Las aventuras de Ic¨ªar en la selva
Juliano Mamani es un ind¨ªgena boliviano de 28 a?os. Lleva pintada la cara, se cubre con un taparrabos y su brillante y negro cabello lo adorna con un colorido tocado de plumas. Sus pies apenas est¨¢n cubiertos por unas medio alpargatas. Es muy serio y est¨¢ sudoroso. Acaba de terminar de rodar una escena en la selva que rodea la ciudad de Villa Tunari, en el centro de Bolivia, en plena zona del Chapare. Ic¨ªar Bolla¨ªn ha dado un descanso a los centenares de ind¨ªgenas, todos con atav¨ªos parecidos a Juliano, tras agotadoras horas y disciplinado trabajo bajo un calor sofocante. Juliano y sus compa?eros acaban de volcar un coche policial, ah¨ª al lado, en una escena de acci¨®n trepidante. El coche todav¨ªa descansa con un lateral en el suelo e importantes desperfectos en su carrocer¨ªa. Juliano est¨¢ reviviendo de alguna manera la lucha real que, siendo ayudante de carpintero, protagoniz¨® hace nueve a?os a los pies de la cordillera de los Andes en la conocida como guerra del agua. ?l ahora es uno de los miles de extras que trabajan en Tambi¨¦n la lluvia, la pel¨ªcula que Ic¨ªar Bolla¨ªn ha rodado en Bolivia a finales del a?o pasado y que en estos momentos est¨¢ en proceso de montaje en Madrid.
La lucha por el oro del siglo xvi es ahora la lucha por el agua
Bolla¨ªn: "Paul me ha hecho un regalo. Lo mejor es que ha confiado en m?"
Luis Tosar: "todo, hasta la incomodidad, sirve para la pel¨ªcula"
Tambi¨¦n la lluvia es una pel¨ªcula dentro de otra pel¨ªcula. Narra el rodaje de un filme de ¨¦poca en torno al mito de Crist¨®bal Col¨®n, al que muchos pintan como un hombre obsesionado por el oro, cazador de esclavos y represor de indios. Todo en el a?o 2000, cuando la poblaci¨®n de una de las naciones m¨¢s pobres de Suram¨¦rica se levant¨® contra una poderosa empresa y recuper¨® un bien b¨¢sico: el agua. A cubierto, buscando contra el calor un refugio in¨²til bajo un ¨¢rbol, Juliano Mamani recuerda perfectamente las protestas de trabajadores y campesinos, las huelgas y manifestaciones que dejaron la ciudad de Cochabamba aislada durante d¨ªas y d¨ªas, despu¨¦s de que la compa?¨ªa norteamericana Bechtel intentara subir de manera disparatada el precio del agua.
La dimensi¨®n de la protesta fue tal que Bechtel abandon¨® el mercado boliviano, el contrato del agua qued¨® cancelado y se instal¨® una nueva compa?¨ªa bajo control p¨²blico. Fue en esas protestas en las que particip¨® Juliano donde se forj¨® el l¨ªder cocalero y actual presidente del pa¨ªs Evo Morales. "El agua es vida. ?ramos unas 3.000 personas organizadas en grupos. Aquella lucha mereci¨® la pena, pero todav¨ªa contin¨²a. Hay todav¨ªa zonas de Bolivia en las que estamos abastecidos gracias a cisternas y tanques por la mala administraci¨®n de las instituciones", dice Mamani, mientras comienzan otra vez las prisas del rodaje.
