Me pregunto si he aprendido algo
Yo suelo decir en las entrevistas que la escritura es un camino de conocimiento y que uno escribe novelas no para ense?ar nada, sino para aprender. Y, m¨¢s de una vez, los periodistas me han repreguntado algo bastante obvio: entonces, ?qu¨¦ has aprendido de tu ¨²ltimo libro? Cosa que siempre me deja m¨¢s o menos muda, porque la respuesta es dificil¨ªsima. Y el caso es que creo firmemente en lo que digo; s¨¦ con toda certidumbre que mis novelas me ense?an algo, pero cuesta mucho objetivar cu¨¢les son los conocimientos adquiridos, de la misma manera que resulta enormemente complicado decir de qu¨¦ manera nos educa la vida. Por ejemplo, ?ser¨ªas capaz de describir ahora lo que has aprendido en el ¨²ltimo a?o? Seguramente te costar¨¢ bastante hacerlo; tal vez, y tras reflexionar un buen rato, puedas llegar a precisar algunas experiencias adquiridas, pero en general lo que uno siente es una vaga sensaci¨®n de saber m¨¢s, de haber aumentado el cat¨¢logo emocional y la informaci¨®n almacenada en la memoria, sin que ese a?adido vital pueda ser expresado en contenidos concretos.
Estoy hablando del aprendizaje esencial, de la madurez emocional. De la sabidur¨ªa de vivir"
Pensando en todo esto a veces me entra cierto desaliento, la desva¨ªda sospecha de que a lo peor lo que sucede es que nunca aprendemos nada, o casi nada. Que tal vez esa mitificaci¨®n de la experiencia y de la sabidur¨ªa que la vida te proporciona (idea en la que creo y que siempre sostengo con notable entusiasmo) no sea sino una manera de endulzar la amargura de envejecer. Una mentira piadosa que nos decimos a nosotros mismos. De hecho, demasiadas veces nos sorprendemos repitiendo los mismos errores una y otra vez a lo largo de nuestra existencia. Pero c¨®mo he podido volver a caer en lo mismo, nos decimos desalentados; pero si yo ya sab¨ªa que esto iba a acabar as¨ª, por qu¨¦ he vuelto a equivocarme. La repetici¨®n es una de las caracter¨ªsticas del ser humano; sobre todo en el amor, sobre todo en las emociones, desde luego. Y las emociones lo atraviesan todo.
Hace cosa de un a?o, la muy prestigiosa Harvard Business School hizo p¨²blico un trabajo sobre el aprendizaje en los negocios. Quer¨ªan comprobar si del fracaso se pod¨ªan extraer lecciones provechosas, y result¨® que, seg¨²n ese estudio, fracasar en una empresa no ense?aba nada a la hora de montar otros negocios; de hecho, lo ¨²nico que parec¨ªa ense?ar algo era el ¨¦xito. Y el pasado mes de julio, unos experimentos del Massachusetts Institute of Technology, el celeb¨¦rrimo MIT de Estados Unidos, mostraron que en las c¨¦lulas del cerebro se producen ciertos cambios neuronales despu¨¦s de los aciertos, pero no despu¨¦s de los errores. O lo que es lo mismo: que se aprende de los logros, pero no de los fracasos, como dec¨ªan los de la Harvard School. Lo cual parece bastante injusto, adem¨¢s de deprimente. No s¨¦ hasta qu¨¦ punto pueden ser fiables estos trabajos descorazonadores, pero, de todas formas, y como dice la sabidur¨ªa popular, el hombre es el ¨²nico animal que tropieza dos veces con la misma piedra. De manera que vuelvo a plantear la misma pregunta: ?hasta qu¨¦ punto somos capaces de aprender en la vida? Bueno, claro, adquirimos conocimientos espec¨ªficos y destrezas t¨¦cnicas, estudiamos carreras universitarias, conseguimos hacernos expertos en la construcci¨®n de puentes o en las operaciones a coraz¨®n abierto. Pero estoy hablando del aprendizaje esencial, de la madurez emocional. Hablo de la sabidur¨ªa de vivir.
Por fortuna, hay otro estudio tambi¨¦n publicado hace un a?o que resulta mucho m¨¢s alentador. Est¨¢ hecho por la universidad inglesa de Warwick y por el Darmouth College de Estados Unidos sobre una muestra de m¨¢s de dos millones de sujetos procedentes de cerca de ochenta pa¨ªses, y al parecer demuestra que la felicidad tiene forma de "U" y que las personas somos m¨¢s felices en la juventud y en la vejez, con un momento ¨¢lgido de depresi¨®n y angustia en torno a los 44 a?os. De modo que la sabidur¨ªa popular tambi¨¦n tendr¨ªa raz¨®n con el t¨®pico de la crisis de los cuarenta. Seg¨²n esta investigaci¨®n sorprendente y fascinante, los resultados se mantienen iguales en todos los pa¨ªses, en Albania lo mismo que en Zimbabue o en Francia, y por lo visto los momentos mejores de la vida se sit¨²an en torno a los veinte a?os y a los setenta. Lo cual parecer¨ªa indicar que, despu¨¦s de todo, los humanos s¨ª que somos capaces de aprender. Que, contra todo pron¨®stico, en el crep¨²sculo, sin vitalidad f¨ªsica, sin tiempo y sin futuro, despojados ya de casi todo, podemos sin embargo contar con el tesoro de una cierta y esencial sabidur¨ªa.
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