est¨¢ sumergido en una profunda deuda".
Dram¨¢tico panorama, en efecto, para una potencia que tras la II Guerra Mundial representaba una tercera parte de todas las exportaciones mundiales, pose¨ªa dos tercios de las reservas de oro y produc¨ªa la mitad de todos los bienes manufacturados.
La preocupaci¨®n sobre el declive estadounidense no es nueva. La guerra fr¨ªa, Vietnam o el Watergate fueron episodios que dieron lugar a esta misma reflexi¨®n. Pero esta vez el entorno es m¨¢s sombr¨ªo: la polarizaci¨®n pol¨ªtica es mayor que nunca, la confianza de los ciudadanos en las instituciones p¨²blicas alcanza m¨ªnimos hist¨®ricos, los problemas econ¨®micos acabar¨¢n obligando a reducir la maquinaria militar. En un libro de 2008 titulado Los L¨ªmites del Poder, El Fin del Excepcionalismo Americano, Andrew Bacevich advert¨ªa que si los dirigentes norteamericanos no impon¨ªan una pol¨ªtica exterior "humilde y realista", el fracaso del papel internacional de EE UU est¨¢ garantizado.
Ese realismo es m¨¢s urgente que nunca despu¨¦s de ocho a?os de fantas¨ªas imperiales. Cuando le preguntaron a Dick Cheney c¨®mo pretend¨ªa pagar dos guerras sin subir los impuestos, contest¨®: "El d¨¦ficit no importa ahora". En consecuencia, George Bush y Cheney tomaron un pa¨ªs con 200.000 millones de d¨®lares de super¨¢vit y lo dejaron con 1,3 billones de d¨¦ficit. Como en el juego, Estados Unidos s¨®lo puede en este momento seguir jugando para tratar de recuperar p¨¦rdidas. Obama tiene ahora que seguir endeud¨¢ndose para pagar las empresas militares heredadas -Afganist¨¢n es, adem¨¢s, una cuesti¨®n de prestigio y honor- y para sofocar la crisis econ¨®mica. "El imperativo en estas circunstancias es crear empleo y acelerar el crecimiento a corto plazo", ha explicado el principal asesor econ¨®mico del presidente, Lawrence Summers.
Sobre el terreno, eso se traduce en una gran batalla ideol¨®gica en la que nadie, en realidad, act¨²a con la responsabilidad que exige al contrario. La derecha no quiere subir los impuestos, la izquierda no quiere reducir el gasto, aunque es evidente que ambas cosas son necesarias a la vez para atajar el d¨¦ficit. Obama, que ha confesado que no es un ide¨®logo, est¨¢ llamando a la naci¨®n a juntar filas. ?sa es su principal misi¨®n ahora, sacar al pa¨ªs de la depresi¨®n, no s¨®lo econ¨®mica.
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