Juliano Mamani representa como nadie el esp¨ªritu de Tambi¨¦n la lluvia, el pasado y el presente, la ficci¨®n y la realidad de una potente historia de resistencia y compromiso. La lucha por el oro del siglo XVI es ahora, 500 a?os despu¨¦s, la lucha por el agua. El filme narra el viaje de Sebasti¨¢n, un director de cine mexicano, y Costa, un productor espa?ol, a Cochabamba y alrededores para rodar una pel¨ªcula de presupuesto modesto sobre Col¨®n, uno de los grandes iconos mundiales. La pel¨ªcula avanza con dificultades, mientras la violencia va creciendo d¨ªa a d¨ªa hasta que toda la ciudad explota en la tristemente famosa guerra del agua. El filme, una ambiciosa producci¨®n de m¨¢s de cinco millones de euros de Juan Gordon, de Morena Films, est¨¢ protagonizada por Luis Tosar (en el papel de Costa), Gael Garc¨ªa Bernal (Sebasti¨¢n), Carlos Aduviri (Daniel/Hatuey), Karra Elejalde (Col¨®n), Carlos Santos (el fraile Bartolom¨¦ de las Casas), Ra¨²l Ar¨¦valo (el fraile Juan Montesinos) y Najwa Nimri (la reina Isabel). Gordon y Tosar acaban de recibir los Goyas a mejor pel¨ªcula y mejor actor protagonista por su trabajo en Celda 211.
Tambi¨¦n la lluvia, quinto largometraje de Bolla¨ªn (Madrid, 1967) y primero que no escribe ella, parte de un gui¨®n, espl¨¦ndido, de Paul Laverty, guionista habitual del brit¨¢nico Ken Loach, adem¨¢s de compa?ero y padre de los tres hijos de la cineasta madrile?a. La directora acaba de terminar de comer, como todo el equipo, en una gran carpa instalada en un valle en los lindes de la selva. Sentada a la sombra en una silla roja de pl¨¢stico, con un pa?uelito azul en la cabeza que le ha protegido toda la ma?ana del implacable sol, reconoce que ella nunca hubiera escrito este gui¨®n. S¨®lo la idea le divierte, y se r¨ªe abiertamente. "Paul me ha hecho un regalo con este gui¨®n. Lo mejor que me ha podido pasar es que ha confiado en m¨ª, ha querido que yo lo haga. Creo que nos hemos dado cuenta de que ha llegado un buen momento de trabajar juntos. Yo me encuentro tranquila en mi quehacer, y ¨¦l, tambi¨¦n en el suyo. Era el momento. Vamos a ver c¨®mo nos sale esta colaboraci¨®n. M¨¢s creativo que criar juntos hijos hay pocas cosas, pero hacer una pel¨ªcula juntos tambi¨¦n". A ella nunca se le hubiera ocurrido volcar un coche en un gui¨®n suyo y se lo est¨¢ pasando bomba. "?Qu¨¦ buena aventura! Al principio ten¨ªa mucho respeto por el gui¨®n, luego lo fui haciendo m¨ªo y ahora tengo la sensaci¨®n de estar a su servicio. Voy a intentar contar lo que cuenta el gui¨®n, rodar lo que est¨¢ escrito, porque tiene mucha emoci¨®n. Lucho por no quedarme por debajo de lo escrito; si llego m¨¢s lejos, mejor, pero nunca por debajo".
Despu¨¦s de historias intimistas y de personajes -Hola, ?est¨¢s sola?, Flores de otro mundo, Te doy mis ojos o Matahari-, Bolla¨ªn se enfrenta a su m¨¢s ambiciosa pel¨ªcula. Todo tiene unas dimensiones enormes. Han sido meses y meses de trabajo y muchos preparativos. Tanto en el Chapare como m¨¢s tarde en Cochabamba, donde se vivi¨® la ficci¨®n de la guerra del agua en la que se cortaron las principales arterias de la ciudad, ha movido miles de extras, 4.000 en total, de ellos cerca de 300 ind¨ªgenas, con un equipo boliviano y espa?ol de 130 personas, unas 70 localizaciones, casi todas ellas en exteriores, y unas condiciones climatol¨®gicas y sanitarias complicadas. Ella est¨¢ m¨¢s que feliz. Es muy raro que incluso en momentos dif¨ªciles pierda la paciencia y la sonrisa. "Sab¨ªa que esta pel¨ªcula iba a ser muy dura f¨ªsicamente. Me daba miedo ponerme enferma, no poder aguantar el?tir¨®n... Adem¨¢s, con tantos extras y tantos actores. Es todo lo que yo he hecho hasta ahora, pero multiplicado por cincuenta".
