La soledad desnuda de Israel Galv¨¢n
El bailaor est¨¢ solo. Viste de negro. Pantal¨®n ajustado. Culo prieto. Cabello humedecido con laca. Encima de su extra?o semblante, ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco, ni joven ni viejo, la b¨®veda del p¨®rtico columnario del sevillano Casino de la Exposici¨®n de 1929. Y sobre ella, retumbando como un tiroteo, el "taca-tacat¨¢" del trepidante zapateao.
Israel Galv¨¢n dibuja perfiles con enjundia. Congela las manos en el aire. Sus pulgares levantados equilibran la pose. Nijinski aflamencao. Belmonte tr¨¢gico. Triste y oscuro. Ni vivo ni muerto. Empapado de insomnio. Su sola presencia pone el coraz¨®n en un pu?o. Le rodea una cohorte de artistas, comisarios y dem¨¢s invitados por Rafael Ortiz a finales de 2009 para celebrar el 25? aniversario de su galer¨ªa de arte en Sevilla. El afortunado centenar de espectadores contempla en absoluto silencio el Solo de Galv¨¢n. Cuarenta minutos de pura performance siempre representada al margen de teatros y escenarios al uso. Mon¨®logo de danza sin m¨²sica a ras del suelo. En la m¨¢s desnuda soledad. "Mi Solo es un zool¨®gico de animales; est¨¢n todos mis espect¨¢culos met¨ªos. Es una banda sonora de zapateao y de cuerpo que interpreto en lugares que tienen algo especial. El instrumento soy yo. Bailar en silencio me ha llevado a intentar que suene cada rinc¨®n de mi cuerpo".
"Para m¨ª ha sido f¨¢cil meter el clima del Apocalipsis en el flamenco. Desde peque?o he visto im¨¢genes apocal¨ªpticas"
"Yo no quer¨ªa ser el mejor bailaor, sino contar cosas. La libertad que no pod¨ªa tener en la vida la encontr¨¦ en el escenario"
hablar con Israel Galv¨¢n (Sevilla, 1973), premio Nacional de Danza 2005 y uno de los bailaores m¨¢s singulares de la escena flamenca, merece tomarse un tiempo. No hace falta resaltar aqu¨ª su verbo entrecortado, tartamudeo que bebe de la timidez y viceversa. Lo importante es dejarle respirar para que discurra la lucidez. Conversamos en el sal¨®n de su casa, en el sevillano barrio de La Macarena, horas antes de interpretar el Solo bajo la b¨®veda del Casino de la Exposici¨®n. Nos separan dos platos de pasta con br¨®coli y setas preparados por su esposa, Zenaida, de 34 a?os. Galv¨¢n viste con aire entre sport y descuidado. Pelo revuelto, barba de varios d¨ªas y un rostro que derrocha agotamiento. "Desde hace a?os, el insomnio me persigue en las noches antes de bailar. Se convirti¨® en una fobia. He empezado a visitar a una psicoanalista. Todav¨ªa no estoy curado".
La casa de Israel Galv¨¢n parece de otra persona. De hecho, su padre es el due?o. Y aunque no vive aqu¨ª, ejerce como tal. Suya es la elecci¨®n del mobiliario cl¨¢sico. Y suya es tambi¨¦n la idea de colgar en las paredes del pasillo que conduce a un patio interior carteles de actuaciones de su hijo en Espa?a y el extranjero; en Francia, sobre todo, donde p¨²blico y cr¨ªtica le veneran. Estas ilustraciones de aire vanguardista contrastan con la est¨¦tica ca?¨ª de unas fotos en blanco y negro de los padres de Israel, los bailaores Jos¨¦ Galv¨¢n y Eugenia de los Reyes, enmarcadas al otro lado del pasillo junto a una mesa y unas sillas de caseta de feria. "Zenaida y yo tenemos nuestra casa a las afueras de Sevilla", explica Israel. "Pero seguimos aqu¨ª por nuestros hijos, Jacob y Milena. Su cole est¨¢ muy cerca. Van ni?os de padres muy hippies, con muy buen ambiente". Al final del patio interior de la vivienda, junto a la escalera de subida a las plantas superiores, una puerta abierta invita a asomarse a una sala forrada de espejos en los que se reflejan varios ata¨²des.
