Pactos, p¨¢jaros y flores
A fuerza de hablar de pacto econ¨®mico, ha terminado por perderse de vista por qu¨¦ se deb¨ªa pactar y para qu¨¦ deb¨ªa hacerse. Si hoy se preguntase a los ciudadanos, el balance provisional que realizar¨ªan de los pasos dados por el Gobierno y la oposici¨®n se reducir¨ªa seguramente a detalles anecd¨®ticos, como que el documento para la discusi¨®n s¨®lo lleg¨® a los partidos a una hora tan tard¨ªa como imprecisa en v¨ªsperas del primer encuentro. Sobre el contenido de lo tratado, poca cosa y, adem¨¢s, indescifrable, puesto que a las declaraciones optimistas del Gobierno le siguieron las displicencias del Partido Popular, encaramado en no se sabe qu¨¦ torre port¨¢til desde la que se exhibe derrochando suficiencia. Para redoblar la confusi¨®n, el Ejecutivo no dej¨® pasar tampoco la oportunidad de la reuni¨®n para reiterar lo que corre el riesgo de convertirse en su m¨¢s acrisolada imagen de marca frente a la crisis: anunciar medidas no para aplicarlas sino para desdecirse con urgencia. En este caso, la revisi¨®n del salario de los funcionarios.
Pactar a estas alturas el recorte de gastos es como no pactar nada; lo que importa es qu¨¦ recorte
El mayor error en el que podr¨ªan incurrir Gobierno y oposici¨®n es considerar que se necesita un pacto s¨®lo porque las encuestas dicen que una mayor¨ªa de ciudadanos lo desea. Si lo desean es, en realidad, porque no logran entender qu¨¦ se est¨¢ haciendo y han comprendido que la ¨²nica manera de conjurar el diluvio de previsiones pesimistas sobre la econom¨ªa espa?ola no es apartarlas de su mente mediante mecanismos freudianos y sustituirlas por el reconfortante goteo de las m¨¢s optimistas. Antes por el contrario, de lo que se trata es de dotar al pa¨ªs de una estrategia, esto es, de una respuesta para el caso de que se verificase la peor de las hip¨®tesis. Es ah¨ª, en la convicci¨®n cada vez m¨¢s extendida de que urge disponer de una estrategia, donde el pacto cobra su sentido. Hasta ahora, sin embargo, el Gobierno parece haberlo interpretado como un movimiento t¨¢ctico con el que recuperar la iniciativa pol¨ªtica perdida y, en estricta correspondencia, el Partido Popular como una trampa de la que debe zafarse cuanto antes.
Aunque sea una expresi¨®n de descontento o de temor ante la ausencia de una estrategia para salir de la crisis, el pacto, el deseo de un pacto que expresa una mayor¨ªa de ciudadanos en las encuestas, podr¨ªa resultar un buen instrumento para reconducir la gesti¨®n econ¨®mica. Podr¨ªa servir, entre otras cosas, para adoptar medidas concretas que, sin un acuerdo entre los partidos, ning¨²n Gobierno se atrever¨ªa a poner en pr¨¢ctica; podr¨ªa servir, adem¨¢s, para lanzar un mensaje econ¨®mico que redujera las incertidumbres, no s¨®lo de ese monstruo mitol¨®gico en que se han convertido los mercados, sino tambi¨¦n de los ciudadanos y las empresas. Ante un panorama confuso, y que el Gobierno y el principal partido de la oposici¨®n parecen decididos a confundir a¨²n m¨¢s, la ¨²nica opci¨®n que se deja a los agentes econ¨®micos es posponer las decisiones, contribuyendo a que la crisis se acent¨²e y perdiendo un tiempo precioso para acelerar la recuperaci¨®n y evitar errores pasados.
Pero la viabilidad de un pacto no s¨®lo depende de los objetivos que permitir¨ªa alcanzar, sino tambi¨¦n, y sobre todo, de su contenido. Por fortuna, el Gobierno no ha hecho hasta ahora un uso desmesurado de ese ung¨¹ento que consiste en a?adir el adjetivo sostenible a cualquier concepto econ¨®mico. Tampoco de conjuros m¨¢gicos como invocar la lucha contra el cambio clim¨¢tico, que es, sin duda, una imprescindible pol¨ªtica transversal, cuando lo que se le piden son medidas contra el paro, el d¨¦ficit o la escasez del cr¨¦dito. El hecho de que haya resistido por el momento estas tentaciones no ha impedido, sin embargo, que se haya aproximado peligrosamente a proponer un acuerdo sobre p¨¢jaros y flores. Es decir, un acuerdo sobre objetivos gen¨¦ricos para los que no existe alternativa y no sobre las medidas concretas para alcanzarlos, que es donde se manifiestan las opciones. Pactar a estas alturas el recorte de los gastos del Estado o la reforma del mercado laboral, por poner dos ejemplos sobre los que no parece existir disensi¨®n entre los agentes econ¨®micos y sociales, es lo mismo que no pactar nada; lo que importa es qu¨¦ recorte y qu¨¦ reforma.
Y si el PP no se suma, dejando abierta la alternativa a otro recorte o a otra reforma, lo m¨¢s previsible es que al final no haya nada, y que el anhelado pacto econ¨®mico, transformado en comedia de enredo, s¨®lo haya servido para profundizar el descr¨¦dito de la pol¨ªtica a la hora de gestionar la crisis.
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