No cree, sin embargo, que rompa de manera radical con su anterior cinematograf¨ªa. "No es una pel¨ªcula intimista, pero s¨ª creo que es de personajes, y en eso se parece mucho a las anteriores m¨ªas, pero m¨¢s grande, con una parte de ¨¦poca y otra del presente en la que narra acontecimientos sociales que pasaron en Bolivia, pero al final es una historia en torno a dos personas, sobre todo de una, Costa, el productor, que hace un viaje personal de madurez , de compromiso personal".
Otra cosa es la acci¨®n. Ese d¨ªa, el hermoso e impresionante paisaje consigue suavizar por unos momentos el calor sofocante. Una colina con trece cruces de madera clavadas en el suelo, con peque?os mont¨ªculos de le?a a sus pies preparados para el fuego, aparece espl¨¦ndida a lo lejos. La actividad en el terreno, verde y brillante por las lluvias de d¨ªas anteriores, es fren¨¦tica. Uno no sabe ad¨®nde mirar. Si a la multitud de ind¨ªgenas, medio desnudos, algunos a pleno sol, que esperan atentos cualquier se?al, o a aquellos soldados y colonos que con pesadas armaduras y los penachos en los cascos se refugian en los escasos ¨¢rboles de alrededor.
En plena selva del Chapare, a escasos kil¨®metros de Villa Tunari, siguen clavadas las trece cruces, pero ahora, a ellas se han encaramado trece ind¨ªgenas que van a ser quemados vivos. A su alrededor, otro centenar, muchos de ellos hablando en quechua, son obligados por los soldados a acercarse. Mujeres, ni?os, todos para contemplar el ejemplar castigo a los crucificados. El cura Bartolom¨¦ intenta pararlo: "?Os lo ruego! Esto volver¨¢ a los indios en nuestra contra durante generaciones". "Os van a quemar vivos, llamarles de todo a estos espa?oles", les arenga Bolla¨ªn. Un ind¨ªgena en la cruz destaca por encima del resto, con media cara pintada de negro y pesados abalorios en el cuello. Es Daniel, el aut¨¦ntico l¨ªder de la guerra del agua, que en sus ratos libres trabaja como extra interpretando a Hatuey, en este caso, el l¨ªder de los ind¨ªgenas. "Os desprecio, desprecio a vuestro Dios y vuestra codicia", proclama Hatuey, mientras que un murmullo y una oleada de emoci¨®n recorre a los ind¨ªgenas, a los que han obligado a contemplar el espect¨¢culo: "?Hatuey! ?Hatuey! ?Hatuey! ?Hatuey!".
La escena prosigue, y cuando el director de este filme de ficci¨®n, Sebasti¨¢n, grita ?corten!, un grupo de ocho polic¨ªas rodean a Daniel y, a¨²n cubierto por el humo de las hogueras, se lo llevan a rastras hacia una furgoneta de la polic¨ªa. Los ind¨ªgenas contratados como extras se rebelan ahora como ciudadanos y se desata la furia. Se abalanzan sobre el coche y lo vuelcan, consiguiendo as¨ª liberar a Daniel, su l¨ªder del agua. Es ahora cuando Ic¨ªar Bolla¨ªn, la aut¨¦ntica realizadora, corta de verdad la escena. Ha estado animando y explicando con todo detalle y en plan did¨¢ctico no s¨®lo la escena que acaban de rodar, sino todo el sentido de la historia. "Lo que tiene esta pel¨ªcula, m¨¢s que acci¨®n, son muchas cosas que contar. Es todo un reto narrativo. Contar cosas complejas, diseccionadas plano a plano. Le ped¨ª consejo a mi amigo Jos¨¦ Luis Borau, mi abuelo cinematogr¨¢fico, de c¨®mo rodar todo esto, y me contest¨® que plano a plano. Y as¨ª lo hago, como los hind¨²es dicen que se come un elefante, bocado a bocado. Estoy descubriendo que se puede contar todo, la cuesti¨®n es diseccionar todo en planos e ir de uno en uno", explica Bolla¨ªn.