Estas cajas hexagonales de madera de pino sin barnizar que presiden el estudio de Israel Galv¨¢n forman parte del atrezo de su ¨²ltimo espect¨¢culo: El final de este estado de cosas, redux. "Un d¨ªa, mientras yo ensayaba, mi hijo se qued¨® dorm¨ªo en uno de esos ata¨²des. De repente me di la vuelta y lo vi ah¨ª dentro, con los ojos cerrados? La preparaci¨®n de este montaje ha sido un exorcismo de fantasmas?, una sensaci¨®n de yuyu quitao?, una terapia de tumbas".
Porque El final de este estado de cosas, redux habla de muerte, de guerra, de desolaci¨®n. Bebe del Apocalipsis, con gui?os que van desde el cine de Coppola hasta la danza japonesa butoh o la tarantella italiana, pasando por la siguiriya, el villancico jerezano o incluso el heavy metal del grupo Orthodox. Concebida inicialmente como una obra de tres horas y reducida a la mitad de tiempo, lleva un a?o y medio cosechando ¨¦xitos en Espa?a y Francia desde su estreno en la Bienal de Flamenco de Sevilla de 2008. "Para m¨ª ha sido muy f¨¢cil meter el clima del Apocalipsis en el flamenco", asegura Galv¨¢n. "Es un sentimiento que he tenido siempre, de alegr¨ªa y miedo a la vez. Recib¨ª una crianza en la religi¨®n y el miedo, una ense?anza perfecta del terror que puede ocurrir el d¨ªa de la furia de Dios. Desde peque?o he visto muchas im¨¢genes apocal¨ªpticas. Mis padres me llevaban con ellos a los tablaos y me sacaban a bailar. '?Que salga el ni?o!', gritaba la gente. Y me tiraban billetes. Viv¨ªa el flamenco de los camerinos. Las bailaoras me ped¨ªan que les subiera las faldas, ve¨ªa a transformistas, jugaba a las m¨¢quinas tragaperras?, y por la ma?ana estudiaba la Biblia. Imag¨ªnate, por las noches, los cantaores chillando: ?Aaaaay! Y al d¨ªa siguiente, el Apocalipsis, primer lamento. Ah¨ª estaba t¨®. Si no hubiera tenido tan asimilado el Apocalipsis, me habr¨ªa salido un espect¨¢culo m¨¢s efectista, con caballos, luces y cosas as¨ª".
-Aquellas ense?anzas de la Biblia empez¨® a recibirlas en casa de sus padres, que son testigos de Jehov¨¢. ?Qu¨¦ papel juega hoy la religi¨®n en su vida?
-Importante. Me he criado en ella, pero no me bautic¨¦ en la fe de los Testigos de Jehov¨¢ al llegar a la mayor¨ªa de edad. No me ve¨ªa con fuerzas para ser un buen representante. La religi¨®n es una conciencia que estar¨¢ ah¨ª siempre. No me considero, por tanto, una persona libre.
-?Le obsesiona la muerte?
-Digamos que no soy maduro en este aspecto. Puede que bailar sobre una tumba en el escenario sea un psicoan¨¢lisis perfecto para no tener miedo a estar dentro.
el mejor aperitivo antes de una jugosa conversaci¨®n con Israel Galv¨¢n es un encuentro con Pedro G. Romero (Aracena, Huelva, 1964). Creador multidisciplinar e iconoclasta, es el responsable de la direcci¨®n art¨ªstica en los espect¨¢culos del bailaor. Su compadre y fuente de muchas inspiraciones. La cita es en una abacer¨ªa de la plaza del Pumarejo, cerca del domicilio de Galv¨¢n. Aqu¨ª no llega el tranv¨ªa. Ni el metro. Ni las peatonalizaciones que han modernizado el perfil de las principales arterias del centro de la capital andaluza. Al Pumarejo no ha llegado nada de todo eso. Entre sus moradores se encuentran los mismos yonquis y extraviados ociosos de siempre. La vida sabe aqu¨ª a litrona y huele a polen de Ketama. Al otro extremo de la plaza, un guardia de seguridad flanquea la entrada al centro de salud. En el n¨²mero 3 permanece alzado el palacio del siglo XVIII convertido en emblema de la lucha vecinal sevillana. Curiosamente, un cartel junto a la entrada al Centro Vecinal Pumarejo anuncia para esta noche de invierno la proyecci¨®n de Roma, citt¨¤ aperta. Neorrealismo puro; no televisivo, que dir¨ªa cualquier iluminado contempor¨¢neo.
