Con bandazos y ruido no hay salida
Los bandazos que se generan en la opini¨®n p¨²blica espa?ola y catalana no dejan de sorprenderme. Lo puedo comprender cuando se trata de clubes de f¨²tbol, de sus directivos y de la prensa deportiva, en la que un d¨ªa un equipo es el mejor del mundo y a la semana siguiente tiene una crisis de final de etapa. Es irracional, pero explicable, ya que el deporte competitivo es emocional y un cierto morbo a?adido ayuda a la popularidad tanto de los equipos como de los medios.
Pero es muy peligroso desplazar esta costumbre a cosas importantes, como la econom¨ªa. Y m¨¢s todav¨ªa en una situaci¨®n de crisis, en la que el peor ingrediente para su superaci¨®n es la confusi¨®n y la desorientaci¨®n. Creo que hay frivolidad en algunos responsables p¨²blicos y privados, y en algunos medios, tambi¨¦n extranjeros, al analizar la crisis espa?ola y la actuaci¨®n del Gobierno. Se exageran vicios y virtudes. Estas ¨²ltimas semanas ha tocado lo primero y ahora parece que no hab¨ªa para tanto y nos relajamos. ?En qu¨¦ quedamos?
La oposici¨®n no puede mirar a otro lado, olvidando su parte de culpa y limit¨¢ndose a esperar el desgaste del Gobierno
Frente a la crisis, la actuaci¨®n del Gobierno espa?ol no ha sido r¨¢pida ni decidida. Pero, seamos serios, el Gobierno no es el culpable de la crisis porque no es ¨¦l el que puso en marcha ni hinch¨® la burbuja inmobiliaria, aunque se le puede responsabilizar de no haberse atrevido a contenerla y a deshincharla de forma controlada y suave. Hered¨® una din¨¢mica infernal y no la detuvo, hasta que explot¨® por causas externas. Muchos de lo que ahora critican, desde el mundo pol¨ªtico y empresarial, tienen una responsabilidad directa en ella. A pesar de la necesidad de resolver el problema, el Gobierno ha pasado meses sin coger el toro por los cuernos, confiando en que algunas cosas ir¨ªan mejorando y evitando tomar medidas que pudieran crear conflictos.
El problema de la deuda ha sido el detonante de un cambio. Las primeras actuaciones de este 2010 hacen pensar que por fin est¨¢ dispuesto a enfrentarse a la crisis con la decisi¨®n que ¨¦sta exige. Creo que se ha entendido que la imagen del pa¨ªs depende m¨¢s de la credibilidad de su pol¨ªtica que del nivel de su deuda. Una deuda p¨²blica del 60% (por cierto, inferior a la de Francia, Alemania o el Reino Unido, y la mitad de la de Italia o Grecia), pero sin una pol¨ªtica clara de reformas y de reconversi¨®n, es mucho peor escenario que una deuda del 80% con un camino claro y firme de salida de la crisis, porque la perspectiva a tres a?os es mucho mejor en el segundo caso. El problema de la deuda no es la cifra, es la tendencia.
La pol¨ªtica de reformas es urgente y posible, aunque dura. El cambio de pol¨ªtica que ya parece haber llegado puede chocar con dos grandes obst¨¢culos: la confusi¨®n y el ruido interno. La confusi¨®n la puede provocar el propio Gobierno si no corta por lo sano la imagen de improvisaci¨®n y de bandazos que ha estado dando en algunos momentos. El ruido, nefasto ya que la imagen exterior se alimenta de este ruido, es la consecuencia de actitudes de otros actores que, habiendo sido claramente corresponsables de la generaci¨®n y alimentaci¨®n de la crisis, pueden poner ahora sus intereses pol¨ªticos o econ¨®micos por delante de la imprescindible unidad social para luchar contra ella.
El Gobierno debe aceptar sus fallos y mantener sin miedo esta nueva actitud. La oposici¨®n no puede mirar a otro lado, olvidando las reformas que ellos imprudentemente propiciaron y limit¨¢ndose a esperar el desgaste del Gobierno. Las entidades financieras no pueden dejar de reconocer que el incremento de la deuda p¨²blica es un problema debido, en parte, al enorme volumen de la deuda privada acumulada anteriormente. Y tanto las patronales como los sindicatos deben admitir hasta qu¨¦ punto los a?os de crecimiento desordenado permitieron unos grandes beneficios y unos importantes aumentos de ocupaci¨®n y de mejoras sociales, y que tanto una cosa como la otra no es sostenible.
Si con ello no se consigue una actitud de revisi¨®n general y a partir de ella no se alcanza un conjunto de pactos que marquen el camino que seguir y establezcan el reparto de costes, la salida de la crisis ser¨¢ m¨¢s larga, m¨¢s dif¨ªcil y, en caso extremo, hasta comprometida. Merecer¨ªa una repulsa y una descalificaci¨®n general.
Y, por favor, dejemos de hablar de Grecia, que, por desgracia para ellos, est¨¢ jugando en otra Liga, aunque haya quien se recree en hacer comparaciones.
Joan Maj¨® es ingeniero y ex ministro.
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