"Son las minas afganas de aqu¨ª"
Una familia de sindicalistas veteranos denuncia el fallecimiento de su hijo, Mario Gilaberte, en un accidente de trabajo - 12 obreros han muerto en lo que va de a?o
Adolfo Gilaberte, ex diputado de IU en la Asamblea de Madrid, y su esposa discut¨ªan a veces con Mario.
-Los de ahora no lo pod¨¦is permitir. Hace 30 a?os yo trabajaba en Construcciones Aeron¨¢uticas con un salario normalito, y ganaba mejor que vosotros.
-Papa, las cosas son distintas. Dices que no y tienen a 30 en la puerta para coger tu empleo.
-Pero, aun as¨ª...
-Ya no es como antes, papa.
Y para no discutir, dejaron de hablar sobre el asunto. Mario, de 30 a?os, estaba orgulloso de su empleo en Inapa, una empresa papelera. Por eso no le mencion¨® m¨¢s a su padre, de 58, veterano sindicalista de Comisiones Obreras, que por un salario aproximado de 1.000 euros y con la categor¨ªa de mozo de almac¨¦n se ocupaba del mantenimiento de los robots. Elevadores que sub¨ªan 32 metros por rieles a velocidad de v¨¦rtigo y que el 16 de febrero le mataron en un almac¨¦n de la Ciudad del Autom¨®vil de Legan¨¦s. Mario no sab¨ªa que, a partir de cierto punto, la cabina sobre la que estaba situado no se pod¨ªa frenar. El compa?ero que le ayudaba (y que llevaba s¨®lo unos d¨ªas en la empresa, tambi¨¦n como mozo de almac¨¦n), tampoco. El elevador sigui¨® hacia arriba y Mario se golpe¨® en la cabeza, "y el cr¨¢neo es de cristal", dice su padre, que tambi¨¦n fue antiguo concejal de IU en Getafe.
"Muere un soldado y nos indignamos. Se matan los hijos y no sorprende a nadie"
Con una c¨¦lula fotoel¨¦ctrica se habr¨ªa evitado la muerte, dice el padre
"No conoc¨ªa bien c¨®mo funcionaban", se lamenta Adolfo, hundido pero con ganas de reivindicar que el viaje de Mario a las alturas no ten¨ªa por qu¨¦ haber sido as¨ª. Su hijo no ten¨ªa la formaci¨®n necesaria. Hab¨ªa trabajado siete a?os en la empresa, los ¨²ltimos cinco meses con una tarjeta de t¨¦cnico de mantenimiento al pecho que le llenaba de satisfacci¨®n. Era "la golosina" que le revuelve las tripas a Adolfo: una prima por objetivos recompensaba a Mario si no recurr¨ªa a empresas externas para que se ocuparan de los arreglos. Con los consejos de algunos amigos y algunas dosis de improvisaci¨®n consegu¨ªa solucionarlo todo ¨¦l: cambiar las bombillas, los cuadros... "Mi chico era miel", le recuerda su padre. "Todo el mundo dice de su hijo que era bueno, pero ¨¦ste ten¨ªa el coraz¨®n demasiado grande. Se cre¨ªa hasta la palmadita".
La palmadita. Adolfo Gilaberte, una vida dedicada a los derechos del trabajador. Su hermano Juli¨¢n, presidente de la Ejecutiva del Metal de Comisiones Obreras en Madrid. Conocen bien los obsequios m¨¢s untuosos: "Su jefe ven¨ªa y le daba una palmadita:
-Muy bien, Mario. Haciendo empresa. El mes que viene, ya veremos lo tuyo".
Los Gilaberte, apoyados por los sindicatos, denuncian que los capataces aceptan que trabajadores sin formaci¨®n asuman tareas arriesgadas para ahorrarse los cursos y la mano de obra especializada. Protestan ante un modelo de inspecci¨®n laboral que permite que, en lo que va de a?o, 12 obreros hayan muerto en Madrid. En 2009 fueron 95 las v¨ªctimas en la Comunidad. En 2010 se esperaba que la cantidad disminuyera porque hay menos contratos, pero el ritmo de fallecimientos es similar al del a?o anterior.
Respecto a 2002 (178 v¨ªctimas) la mejor¨ªa parece notable, pero lo que se ha recortado m¨¢s han sido los accidentes in it¨ªnere (de tr¨¢fico, en el recorrido hacia o de vuelta del trabajo): han pasado de 66 en 2002 a 20 en 2009.
"Son las minas de aqu¨ª. Muere un soldado espa?ol en Afganist¨¢n y, con toda la raz¨®n, nos indignamos porque el carro no llevaba los sistemas de seguridad adecuados. Pero aqu¨ª se matan nuestros hijos y ya no sorprende a nadie". Adolfo cree que, con una c¨¦lula fotoel¨¦ctrica sobre la cabina en la que Mario viajaba hacia la muerte, todo se habr¨ªa evitado. O con un buen cursillo de formaci¨®n.
Ahora quedan una viuda, un ni?o hu¨¦rfano que esta semana cumple tres a?os y una familia comprometida a que no contin¨²en produci¨¦ndose accidentes in¨²tiles. Adolfo recuerda el d¨ªa en que Mario le llev¨® orgulloso a ense?arle el sistema de robots del que se iba a ocupar. Una aventura que desde el principio no le gust¨® nada, pero que tuvo que asumir porque los tiempos obligaban. Y Mario estaba tan feliz.
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