pedro g. romero hace acto de presencia en la abacer¨ªa de la esquina del Pumarejo pasada la una de la tarde. Grandull¨®n y ojeroso, alterna sorbos de Cruzcampo con el recuerdo de vivencias junto a su amigo y compa?ero de batallas esc¨¦nicas. "La primera vez que vi bailar a Israel fue en 1996. Le daba la espalda al p¨²blico. Hab¨ªa despuntado en la compa?¨ªa de Mario Maya y ya ten¨ªa una manera distinta de estar en el escenario. Mi cu?ada, la directora de escena Pepa Gamboa, nos puso en contacto. Y empezamos a desarrollar un laboratorio de ideas que arranc¨® con ?Mira! Los zapatos rojos, una versi¨®n del cuento de Andersen. En aquella ¨¦poca triunfaban Joaqu¨ªn Cort¨¦s, Sara Baras? Nosotros quisimos partir desde cero, trabajar la modernidad en el propio flamenco".
Y se arm¨® la marimorena. El primer espect¨¢culo de Israel Galv¨¢n se estrena en la Bienal de Flamenco de Sevilla de 1998. En mitad de la representaci¨®n, el bailaor se queda literalmente paralizado. Manuel Soler, encarnado en el mismo demonio para darle r¨¦plica en el escenario, se ve obligado a empujarle hasta que arranca a zapatear. Sin parar. Como un loco. Exactamente como ese F¨¦lix El Loco de principios del siglo XX a cuyos legendarios arrebatos danzantes homenajeaba aquella ¨®pera prima con la que arranc¨® la divisi¨®n de opiniones entre el respetable. La ortodoxia m¨¢s recalcitrante empu?¨® el hacha de guerra. "Tu hijo se est¨¢ perdiendo", advert¨ªan los m¨¢s cr¨ªticos al padre de Israel. "Es que yo gustaba a la gente cuando estaba con Mario Maya y ganaba concursos", recuerda el aludido. "En la Bienal de 1998 todos esperaban ver de lo que era capaz en mi primer espect¨¢culo solo. Hab¨ªa sentido una especie de uni¨®n personal y art¨ªstica con Pedro G. Romero. Con Mario Maya ya vi mucho Lorca; con Pedro lo conoc¨ª todo. Bu?uel, Duchamp? Todo. Se convirti¨® en mi universidad intensiva. Me di cuenta de que yo no quer¨ªa ser el mejor bailaor. Quer¨ªa contar cosas, apartarme del resto".
Le cost¨® caro. Desde las tablas presenci¨® en varias ocasiones c¨®mo algunos espectadores de ?Mira! Los zapatos rojos abandonaban sus localidades al grito de: "?Mamarracho!". "Todo eso me llev¨® a hacer la adaptaci¨®n de La metamorfosis, de Kafka, en 2000. Me sent¨ªa un bicho raro, reflejado en Gregor Samsa. Decid¨ª imitar a los artistas m¨¢s personales: Enrique El Cojo, que estaba jorobao, o Vicente Escudero. Mi propia familia empez¨® a decirme: '?Qu¨¦ est¨¢s haciendo?'. Aquello me hiri¨®. Con mis padres hubo distanciamiento. ?l ten¨ªa un estilo de Farruco y yo quer¨ªa partirlo. La ¨²nica manera de hacerlo era ser yo mismo. La libertad que no pod¨ªa tener en la vida la encontr¨¦ en el escenario".
