El 'joglar' del jubilado

Albert Boadella cumple en 2011 cincuenta a?os al frente de Els Joglars. Aunque del equipo inicial no quede nadie m¨¢s, hay actores que llevan siete lustros a su lado: es hora de celebrar su fidelidad, y el ¨¦xito de la marca. Su compa?¨ªa ha puesto en escena parodias valientes, y hagiograf¨ªas, menos interesantes, pero sus espect¨¢culos siempre han tenido cariz pol¨ªtico, muy marcado a veces. En un par de ellos, Jordi Pujol aparec¨ªa como un Ub¨² contempor¨¢neo. En otro, se presentaba el culto al deporte como un nuevo totalitarismo. En Columbi lapsus la teor¨ªa de que el papa Juan Pablo I fue asesinado por gente de su entorno cobraba cuerpo dram¨¢tico. En Teledeum, en fin, Boadella se vengaba justamente de las zancadillas de la Iglesia cat¨®lica.

Se echa de menos un tema ex¨®geno que le d¨¦ calado al montaje

Omena-G es un espect¨¢culo m¨¢s amable, donde la pol¨ªtica aparece s¨®lo a ratos y la Iglesia en ning¨²n momento, porque de lo que se trata es de hacerse un homenaje autocomplaciente, sin molestar a la parte contratante: Els Joglars se imaginan a s¨ª mismos en 2036, celebrando sus hipot¨¦ticas bodas de platino, achacos¨ªsimos, haciendo gimnasia y excursiones culturales, pele¨¢ndose por los sitios mejores en el sal¨®n del televisor de un albergue paup¨¦rrimo porque, dicen, Zapatero malgast¨® el dinero de nuestras pensiones.

Boadella orquesta su parodia geri¨¢trica con momentos de gracia: sus int¨¦rpretes, maestros en el arte de la pantomima, est¨¢n en una forma envidiable y bordan la composici¨®n f¨ªsica de los ancianos que un d¨ªa ser¨¢n. Pilar S¨¢enz siempre me ha parecido un crack, Jes¨²s Agelet, Minnie Marx y Jordi Costa son excelentes actores de car¨¢cter; Llu¨ªs Oliv¨¦ crea estupendamente un tipo alejad¨ªsimo de ¨¦l, y de Ramon Fontser¨¦ ya se han vertido elogios en este peri¨®dico tantas veces que no hace falta repetirlos. L¨¢stima que esta vez no est¨¦n al servicio de una idea suficientemente elaborada.

En Omena-G, Boadella hace buen uso de la imagen grabada, lo coreograf¨ªa todo con precisi¨®n y utiliza a una pareja de actores presentadores que cumple la misma funci¨®n que ten¨ªa el par de azafatas cient¨ªficas de M-7 Catalonia, espect¨¢culo d¨®nde, hace treinta a?os, imagin¨® a un grupo de viejecitos de la Catalu?a del futuro para satirizar la contempor¨¢nea: ah¨ª sonaba, m¨¢s afinada, la m¨²sica del autohomenaje de ahora.

Hay escenas que empiezan sin gracia y acaban teni¨¦ndola, otras que la pierden por el camino y algunas que nacen y mueren sin encontrarla, pero en casi todo momento se echa en falta un tema ex¨®geno potente que le de calado al montaje. De vez en cuando, Boadella coloca un puyazo, siempre a su izquierda, o caricaturiza a personajes reales de la pol¨ªtica, la prensa y el mundo del espect¨¢culo que no le son simp¨¢ticos, para reavivar un inter¨¦s declinante, como en esos art¨ªculos salpicados de nombres famosos en negrita para que el lector fatigado contin¨²e su lectura. Siendo tan buen matador, al director de los Teatros del Canal cabe pedirle que en la pr¨®xima no vuelva a oficiar de banderillero y agarre el estoque, aunque coja el capote siempre con la derecha.