Ese d¨ªa, en el comedor improvisado, junto al m¨¦dico contratado para atender las enfermedades propias de la selva y los posibles contratiempos, almuerza tambi¨¦n el l¨ªder ind¨ªgena de la tribu de los yuracar¨¦s, Justino Orozco, cuya comunidad se encuentra a dos horas r¨ªo arriba de Villa Tunari, imprescindible en la preparaci¨®n del filme. Junto a ¨¦l, el coronel Daza, comandante de la Novena Divisi¨®n, en cuyos asentamientos duermen los extras ind¨ªgenas de los yuracar¨¦s, y que mostr¨® su deseo de participar en la pel¨ªcula como extra de soldado espa?ol junto a muchos de su tropa.
La escena de las cruces la divisan desde un alto Gael Garc¨ªa Bernal y Luis Tosar, que, a pesar de lo engorroso de la selva, los mosquitos y el sol abrasador, se muestran encantados. "Todo, hasta la incomodidad, sirve para la pel¨ªcula", asegura Tosar, cuyo personaje, el productor Costa, es un hombre c¨ªnico y descre¨ªdo al que su presencia en la guerra del agua le cambia radicalmente. El entusiasmo de Sebasti¨¢n, el director del filme dentro del filme, le va como anillo al dedo a Gael Garc¨ªa Bernal, que firma como loco aut¨®grafos en el set. Garc¨ªa Bernal, toda una estrella en Bolivia, resalta el sentido ¨¦pico de Tambi¨¦n la lluvia, esa explotaci¨®n brutal de los recursos, antes por el oro y ahora por el agua.
"Yo quiero ser actor para ser libre", asegura el actor mexicano, poco antes de saludar cari?oso a Carlos Aduviri, el int¨¦rprete ind¨ªgena nacido hace 33 a?os en un pueblo minero en la cordillera de los Andes y que vive en El Alto. Todos quieren a Carlos Aduviri. Desde el primer momento en el que se present¨® al casting, ese hombre peque?o y nervioso les dej¨® clavados. Cambiaron incluso el gui¨®n. "Es un t¨ªo al que no le compras, al que no le mueves", asegura de ¨¦l la realizadora. Y ¨¦l, que quiso renunciar al papel -"Les voy a decir que no", me dec¨ªa en el viaje a Cochabamba, "pero no pude, me encandil¨® Ic¨ªar, a ella no la pude decir que no"-, ahora est¨¢ orgulloso de participar en un proyecto en el que se denuncia la esclavitud y la salvaje colonizaci¨®n.
"Nos han robado el oro, el agua, el gas. Es nuestra tierra, nuestra agua, nuestro patrimonio", proclama Aduviri, que lleva vendado un pie por las heridas causadas de?tanto andar descalzo por estos andurriales.
Resistencia y compromiso. Pasado y presente. El oro y el agua. La dignidad de un pueblo. Tras nueve a?os obsesionado por la historia, investigando, entrevistando a gente, viajando a Bolivia, los mismos que su hijo Lucas, al que ha tra¨ªdo para que est¨¦ con su madre unos d¨ªas, Paul Laverty parece haber alcanzado el cielo con esta pel¨ªcula que le ha permitido examinar muchas ideas, mezclando el siglo XVI y el XX. "El concepto de resistencia me fascina", explica Laverty con esa amabilidad tan especial que posee.
La misma resistencia, la misma lucha que se percibe en todos y cada uno de los miembros del equipo por enfrentarse a esta gran aventura en plena selva boliviana. P
J
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