Galv¨¢n recuerda que cuando era peque?o la libertad consist¨ªa en algo muy sencillo: "Yo quer¨ªa ser un ni?o normal". Pero la academia de baile de su padre ejerci¨® desde muy temprano un irresistible poder disuasorio. "?l me oblig¨® a ir a su academia. Hice unas pruebas en el Betis, pero no me dej¨® seguir con el f¨²tbol. No llegu¨¦ a terminar la EGB. Repet¨ª el ¨²ltimo curso y me llevaron a Jap¨®n, a Nimes? Ya estaba bailando. Adem¨¢s, mis padres no quer¨ªan que fuera con otras compa?¨ªas que no compartieran sus creencias. Eso me cre¨® un conflicto mental. Ten¨ªa 17 o 18 a?os, sin la fluidez ni la libertad para salir con una ni?a o ir a la discoteca. As¨ª que me encerr¨¦ en el baile. Empec¨¦ a ensayar como un loco, y mi padre me llev¨® con la compa?¨ªa de Mario Maya. Aquel trabajo s¨¢dico dio sus frutos".
para pedro g. romero, la t¨¦cnica de Israel Galv¨¢n hoy es "enorme"; "pero lo que a ¨¦l m¨¢s le interesa es la propuesta. Hay un largo proceso de rastreo arqueol¨®gico del flamenco. Hemos recuperado fotos antiguas de bailaores para explorar en ellos. Galv¨¢n tiene una modernidad asumida. Ha visto a Pasolini en clave coreogr¨¢fica, sin saber quiz¨¢ que Pasolini pretend¨ªa recuperar la coreograf¨ªa de Giotto o Piero della Francesca". Como argumenta el fil¨®sofo franc¨¦s Georges Didi-Huberman en un ensayo sobre Galv¨¢n titulado El bailaor de soledades (Pre-textos): "Es un bailaor anacr¨®nico: un bailaor de gestos demasiado antiguos para ser reconocibles, un bailaor de gestos olvidados, o sea, de gestos nuevos, un bailaor en la edad del cinemat¨®grafo?".
Ha exudado sus obsesiones durante el ¨²ltimo decenio en exitosos y no menos pol¨¦micos espect¨¢culos como Galv¨¢nicas (2002), Arena (2004), La edad de oro (2005), T¨¢bula rasa (2006) y su Solo estrenado en 2007 en la Cin¨¦math¨¨que de la Danse de Par¨ªs. Con todos sigue viajando por el mundo. Pero reconoce que no fue hasta el estreno de El final de este estado de cosas, redux, que en mayo representar¨¢ en el Th¨¦?tre de la Ville parisiense, cuando comenz¨® a sentir una conexi¨®n m¨¢s plena de la grada con su inclasificable universo creativo. "Creo que hoy la gente ya sabe lo que viene a ver. Y mi relaci¨®n con el p¨²blico tambi¨¦n ha cambiado. Ya no le veo como a un enemigo, quiz¨¢ por eso al principio le daba la espalda. Haber tocado el Apocalipsis y comprobar su aceptaci¨®n ha sido definitivo".
entre la ecl¨¦ctica n¨®mina de int¨¦rpretes con los que Galv¨¢n ha colaborado a lo largo de estos a?os est¨¢ el cantaor jerezano Diego Carrasco, para quien "Israel dejar¨¢ constancia de algo... Y eso ya es importante. Me encanta su libertad. El flamenco no s¨®lo es la sole¨¢ o la buler¨ªa; el flamenco es el mundo". Otros, como Kiko Veneno, en cuyo nuevo disco, Dice la gente, ha participado el bailaor, piensan que "su investigaci¨®n le aleja del flamenco, pero le acerca a un arte m¨¢s universal". A Veneno le interesa mucho "su sentido del ritmo: Israel para el tiempo? llev¨¢ndolo".
As¨ª es la paradoja est¨¦tica de Israel Galv¨¢n. Guarda silencio ante los que dicen que su arte no es puro. "Porque yo no soy farruquero, ni de Manolete, ni de Gades. Yo soy m¨ªo".
-Al fin y al cabo, ?qu¨¦ es la pureza?
-El individuo que cree en s¨ª mismo. Y en su manera de expresarse. Todo el que se atreva a hacer una impureza es puro.
-?Y qu¨¦ es el silencio, Israel?
-Cuando bailo, el silencio es mi momento. Mi refugio. Al estar solo, en el alambre del silencio, es cuando me siento m¨¢s fuerte de esp¨ªritu.
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