El lenguaje de la banda
"El lenguaje es una bestia que lo que menos desea son h¨¦roes". El novelista reflexiona sobre c¨®mo las palabras del hampa han permeado en la literatura.
En el principio quer¨ªa reivindicar un habla: su m¨²sica, su transgresividad y su misterio. Me divert¨ªa. Con un par de palabras extra?as laceraba conciencias. Eran personas que les gustaban los mismos autores que a m¨ª pero prefer¨ªan otros textos y defend¨ªan otra idea del hecho literario: Quevedo, Borges, Jos¨¦ Mar¨ªa Arguedas, Bukowski, Jos¨¦ Agust¨ªn, daban para todas las inquietudes. Nada logr¨¦ hasta que advert¨ª que nada ten¨ªa que reivindicar. Que el lenguaje es una bestia autosuficiente que lo que menos desea son h¨¦roes. Nada, pescadito, me dije, wacha el rollo y arr¨¢nate, carnal. Quel wirimindij¨¢us vaya por unas caguas, unas tortugas ahogadas y ¨®rale, se hace la machaca.
Todo escritor es elegido por un territorio ling¨¹¨ªstico que es identitario con el espacio y con el grupo social que lo rodea. Siento que la esencia de la creatividad tiene una conexi¨®n directa con este aspecto. Es con cierto lenguaje con el que un narrador toca las puertas que nadie ha tocado y en mi caso ha sido con el lenguaje de la calle, que es duro y fr¨¢gil, sutil y despiadado, de pu?o y coraz¨®n. Cuando le¨ª las j¨¢caras de Quevedo este lenguaje estaba all¨ª como el camino de mis sue?os.
Sin embargo, esta porci¨®n del habla se renueva constantemente. La efectividad de la banda lo exige. En los a?os sesenta, los productores de goma de opio eran gomeros y los que la transportaban a los Estados Unidos, burros; as¨ª mismo, los que se encargaban de la mota eran mariguaneros y fumarla no era eso sino darse toques o quemarle las patas al judas. Cuando llega la coca aparece la expresi¨®n traficante que despu¨¦s deriv¨® en narcotraficante y luego en narco, que se aplica a todo tr¨¢fico sin distingos.
Narco ya se qued¨®, sem¨¢nticamente es poderosa y circula campante por el mundo. La usar¨¦ siempre en lugar de las anteriores, incluida la palabra g¨¢ngster de gran prestigio. En la clasificaci¨®n de las jerarqu¨ªas la expresi¨®n Capo se ha impuesto, incluso ha rebasado el ¨¢mbito del hampa para saltar a la pol¨ªtica, el deporte y la empresa. Tambi¨¦n es una palabra que me cautiva.
En los sesenta, se le pod¨ªa decir a alguien loco o bato, era la forma; las bandas de cholos las unieron: batos locos; bato me gusta, pero m¨¢s me gusta plebe o morro, sobre todo esta ¨²ltima. Ahora g¨¹ey es utilizada por la tele comercial y se ha generalizado. No me gusta porque fue despojada del sentido de banda.
Al explorar palabras que no identifico como elementos eficaces para expresar mi emoci¨®n creativa, reconozco que un territorio ling¨¹¨ªstico es limitado tambi¨¦n en el tiempo. ?Qu¨¦ se requiere para que una palabra dure? Ni idea. Escribir matar, o sus sin¨®nimos de diccionario, no es suficiente. Hay una fuerza subconsciente que exige escribir escabechar, dar piso, bajar, encobijar o darle en su madre; m¨¢s las intermedias como morder el polvo o mandarlos a san Pedro, etc¨¦tera.
He disfrutado a fondo esta est¨¦tica fronteriza. La he defendido sin mitificar. Me ha embelesado ver c¨®mo los livis se transformaban en jeans y las limas en camisas tipo versage; las calcas en botas de piel de cocodrilo y los vochos en Hummer. Es muy interesante tambi¨¦n el universo de las armas: las 38 s¨²per se convirtieron en pistolas matapolic¨ªas con balas de 28 mil¨ªmetros de longitud y los M1 en fusiles AK-47 con su nombre evocador: cuerno de chivo. Los Barret de 50 mil¨ªmetros capaz de tumbar un boludo, eran el sue?o de los narcos y llegaron. Y bueno, los matones o pistoleros se convirtieron en sicarios.
Mientras la delincuencia aumenta su influencia en el mundo, su lenguaje se enriquece. Sobre todo para mantener una relaci¨®n productiva con la gente decente, la que acepta que se pueden alterar sus sentidos pero no su manera de nombrar. "Nos sirvi¨® para el ¨²ltimo gramo", dice Sabina, y no hay problema porque gramo es una expresi¨®n universal. Pero un gramo tambi¨¦n es un pedazo, un ochito y ¨²ltimamente una l¨ªnea. Y lo de menos es su peso. Entonces, un escritor interesado, s¨®lo tiene que o¨ªr y decidir, si un lenguaje tan vivo y tan inquieto puede llevarlo a escribir la l¨ªnea que jam¨¢s se ha escrito. Y que vuelen pelos, compita, apoco no. Dame un beso pa basquear.
?lmer Mendoza (Culiac¨¢n, 1949) gan¨® el Premio Tusquets de novela por Balas de plata, ambientada en el mundo del narcotr¨¢fico en M¨¦xico.
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